Junto al arroz, el trigo, la cebada y el mijo, un emperador chino declaró a la soya como uno de los cinco granos sagrados… y no está demás decir que en la antigüedad esta era una civilización de mucha sabiduría, donde su visión multidimensional de la vida les permitía ver con integridad cada uno de su actos y apreciar simultáneamente su valor práctico para el cuerpo físico, mental, espiritual, y por supuesto, más allá del si mismo, como estos afectaban al medio ambiente.
Los chinos apreciaban a la soya por las mismas razones que lo hacemos hoy en día: alimentación de calidad y uso eficaz de los recursos naturales; la riqueza de la cocina de aquel país fue dando a luz muchas formas de consumir esta legumbre: leche, tofu (queso), tempeh, miso, brotes…
En la actualidad, entre los occidentales su consumo se ha disparado, provocando que el interés comercial por la misma la llevara a ser el cultivo que más ha sufrido las perniciosas modificaciones genéticas; de allí que los especialistas en salud inclinados por los cuidados naturales y preventivos, aconsejen que su origen sea biológico para aprovechar todas sus propiedades.
Han sido los ginecólogos los primeros profesionales de la medicina quienes han incorporado los fitoestrógenos derivados de la soya a su práctica clínica; la observación de las mujeres japonesas, que consumen regularmente soya y derivados, y el hecho de que padezcan bajos niveles de cáncer de mama y prácticamente carezcan de los molestos síntomas asociados al climaterio, es lo que ha llevado a este colectivo profesional a abrazar sin prejuicios su indicación regular.
Proteicamente hablando, su calidad es superior a la de cualquier legumbre, a la de la carne y los lácteos, razón por la cual muchos la llaman carne vegetal o carne sin huesos; y aunque la alimentación bien entendida no considera que haya alimentos irremplazables sino más bien se hace hincapié en el equilibrio nutricional, muchos asimilan a la soya como un sustituto de las carnes, con todas sus ventajas y ninguno de sus inconvenientes.
Contiene un 17% de carbohidratos, de los cuales se asimila sólo un 2%, motivo por el cual es apropiada para diabéticos y personas con sobrepeso; su contenido en fibra y lecitina potencia esta virtud y la hace recomendable para reducir el colesterol, proteger el corazón, fortalecer el cerebro y prevenir el estreñimiento.
Algunos derivados de la soya pueden tener hasta el doble de calcio y cinco veces más fósforo que la leche, que junto al contenido de fitoestrógenos, la vuelven un alimento ideal para los huesos, enfermedades infecciosas, de la piel, del hígado, anemia, debilidad nerviosa, por citar unas pocas condiciones donde esta “legumbre sagrada” está indicada.
¿Alguna razón para no consumir soya?
Por Pablo de la Iglesia – Autor de los libros “Recuperar la Salud” (Editorial Errepar), “Esclerosis Múltiple, su tratamiento según un enfoque natural” (Ediciones Obelisco), “Estimula Tu Inmunidad Natural” (Ediciones Obelisco) y “Cáncer, su prevención y tratamiento natural” (Ediciones Libertarias –próxima publicación-)
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