En
1964, el pintor Antonio BERNI emprende la construcción de una serie de
monstruos; piezas de gusto Barroco, extravagantes, no exentas de humor. Ya
consagrado el maestro en técnicas como el grabado, dibujo pintura collage;
decide ocupar el espacio haciendo estallar formas y colores, recuperando objetos
que la sociedad industrial y de consumo descartan.
En
la Obra de Berni, el período 1960-70 el uso de materiales de desecho, es el
sello-berniano de los xilo-collages y collages. Atento receptor de la sugerencia
de la materia, el artista une en un libre juego, por metáforas, simples
canastos de mimbre se transforman en el cuerpo de un pájaro, una rama de árbol,
en un ala, una hélice de lavarropas en un pico, una lámpara eléctrica en ojo,
tapitas de botellas de gaseosas en escamas de un dragón.
Lo más próximo sirve
a la representación de lo más remoto e improbable; esta dualidad de cercanía
y lejanía hace que nos detengamos a concentrarnos en cada detalle, en cada área
de materia, en un mundo en el que se mira sin ver, son “sueños de la creación
humana para uso de gente despierta”. Berni se dirige una vez mas en esta serie contra el “buen gusto”. Sus
monstruos, provocativos, animados tienen a veces una moderada cuota de humor.
Seres
fantásticos, despegados del soporte y plantados en el espacio, muy distintos
del de nuestro mundo, adquieren vida.
Estos “monstruos” (mostrar), hacen
visible y se caracterizan por estar contra el orden regular de la naturaleza,
respondiendo a una exigencia simbólica de la mente del artista cuando ésta no
encuentra referente en ningún ser existente o conocido.
Su
visibilidad aluden en términos generales a la eterna lucha entre el Bien y el
Mal. Pero Berni indica que proceden de las pesadillas de Ramona Montiel, donde
se convierten en símbolo del dolor provocado por el despuntar del inconsciente. Junto a los seres de pesadilla que hacen visible el drama de Ramona,
otros ingresan en narraciones paralelas como aquellas que hablan de la guerra,
la destrucción y la muerte. Tal los casos de los “Robots” de la “Masacre de los inocentes”,
“Máscara azteca” (revelan el interés del artista por lo Latinoamericano).
Los
Robots tienen una intensionalidad constructiva atenta a la simetría y la
proporción.
La
influencia de la iconografía prehispánica resalta asimismo, en la pintura
“La pesadilla de los injustos” (1961).
Pero
los monstruos de Berni, no se agotan en la manifestación simbólica de los
temores latentes de la psiquis. Exhiben también otros horrores del mundo exterior.
Nos hablan de la
guerra y del sacrificio de víctimas inocentes, influido quizás su autor por
acontecimientos como la guerra de Vietnam (1964-1973) y otros sucesos históricos
convulsivos de los sesenta: los asesinatos del presidente Kennedy (1963), de
Malcom X (1965), del Che Guevara (1968), de Robert Kennedy (1968), la guerra de
los seis días (1967), la “primavera de Praga” (1968)…
En
los monstruos de Berni, el punto en que lindan realidad y fantasía resultan difícil
de precisar. Sorprenden en su actualidad. Los recientes ataques a la ciudad de Nueva York, que conmovieron al mundo
entero, hablan de la vigencia de esas imágenes del exceso impensado, del
absurdo posible.
La genialidad del artista rosarino, consiste en haber dado visibilidad a
lo terrible creando monstruosidades creíbles. En este sentido, recuerda imágenes de las Caprichos de Goya, capaces de
reflejar magistralmente lo infrahumano, la contrafinalidad de la razón cuando
sueña y “produce monstruos”.
FOTOGRAFIA:
“UN MONSTRUO” (cabeza faltante) – 1965
Construcción polimatérica 75x105x185 cm.