La música y las sociedades enfermas

La música es un importantísimo coadyuvante para lograr el bienestar social e individual necesario para seguir siempre adelante, siempre en positivo, siempre con fe...


Todos los que nos hemos atrevido a hacer arreglos eléctricos en nuestra casa y
por descuido rozamos un cable activo, conocemos la desagradable sensación que
produce.

 


También puede suceder que dejemos la vivienda sin luz al tocarse dos cables sin
la debida protección y es entonces cuando nos acordamos que no le colocamos
cinta aislante.

 


Nuestro mundo pasa a veces por situaciones difíciles y conflictivas que generan
una “descarga” desagradable ante la cual no tenemos a la mano la “cinta
aislante” que nos proteja. Y que proteja sobre todo a los más vulnerables, a los
que recogen como esponjas los problemas de su entorno: los más pequeños.

 


Las situaciones negativas pueden ser de diferente índole y ser generadas por
procesos diversos. Una situación política que promueva odios, rupturas y bloques
enfrentados, incluso dentro del núcleo familiar proporciona el caldo de cultivo
de una sociedad enferma, cuyos problemas hay que resolver, en última instancia,
dentro de la propia familia,

 


La práctica de la música en el entorno familiar puede ser esa cinta aislante que
nos proteja de situaciones hostiles. Los procesos mentales complejos que se
desarrollan cuando se produce activamente la música al ejecutar un instrumento,
incrementan geométricamente las posibilidades de lograr el equilibrio emocional
y la armonía.

 


Sin dejar de lado la audición de música adecuada, creo que la práctica y
ejecución de instrumentos musicales y el canto en el seno de la familia, y a ser
posible sin excluir a nadie, es una terapia que nos aísla de los estados
traumáticos que muchos de nosotros vivimos en nuestras sociedades y al mismo
tiempo nos da el ánimo y la fuerza necesarios para seguir adelante en la vida,
manteniendo además la unión de la familia que, en definitiva, es la base de una
sociedad que queremos feliz.

 

Como educador, es muy gratificante
observar que cada día son más los adultos que se interesan en la práctica
musical, pues aunque la prioridad son los más jóvenes, sabemos que estos buscan
siempre paradigmas, y sería maravilloso encontrarlos en su propio hogar.

 

El
ejemplo de padres, tíos y, por qué no, abuelos, es primordial en todas estas
actividades y tiene un efecto más potenciador que la sola participación de los
niños, además de beneficiar a todo el núcleo familiar en conjunto y a cada uno
por separado.

 

No pretendemos
que la música sea la panacea universal, pero estamos convencidos de que es un
importantísimo coadyuvante para lograr el bienestar social e individual
necesario para seguir siempre adelante, siempre en positivo, siempre con fe.

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