Después de haber dedicado tres años
a partir de la pubertad a otras enseñanzas, entonces conviene que ocupen el período
siguiente de su vida en los ejercicios fatigosos y con un régimen alimenticio
riguroso.
No se debe ejercitar a la vez la mente y el cuerpo, ya que cada uno de
estos ejercicios resulta contrario al otro en sus efectos; el trabajo del cuerpo
es un obstáculo para la mente y el de ésta para el cuerpo.
Acerca de la música hemos planteado
ya algunas cuestiones en nuestra exposición anterior, pero será mejor resumirías
ahora para seguir adelante a fin de que sean como un punto de partida para la
disertación que podría hacerse sobre el tema. No es fácil decidir cuál es su
naturaleza ni la razón por la que debe cultivarse.
¿Acaso por recreo y como
descanso? ¿Como hacemos con el sueño y la bebida, cosas que no son en sí
mismas buenas, sino agradables, y que proporcionan una pausa a la pena,
como dice Eurípides?
¿Por eso se la suele coordinar a estos y se usa a la vez
de todo ello, del sueño, la bebida y la música, a las
que también se añade la danza? ¿O hay que creer más bien que la música
incita de algún modo á la virtud, y así como la gimnasia infunde al cuerpo
ciertas cualidades, también la música tiene la capacidad de infundir
ciertas cualidades al carácter, acostumbrándolo a poder recrearse rectamente?
¿O que y esto sería la tercera
razón entre las dichas- contribuye de algún modo a la diversión y al cultivo
de la inteligencia?
Que no hay
que poner en el juego la finalidad de la educación está claro. Pues no se
juega al aprender, ya que el aprendizaje se acompaña con el dolor. Tampoco es
adecuada la diversión para los niños ni debe darse a esas edades. Ya que el
fin no conviene a nada inmaduro.
Tal vez podría parecer que el
esfuerzo de los niños tiene como fin su recreo una vez que lleguen a ser
hombres cumplidos.
Pero si esto fuera así, ¿para qué necesitarían aprender
ellos mismos, en vez de participar del placer y de la instrucción a través de
otros que actuaran, como hacen los reyes de los persas y los medos? Por lo demás,
forzosamente la ejecutarán mejor aquellos que la han convertido en su trabajo
y profesión que los que le han dedicado tan sólo el tiempo necesario de su
aprendizaje.
Y si deben esforzarse por aprender cosas de ese tipo, también
deberían aplicarse al arte de la cocina, lo cual es absurdo.
El mismo problema se suscita aún si
la música es capaz de mejorar los caracteres. ¿Por qué hay que aprenderla
personalmente en lugar de disfrutar de ella y ser capaces de emitir juicios
oyendo a otros, como hacen los lacedemonios? Estos, pues, aunque no la aprenden,
sin embargo son capaces de
juzgar correctamente, según aseguran, la música buena y la que no lo es.
Y el mismo argumento puede emplearse, aunque sólo lo usemos para nuestro
solaz y como diversión digna de hombres libres. ¿Por qué aprenderla
personalmente en lugar de gozar de la ejecución ajena? Podemos observar la
imagen que tenemos de los dioses.
No es Zeus en persona el que canta y toca la
cítara según los poetas. Y nosotros consideramos gente vulgar a los que
tienen tal oficio y pensamos que tal cosa no es propia de un hombre a no ser que
esté bebido o bromeando. Pero tal vez habrá que examinar esto más adelante.
La primera cuestión es si la música
debe incluirse en la educacion o no. Y cuál es su sentido entre los tres
que discutíamos: si es educación, juego o diversión. Hay buenas razones
para referirla a todos ellos y parece participar de los tres.
El juego se hace
con vistas al descanso, y el descanso tiene que ser placentero (ya que es una
cura de las penalidades del trabajo), y la diversión ha de contener, según
el común acuerdo, no sólo la belleza, sino también placer (ya que la
felicidad se compone de estos dos factores).
Todos afirmamos
que la música es una de las cosas más placenteras, tanto si
es sola como si es con acompañamiento de canto. Así pues, dice Museo que «el
cantar es lo más dulce de los mortales», y por eso se la aporta con buen
criterio en las reuniones y diversiones sociales, en la convicción de que puede
proporcionar alegría.
De
manera que también de ahí puede deducirse que hay que incluirla en la educación
de los jóvenes. Porque todos los placeres irreprensibles no sólo son adecuados
al fin (de la educación), sino también al descanso.
Luego, como resulta que
muy pocas veces llegan los hombres al fin, pero descansan a menudo y utilizan
los juegos, no para avanzar, sino por el placer que lleva consigo, puede ser útil
descansar en los placeres que la música proporciona.
Es
corriente que los hombres consideren los juegos como un fin. Sin duda, pero no
uno cualquiera. Al buscar ese placer, los hombres toman por él otro
secundario por el hecho de que tiene una cierta semejanza con el fin de las
acciones.
El fin no se elige por ninguna otra cosa posterior, y los placeres de
este tipo no requieren otro objetivo futuro, sino que parecen el objetivo de
cosas anteriores, como los trabajos y sus penalidades.
Por esta razón los
hombres buscan alcanzar la felicidad mediante estos placeres. cual es la razón
que uno puede verosímilmente suponer. Pero no es la única de que se dediquen
a la música, sino que ésta es también útil para el descanso, a lo que
parece.
Sin embargo, hay que examinar si esto no es algo
accidental y si la naturaleza de la música no es demasiado valiosa para
quedarse en la mencionada utilidad y es preciso no sólo participar del placer
común que de ella se obtiene, que todos perciben ya que la música ofrece un placer natural y por eso su uso es agradable
a gentes de todas las edades y caracteres, sino ver si también contribuye de
algún modo a la formación del carácter y del alma. Esto puede resultar
evidente si somos afectados en nuestro carácter por la música.
Y que somos
afectados por ella está claro en muchos otros campos, y de un modo muy notable
con las melodías de Olimpo.
Porque, según el consenso general, éstas producen
entusiasmo en los espíritus y el entusiasmo es una afección del carácter
del alma. Además de que todos los oyentes de las representaciones imitativas
se ven influidos acordemente en sus sentimientos, aun aparte de los ritmos y
melodías en sí.
Como resulta que la música es una de las cosas placenteras
y que la virtud consiste en gozar, amar y odiar de modo correcto, es
evidente que nada hay que aprender y practicar tanto como el juzgar con rectitud
y el gozarse en las buenas disposiciones morales y en las acciones hermosas.
Y
en los ritmos y las melodías se dan muy especialmente imitaciones conforme a
su propio natural de la ira y de la mansedumbre y también del valor y la templanza,
así como de sus contrarios y de las demás disposiciones morales.
Está claro por los hechos: cambiamos en nuestro estado
de ánimo al escuchar tales acordes, y la costumbre de experimentar pesar y gozo
en semejantes ocasiones está próximo el sentir de verdad con la misma
disposición.
Es decir, que si uno disfruta al contemplar el retrato de alguien
no por otro motivo que por su belleza propia, necesariamente también le será
placentera la contemplación de aquel cuya imagen observa.
El caso es que por
ningún otro sentido se nos ofrece ninguna imitación de estados de carácter;
así, por ejemplo, en el tacto y el gusto, y sólo existe, apenas, en la vista.
(Hay, en efecto, figuras con tales efectos, pero en pequeña medida, y no
todos participan de tal sensación, además de que no son imitaciones de
estados morales, sino que las figuras y colores presentes son más bien signos
de esos caracteres, y ésos son la expresión corporal de las pasiones.
No
obstante, en la medida en que difiere la contemplación de estas representaciones,
los jóvenes deben contemplar no las ob ras de Pausón, sino las de Polignoto, y
las de cualquier otro pintor o escultor que ofrezca un sentido moral.) …..
….De igual modo pasa con los ritmos : unos tienen un
carácter más reposado; otros más movido y de estos los unos tienen
movimientos más groseros
Además, parece que hay en nosotros cierta afinidad
con los ritmos y armonías .
Por eso muchos sabios afirman , los unos que el
alma es armonía y otros que tiene, armonía.