Los años de la adolescencia, para las mujeres actuales, son un período de verdadero peligro.
Muchas veces, las mujeres que entran en la pubertad experimentan una crisis de confianza, que las hace vulnerables y propensas a conductas riesgosas.
Justamente, estas malas elecciones, pueden ser devastadoras para el resto de sus vidas. ¿Cómo se puede ayudarlas a atravesar estos años riesgosos?
La búsqueda de un confidente
Posiblemente más peligroso que los propios riesgos que rodean a las adolescentes sea el hecho de que no hablarán con sus padres sobre estos peligros.
No importa cuán buena sea la comunicación con nuestras hijas, hay cosas que ellas no nos contarán, aunque necesiten desesperadamente comunicarlas a alguien.
¿La respuesta? Confidentes femeninos. Muchas veces, las adolescentes pueden confiar en alguien que no sea mamá ni papá.
En consecuencia, debes conducir a tu hija hacia una perdona de confianza que pueda oficiar de confidente —una tía, una prima, una abuela, una maestra, una amiga, o alguna otra mujer responsable—. La supervivencia de tu hija podría depender de ello.
Una de las relaciones más gratificantes se da cuando una madre oficia de mentora de la mejor amiga de su hija. Suele darse, muy seguido, que la confidente de una jovencita es la madre de su mejor amiga. Incluso, algunas ciudades tienen organizados programas de mentores para adolescentes.
Los años de crisis
Los desafíos que las mujeres adolescentes enfrentan son más duros que los de los varones. La relación paternal no es lo suficientemente fuerte como para ayudar a una mujer a atravesar este período.
En consecuencia, si queremos que nuestras hijas salgan victoriosas de este período —esto quiere decir, como una mujer adulta saludable y bien formada— necesitaremos encontrar la ayuda de otra mujer.
A los nueve o diez años de edad, las mujeres comienzan a enfocarse en su necesidad de independencia. La privacidad se transforma en un asunto preponderante, y, a menudo, también en una obsesión.
Las mujeres tienen un deseo subyacente de establecer el control. Como padres, tenemos relaciones emocionales complejas con nuestras hijas. Muchas de ellas se sienten atemorizadas o desilusionadas al encontrarnos como opositores a sus sistemas de creencias.
Con frecuencia, es difícil para nosotros —los padres— dar consejos que no tengan un tono aleccionador. Las mujeres necesitan discutir sus asuntos, pero necesitan hacerlo con una parte neutral, es decir, con alguien que no sea papá ni mamá.
Lo más importante que un mentor puede hacer es escuchar y aconsejar mediante el ejemplo. No es su deber juzgar, castigar o condenar.
Y, si bien su rol adquiere un grado de importancia fundamental, nunca podrá reemplazar el rol de la madre.
El vínculo madre/hija ejercerá una fuerza dominante en la vida de nuestras hijas por tanto tiempo como dure su estadía en esta tierra.
Una de las relaciones más gratificantes es aquella en la que una madre consigue erigirse como la confidente de la mejor amiga de su hija.
Una transición difícil
¿Qué es lo que ocurre, tanto dentro del cuerpo de nuestras hijas adolescentes como dentro de la sociedad, que hace que los desafíos que enfrentan sean más complejos y peligrosos que los de las generaciones previas?
Dado que la pubertad se da en forma más temprana, y que es más evidente en las niñas que en los niños, puede tratarse de una transición muy complicada.
Ya sea que le guste o no, que lo pretenda o no, que sea justo o injusto, en la actualidad, tu hija hace un manifiesto sexual cada vez que entra en un espacio en el que hay otras personas.
Las mujeres se encuentran encasilladas por los hombres —jóvenes y adultos—, que formulan todo tipo de conjeturas sobre sexualidad basándose en la prominencia del busto de una mujercita adolescente.
La sociedad cambiante de estos días hace que sea más duro para las chicas ajustarse a los cambios de sus propios cuerpos.
Ellas deben combatir contra la manipulación mediática, las normas morales confusas, el odio a sí mismas por la imposibilidad de alcanzar los estándares de la belleza física, la fuerte presión social relacionada a la sexualidad y al abuso de sustancias, y la presión del éxito académico y otros dilemas profesionales.
Dilemas frecuentes
¿Qué aqueja a las mujeres adolescentes de la actualidad?
A continuación, analizaremos 13 dilemas frecuentes, entre los cuales se encuentran el sexo, el embarazo, el consumo de alcohol y tabaco, el desarrollo de desórdenes alimentarios y la contemplación del suicidio.
La gran mayoría de las mujeres deberán vérselas con, al menos, uno de estos tópicos antes de cumplir los 18 años.
Por su parte, los padres que crean que sus hijas no se toparán con alguno de estos focos de crisis están soñando.
Y, dado que estos problemas son cosas que las adolescentes no quieren compartir con sus padres, una confidente podría hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Sí, entre la vida y la muerte.
Los dilemas que ellas confiaran a una mentora pero no a sus padres:
· “Tuve sexo la noche anterior”. El 53,1% de los estudiantes de preparatoria o escuela intermedia tienen encuentros sexuales en algún momento. El 14,5% tiene sexo con cuatro o más compañeros.
· “He tenido sexo sin protección”. Cerca de la mitad de los estudiantes sexualmente activos no se protegen usando condones en sus relaciones.
· “Estoy embarazada”. Gran parte de las mujeres dan a luz entre los 15 y 19 años en todo el mundo.
· “Hace un tiempo que fumo”. El consumo de tabaco está aumentando entre las mujeres adolescentes. Si una mujer comienza a fumar, posiblemente lo haga entre los 10 y los 16 años.
· “Me emborraché la última noche”. La cantidad de adolescentes que reportan ingestiones diarias de alcohol es sorprendente —y alarmante—. Cerca de un tercio de los adolescentes se han emborrachado durante los últimos 30 días.
· “Me quiero suicidar”. El 29% de las mujeres adolescentes han reportado tener pensamientos acerca del suicidio. Desde 1980 a 1992, la tasa de suicidio entre mujeres jóvenes aumentó un 233%.
· “Vomito después de cada comida”. Los desórdenes alimenticios son un riesgo particularmente exacerbado en las mujeres, y suelen estar conectados en formas complejas a la relación con los padres.
· “Mi mamá no se interesa por mí”. Cerca de la mitad de las mujeres no consideran a su madre como opción a la hora de buscar apoyo emocional.
· “Me odio”. Cerca de la mitad de las adolescentes exhiben problemas de depresión. Una de cada diez presenta problemas depresivos severos. Las mujeres están notablemente peor que los varones en este punto.
· “Quiero la píldora”. La mayor razón por la que los adolescentes no reciben la asistencia médica necesaria es la renuencia de los chicos a contar a sus padres un problema o situación determinados.
· “Él me golpea”. Un estudio reveló una alta incidencia de la violencia en los adolescentes. El 18% de las mujeres adolescentes reporta algún incidente de violencia física o de abuso sexual.
· “(Un amigo mayor o un pariente) continua enviándome señales/notas con connotaciones sexuales”.
La mayoría de los casos de abuso ocurren en el hogar, ocurren más de una vez, y ocurren como resultado de las acciones de un miembro o un amigo de la familia.
Las mujeres pueden tener reacciones severas de vergüenza, culpa, y odio hacia sí mismas después de estos episodios.
· “Este tipo me hizo cosas que yo no quería”. Una de cada diez mujeres responde afirmativamente cuando se le pregunta si un novio o una cita le obligó a tener sexo en contra de su voluntad.
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