Antoní Gaudí

Una semblanza del gran arquitecto catalán en el 150 aniversario de su nacimiento.

Hasta
el 30 de junio se podrá visitar la muestra el año Gaudí que se exhibe
actualmente en el Centro Cultural Borges, en homenaje al 150º aniversario del
nacimiento del mundialmente reconocido arquitecto catalán que se conmemora el
próximo 25 de junio, con fotografías de la artista argentina Raquel Biggio.

En la
historia de la arquitectura, Gaudi se destaca por encima del resto de sus pares.
Su interpretación personal de la construcción alcanzó un nivel de desarrollo
jamás alcanzado por ningún otro arquitecto. Aunque se inspiraba en variados
estilos de construcción y decoración, incluyendo el gótico, el moro o el art
nouveau, los transformaba mediante su imaginación, en estructuras asombrosamente
originales; fue un ferviente admirador de las ideas del arquitecto y escritor
neogótico francés Viollet-Le-Duc y del critico ingles John Ruskin, cuya
afirmación con respecto a que “la ornamentación es el origen de la arquitectura”
se adaptaba perfectamente a las tendencias estéticas de Gaudí.

No fue
el arquitecto que se pasaba horas sobre el tablero de trabajo; gran parte de sus
obras las realizo en el mismo lugar de la construcción, improvisando a medida
que avanzaba el edificio, probando formas y estructuras nuevas a través de
modelos y debatiendo sus ideas con los obreros.


Contando con una gran capacidad de observación y un apasionado interés por la
naturaleza, aprendió directamente de lo que podía ver en el cielo, en las nubes,
en el agua, en las rocas, las plantas, los animales y las montañas.

Al
inspirarse en la naturaleza sus composiciones se destacan de los arquitectos que
desde el principio han utilizado una geometría simple, basada en las formas
abstractas como la línea y el plano.

En la arquitectura de todos los tiempos,
hecha  a base de compás y escuadra, se puede decir que todos los pilares son
prismas, todas las columnas cilindros, todas las cúpulas semiesferas y todas las
cubiertas son diedros o pirámides.

En su
observación a la naturaleza, Gaudí percibió que estas formas regulares no
existen en ella o en algún caso raro se encuentran. Impresionado por la belleza
de las formas naturales, observó que la naturaleza produce bellísimas formas
decorativas en el reino animal, vegetal y mineral, pero a su vez comprendió que
el propósito de la naturaleza no es crear obras de arte, sino elementos ante
todo útiles y funcionales.

La
conclusión de Gaudí era muy simple: si el arquitecto busca la funcionalidad en
sus obras, acabará hallando la belleza. Si busca directamente la belleza, solo 
conseguirá encontrar la teoría del arte, la estética o la filosofía, ideas
abstractas que a él no le interesaron nunca.

Si la naturaleza trabaja siempre
buscando soluciones funcionales, ya que está sometida inexorablemente a la ley
de gravedad, es muy sabio estudiar las estructuras naturales acreditadas por
millones de años de perfecto funcionamiento.

El
helicoide es la forma que toma el tronco del eucaliptos y Gaudí lo utilizó en la
Basílica de la Sagrada Familia. El hiperboloide es la forma del fémur y Gaudí lo
utilizo en las columnas de la misma Basílica. El conoide es la forma frecuente
en las hojas de los árboles y Gaudí lo uso en las cubiertas de las Escuelas
Provinciales de La Sagrada Familia.

Cuando
Gaudí murió trágicamente en 1926 acababa de instalarse en Dessau, el nuevo
edificio de la Bauhaus proyectado por Walter Gropius. Era el momento cumbre del
racionalismo de Le Corbusier, Siegfried Giedon y los congresos del C.I.A.M. Esta
arquitectura de formas geométricas simples, de concepción puramente abstracta,
estaba reñida con la obra de Gaudí, a la que consideraban barroca e irracional.