Diego Rivera
Una obra de arte puede ser popular en la inspiración y no serlo en la ejecución. Todo arte auténticamente nacional es así. Así es la pintura mural de Rivera.
Rivera monta su taller en una tierra llena de tradiciones pictóricas, pero insuficiente para explicar su estilo nuevo. Ni en la pintura virreinal, ni en la pintura de la academia de San Carlos se encuentran los precedentes de su obra.
Es en París y en contacto directo con Picasso y el círculo esotérico del cubismo donde comienza su época creadora. No era el cubismo un nuevo estilo de pintura pero sí una disciplina que adiestraba y preparaba un estilo futuro. El paso por esta escuela dejaba experiencias muy valiosas en la orientación de su estilo.
En 1920 se detiene una larga temporada en Italia, donde descubre la pintura mural, su espíritu no podía carecer de curiosidad universal, ni de comprensión para penetrar en la pluralidad de las formas plásticas. Necesitó nutrirse de una gran experiencia de la vida y el arte para definir y acrecentar su personalidad.
Si la pintura europea no absorbió a Rivera, por el contrario éste absorbió aquella pintura, ha sido por la fuerza de su alma, que es el ímpetu vital de energía primaria intacta.
Supo tener la audacia y capacidad para entrar y salir por todos los caminos de la pintura sin perderse, sabiendo que al final se encontraría de nuevo a sí mismo.
El estilo nacional de Diego Rivera, que se eleva sin duda a la categoría del arte culto, tiene sus fuentes de origen en el arte popular indígena cuyos rasgos individuales, sublimados por este gran pintor, adquieren el rango de la universalidad.
Rivera regresó a México en 1921, encontrando el clima propicio para desenvolver el plan de su obra, inspirado en los mismos ideales que en ese momento alentaban los mexicanos en diversos campos de la actividad nacional.
La obra de Rivera, es una expresión de la vida del pueblo mexicano, tanto en la historia como en la realidad presente, captando en su pintura aquellos momentos esenciales que pueden revelar como vive, como padece, como trabaja, como se divierte, como lucha y como muere, encuadrando en el paisaje de México todo este despliegue de palpitante humanidad.
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