Desde Bariloche, Patagonia Argentina, escribe Juan Isidro González
Como sostenía Eurípides, la verdad es moneda escondida. Y
nuestro pasado no solo tiene muchas verdades escondidas con toda maldad e
impunidad, sino también "grotescamente" tergiversadas, como lo ha sido a lo
largo de tantos siglos la presunta "Primera
Fundación de Buenos Aires”.
La expedición que planificó y encabezó
don Pedro de MENDOZA, la más ambiciosa empresa encarada por España
hasta esa época, culminó en un rotundo fracaso ya que no pudieron lograrse los
objetivos que guiaban a los ultramarinos, estos es, hacer un gran negocio
expoliando, esclavizando y asesinando a millares de seres humanos.
Si bien es
cierto el fracaso coronó tamaño esfuerzo, no es menos cierto que tales
“negocios” fueron el común denominador de los “gallegos” que
realmente vinieron “a hacerse la América”. Se lo llevaron todo.
El
tema puntual de la “primera fundación” integra un capítulo del libro que
tengo en preparación, cuyo título tentativo es “Malditos Genocidas”. Y
para encarar el presente artículo, saqué de su contexto esta cuestión de don
Pedro DE MENDOZA.
Paralelamente agregué algunos aspectos que son parte de
otros capítulos, que he concatenado al nudo central de este trabajo porque
tienen estrecha relación con el accionar de los conquistadores, colonizadores,
y/o saqueadores españoles que hicieron de las suyas por este continente.
El
libro en cuestión – no sé cuándo verá la luz, lo que puede ser realmente un
milagro – se gestó a partir de una observación que le formulé a dos
historiadores que laboraban en el programa radial para el cual yo escribía notas
costumbristas, políticas y/o sociales.
Fue un simple desafío epistolar de "apenas" 14 carillas con el
que traté de desmistificar a dos conquistadores-colonizadores-bandoleros, los
taimados y perversos Hernán CORTES (1516, en México) y Francisco
PIZARRO (1536, en el Perú), a quienes se les recordó como si hubieran
tratado de prohombres en lugar de lo que realmente fueron, cabecillas
desquiciados de canallas, depredadores y asesinos, carentes de piedad y
conmiseración. Paralelamente me referí a lo que realmente no fue: la
primera fundación como ciudad del “Puerto de Nuestra Señora de Santa
María del Buen Aire”.
Aquella nota a los dos historiadores la escribí el 14 de abril de 1999,
jornada en la que se conmemora (¿todavía se lo hace?) “El día de las
Américas”. Una vez concluidas mis disquisiciones, consideré que lo
que había redactado, con bastante bronca, daba para mucho más. Y fue así que me
embarque en esta suerte de peculiar revisionismo histórico que vaya a saber
cuando concluiré.
Sobre el particular necesito ser un poco más preciso, aunque parezca
presuntuoso. Durante uno de mis habituales viajes a Buenos Aires, a mediados de
2001, sintonicé el programa de Pablo RAMIREZ y dio la casualidad – esto
va para quienes no creen en las casualidades – que el más joven de esos
historiadores aún tenía intervención en “RADIO SHOW”.
A pesar de haber
transcurrido mucho tiempo, y haciendo gala de una lúcida y notable memoria, ese
día me recordó sin ambages e hizo mención a aquella nota apoyando la seriedad de
mi postura sobre la ausencia de fundación de MENDOZA, y que en
cierta forma había terminado por compartir.
Ahora Jorge LANATA también tocó el tema en su excelente libro “ARGENTINOS”, aunque no encarando de
manera decidida y profunda el caso de la pseudo “primera fundación”. Solo
memoró las vicisitudes atravesadas por MENDOZA y su gente durante la
fracasada incursión por estas agrestes tierras.
En general, su trabajo
literario, con novedosos e interesantes enfoques, se viene a sumar a los de
quienes pretendemos no modificar la historia a nuestro arbitrio, sino ponerla de
manifiesto tal como aconteció, a partir de lo que se omitió con toda
deliberación y alevosía.
En lo referente a Don Pedro, coincido con
LANATA en algunos puntos y disiento en otros – en la forma, no en el
fondo -, pero ambos nos empeñamos en luchar por la verdad y procurar dejar
expedito el camino obliterado por la información interesada y falaz.
Solo sé que no fue una ciudad
En
una colección editada por el matutino “CLARIN”, parte de su número 4 fue
dedicada a la "PRIMERA FUNDACION DE BUENOS AIRES" como “ciudad”, cosa que en mi humilde opinión – y en la de muchos
revisionistas – jamás se produjo, si por fundar se entiende crear una
ciudad.
Y ese objetivo no estaba en los planes que hicieron posible el viaje.
Esa presunta “ciudad”, construida bajo el mando de don Pedro de
MENDOZA, fue una quimera histórica que se extendió a lo largo de cinco
siglos, a pesar de no contar con pruebas sólidas que la avalaran como una
realidad absoluta.
La misión del adelantado, y debidamente asentada en las
capitulaciones que se elaboraron en el Consejo de Indias a instancias de Carlos
V, no perseguía el propósito de fundar ciudad alguna, sino establecer un puerto
en la boca del Paraná, como una suerte de “cabeza de playa”, para
posteriormente, río arriba, crear otros dos puertos. Interin, apropiarse de
cuanto estuviera a su paso y consolidar la presencia española en la zona.
El
capítulo periodístico al que me refiero fue prologado por el señor José E.
BURUCUA, profesor de Historia Moderna de la Universidad de Buenos Aires. La
introducción, que no fue encasilla de manera específica en el tema fundacional,
se tituló "LA MENTALIDAD DE LOS COLONIZADORES".
Lo que me resultó
realmente un poco frustrante es que en ninguna parte de ese excelente
escrito, el profesor BURUCUA hizo referencia concreta a la "fundación
de la ciudad o puerto de Buenos Aires" ni emite opinión alguna sobre el
hecho.
De
manera específica se refirió a los diferentes estamentos sociales del cual
provenían los conquistadores y colonizadores – militares, señores, aristócratas,
teólogos, clérigos, aventureros codeados con la delincuencia – ateniéndose de
manera estricta al asunto del título, o sea a la disposición para pensar, a la
estirpe de los capitanes y el propio adelantado, “quienes ponían en
evidencia su pertenencia a una cultura diferente, a un cierto modo de
vida noble y a sus valores caballerescos”. Ergo, que dejaban traslucir
un pasado de nobleza, sabiduría y fortuna, pero que estas “cruzadas” les
posibilitaría incrementar sus peculios.
Se
preguntaba el historiador, con toda razón, ¿Qué traían en sus mentes y en sus corazones? ¿Qué ideas, qué sentimientos, qué
ilusiones? Por otra parte señalaba que el lenguaje que se empleaba, así
como también los principios más extendidos del dogma cristiano, era un
denominador común entre aquellos caballeros, aristócratas, señores y teólogos.
En lo que a don Pedro de MENDOZA se refiere, maltratado hasta niveles
intolerables por su terrible enfermedad, ya en una faz casi terminal, únicamente
señaló, como dato ilustrativo de su ilustrada personalidad, que traía como
lectura dos libros: uno de VIRGILIO y otro de ERASMO.
Algo me llamó poderosamente en la nota del profesor. Y es el párrafo en el cual
sostiene que "la imaginación, la memoria auditiva y la capacidad de
transmitir lo sabido con los aderezos de la fantasía habían de ser
en ellos (obviamente de todos y cada uno de los que integraban las
cruentas expediciones de conquista) facultades prodigiosas".
En
una palabra, la mayor parte de lo que se sabe de aquellos años – no solo de lo
acontecido en esta parte del Plata, sino en todo el continente, desde que
Cristóbal COLON hizo pie en Santo Domingo – ha sido transmitido de oído en
oído y de boca en boca, y volcado de primera o segunda mano en algún que otro
documento, poco confiable y absolutamente subjetivos donde las violentas
acciones del invasor español era morigeradas hasta convertirlos en artículos
inocuos.
Existió sí mucho material escrito por quienes tuvieron mucho que ver, de manera
colateral y pasiva, en el proceso de conquista; trabajos que se fueron perdiendo
a lo largo de los años.
Se intuye que no existió mayormente preocupación y
dedicación por conservarlos, en mérito a su escaso valor informativo… o porque
eran demasiados precisos y claros en la descripción de los hechos acontecidos,
lo que resultaba, por sangrientos y aberrantes, poco conveniente para la Corona
su difusión. Como prueba ello están las tribulaciones que debió afrontar Fray
Bartolomé de las Casas (1474-1566) cuando se atrevió a revelar con
meridiana claridad en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”.
Su elocuente trabajo solo consiguió ver la luz al publicarse de manera
ilícita. Cubre un capítulo muy especial de mi trabajo, pero no deberá
sorprender a nadie si al igual que con la odisea de MENDOZA, le dedico
una nota esclarecedora por su notable y valeroso desempeño como sacerdote y ser
humano.
Si
bien es cierto que el honesto y detallado trabajo del clérigo – se tradujo al
latín, italiano, holandés, inglés, francés y alemán, lo que posibilitó su
divulgación por toda Europa – lo llenó de sano y santo orgullo hispánico, ello
no impidió que muriera en Madrid en el mayor de los descréditos.
Es que esta
monumental compilación de datos ciertos sobre las maldades y atrocidades
cometidas durante toda la conquista de América fue un eficaz documento en contra
del Imperio Español. Fue utilizado con toda inteligencia por los líderes del
pueblo holandés en su lucha revolucionaria por la independencia de su patria, la
que se llevó a cabo de todos los frentes.
España se había ganado de muchos
enemigos y este aporte de Fray Bartolomé, un santo varón que con enorme
valentía no quiso esconder la moneda, tuvo decidida participación moral –
junto a las obras “Tiranía y Crueldades de los
Españoles” y “El Papismo al
Desnudo” – en la subsiguiente confrontación bélica llamada de los
“Treinta Años”.
Se
supo con toda certeza, aunque no se ha dado suficiente difusión al asunto, que
la bibliografía casi de culto de Fray Bartolomé
tuvo mucho que ver en la corriente independentista de América a
partir de los comienzos del Siglo XIX.
Su lectura obligada echaba por tierra los
falaces argumentos históricos que esgrimían los hispanos y venía a confirmar lo
que solo se conocía como trágicas y cruentas leyendas que difundían los criollos
en busca de detractar a los españoles y que se los viera tal cual habían sido
durante siglos.
En verdad, las obras de De Las Casas, una suerte de “mea culpa”
de quien solo se debía a Dios y a su patria, fueron realmente un
incontrovertible e inefable aporte para la toma de conciencia en los españoles
de que algo se estaba gestando y probó una necesaria aunque tardía humanización
del accionar del dominio peninsular en el continente.
Se buscó por todos los
medios evitar lo que realmente fue inevitable: la independencia de América de la
Corona de España. La llama de la libertad se había encendido y ya no habría de
extinguirse.
Los comienzos de un viaje aciago
Pero volvamos a lo nuestro, ya que la lucha de los criollos por su emancipación
es otro segmento de la historia oculta.
No
existen constancias concretas, lo suficientemente objetivas y fundamentadas, de
todo cuanto aconteció cinco siglos atrás, especialmente en lo que a Buenos Aires
se refiere, desde la creación del puerto, en 1536, hasta su abandono definitivo
en 1541 por disposición del gobernador de ASUNCION, don Domingo
MARTINEZ DE IRALA, quien por otra parte ordenó el éxodo de los más de 400
habitantes (cuando se fue MENDOZA apenas sobrepasaban las 100
almas, que no se multiplicaron por generación espontánea) hacia el
Paraguay y la destrucción absoluta del lugar, como si tratara de borrar con
fuego lo malo y lo bueno que había sucedido en el puerto. Solo quedaron algunos
documentos gráficos, como los notables dibujos del cronista Ulrico SCHMIDL
y algún que otro escrito casi sin importancia.
La mayor parte de las cosas
llegaron a los oídos de cronistas que volcaron en sus escritos hechos de los que
jamás habían sido testigos.
Está científicamente probado que las transmisiones verbales-auditivas, apelando
a la metodología que mencionaba el profesor BURUCUA, y esporádicamente
volcados en informes de distinta índole, no pueden ni deben
aceptarse como precisos y creíbles, toda vez que culminan con ostensibles
distorsiones y malas interpretaciones que se incrementan en mérito a opiniones
o deducciones personales de los distintos escuchas y más tarde voceros.
No todos
eran doctos – más bien guerreros iletrados -, ni poseían el mismo coeficiente
intelectual ni mucho menos similar punto de vista.
Ya
desde antes de partir de España habían surgido serias controversias entre los
aventureros que acompañaron a MENDOZA, independientemente del preocupante
estado de salud del líder. Todo esto hacía presagiar ya desde el vamos
una expedición con problemas, y graves por cierto. Se la consideró como la más
importante de las empresas de conquista y coloniaje iniciadas por la Corona de
España, sin invertir un solo ducado.
Todo el mundo estaba realmente agitado por
la partida de los expedicionarios hacia tierras donde, se decía, las calles eran
de plata pura y los palacios repujados en oro, y que lo único que llevaban
puesto las mujeres eran unas coloridas vinchas para sujetarse el cabello
azabache.
La
llegada a España de Fernando PIZARRO, quien venía desde el Perú, enviado
por su hermano Francisco para entregarle al soberano español su quinto real manchado con la sangre de cientos de incas inocentes y confiados,
fue el acicate para que decenas de aventureros decidieran sumarse sin dudarlo
dos veces a la expedición de MENDOZA.
Afilaban sus espadas y cuidaban el
buen estado de mosquetes, arcabuces y ballestas. Eran los sobrevivientes de
otras contiendas europeas – italianos, alemanes, franceses –que se resistían a
dejar pasar una invitación a la riqueza como la que ofrecían Don Pedro y
su gente.
Jóvenes de todos los estratos sociales y caballeros empobrecidos que
soñaban con volver a nadar en la riqueza rodeados de bellas mujeres, no dudaron
un instante en ser de la partida. También había gente salida de presidio, con un
pasado feroz y violento, que no tenían nada que perder y mucho que ganar.
Entre los caballeros había quienes viajaban con sus esposas. Y se dice que
mezcladas con la turba viajaban mujeres disfrazadas de pajes con lo que eludían
las prohibiciones de las normas legales españolas que impedía que toda mujeres
solteras, cualquiera fuera su edad, integrara este tipo de expediciones. Los
marinos siempre requieren ser arrullados por una voz femenina.
Pero vayamos por parte, queridos amigos.
Un grosero error de selección
Posiblemente uno de los mayores errores históricos cometidos por la Corona de
España – y los tuvo en cantidad – fue confiarle a don Pedro de MENDOZA la
comandancia del más grande de los emprendimiento por afianzar su poderío
en las Indias encarados hasta 1534.
No por sus méritos personales ni por contar
con la plena confianza del Rey, sino por la enfermedad que había contraído y
cuya gravedad se acrecentaba lenta pero sin pausa. T
an es así, que MENDOZA
apenas se mostraba por la ciudad capital del reino, asistiendo solo a las
reuniones del Consejo de Indias haciendo un tremendo esfuerzo físico. Era por
demás obvio que con una persona de salud tan endeble, al frente de una empresa
de tal envergadura, la misma tenía altas posibilidades de fracasar. Entonces,
¿por qué su designación como adelantado del Río de la Plata y con plena
autoridad?
Nacido en el seno de una familia noble de la ciudad de Guadix, en Granada,
Don Pedro consideró que la fortuna le había sonreído cuando fue designado
paje del rey Carlos V. Ello le permitió hacerse sumamente habilidoso en
el arte de la esgrima, como así también ser considerado un verdadero experto en
el manejo de otras armas, ya sean estas arcabuces, mosquetes o ballestas.
Fue
cortesano y combatiente en las guerras de Italia. Secundó con toda eficacia y
dedicación a su monarca no solo en los diversos campos de batalla donde dio
muestra de un valor a toda prueba, sino en las poderosas y resplandecientes
cortes europeas en la que el monarca español era recibido con toda la pompa.
Mujeriego empedernido, un desagradable y fatídico descuido con alguna mujerzuela
le hizo contraer sífilis, también conocida como “mórbido gálico”,
enfermedad infecto-contagiosa incurable para aquella época, y que producía
serias y poco agradables lesiones en la piel y en las vísceras.
En lo que se
consideraba su período terciario, se caracterizaba por lesiones
circunscritas gomosas, no solo de mal aspecto sino terriblemente molestas. El
cerebro no estaba inmune a la virulencia del mal, por lo que muchas veces quien
la padecía sufría serias alteraciones en su forma de actuar y discernir.
Y es en
esta tercera etapa de la afección sifilítica, que don Pedro DE MENDOZA
dio comienzo a lo que sería su última aventura. Ello conlleva a comprender las
graves e incomprensibles decisiones que adoptó, lo que alteró notablemente a su
entorno y sumió en una cruel incertidumbre a toda su gente.
Tú robas, el asesina, todo sea por la corona
España había conquistado inconmensurable cantidad de territorios sin invertir un
solo ducado. Los arriesgados “empresarios” que alcanzaban el título de
adelantados, firmaban capitulaciones en las que adquirían el compromiso de
financiar los viajes, esto es responsabilizares por reclutar a quienes serían
sus acompañantes, pertrechar la flota con su propio peculio, y reservar para
el rey el quinto de las riquezas que en oro y piedras preciosas pudieran
conseguir a lo largo y a lo ancho de las nuevas tierras de ultramar.
Como
compensación, los adelantados recibían entre, otros títulos, el de gobernador, y
el derecho de otorgarle a sus “camaradas de ruta” (un calificativo muy
común en las décadas del 60/70 para designar a los pseudo amigos del hoy venido
a menos comunismo) grandes extensiones de terrenos e ilimitada cantidad de
aborígenes para hacer fértiles y productivas esas tierras.
En
primera instancia, la misión que se le encomendó al adelantado fue establecer
tres fuertes o puertos a partir de la desembocadura del Paraná, y cuyos
gastos de construcción obviamente saldrían de su peculio personal, pero
reembolsable con lo que se pudiera obtener.
Esto tenía por objeto impedirle a
los portugueses el acceso a la costa occidental del Río de Solís; explorar y
conquistar las tierras de la región y preservar con una mayor seguridad el
camino que llevaba a la llamada “Sierra de la Plata”.
Al remontar el río
debía procurar las capturas de caciques o señores (Incas), como lo había
hecho PIZARRO en Cajamarca, y que le dejaran a la corona de España
suculentas ganancias. Para asegurar de manera adecuada esos fines debía levantar
por lo menos tres fuertes, cosa que planificaron llevar a cabo sin tropiezos y
contando con la ayuda de los aborígenes, con quienes debían establecer buenas
relaciones.
Por lo tanto, la premisa era obrar de manera cauta sin apelar a la
violencia innecesaria a la que era tan afecto la soldadesca. No debían obrar
tan sanguinariamente como había comportado en México Hernán CORTES
o Francisco PIZARRO en el Perú. En parte se alcanzaron esos objetivos,
pero no pudieron sostenerse por mucho tiempo ya que los esfuerzos aplicados no
redituaron los beneficios que se pretendían alcanzar.
Así se estableció, en primer término, el “Puerto de Nuestra Señora de
Santa María de Buenos Aires”, como dijimos fue una especie de “cabeza de playa”, para seguir prácticamente de inmediato con los fuertes
“Nuestra Señora de la Buena Esperanza” y “Corpus Christi”.
Estos tres
emplazamientos cívicos militares se concretaron a lo largo de 1536, lo que
posibilitó el apoyo logístico necesario para que Juan DE SALAZAR sí
fundara, con todas las normativas reales una ciudad el 15 de agosto de 1537 a la
que bautizó Asunción, la que prosperó rápida y notablemente.
Ya
durante la firma de las capitulaciones, MENDOZA evidenciaba de manera
ostensible el lento pero implacable avance de la enfermedad que lo aquejaba,
cuyos síntomas – especialmente las llagas y pústulas – eran inocultables. Sin
embargo, la Corte había tomado una decisión política irreversible.
La suerte
estaba echada y, sin siquiera sospechárselo (¿o sí?), el fracaso de la
expedición solo era cuestión de tiempo. Se dice que MENDOZA abría
asistido al levantamiento del fuerte ”Nuestra Señora de la Buena
Esperanza”, lo que no fue así dado el alto grado de postración que padecía.
Vivía enclaustrado, casi inmovilizado, en el rancho que le habían construido en
el centro del complejo habitacional, como ya veremos más en su momento. Esto es
solo un adelanto…
Los muchachos no se ponían de acuerdo
Resulta un tanto difícil establecer y/o corroborar, por no haber quedado mucha
documentación – distintos autores difieren en sus opiniones, lo que convalida
que las versiones de boca en boca distorsionaban la certeza histórica – la
expedición estaba compuesta por 14 embarcaciones con una dotación total cercana
a los dos mil seiscientas personas, entre marinos, soldados, mujeres y clérigos
de diferentes órdenes religiosas.
Estos datos según Ulrico SCHMIDEL (o
SCHMIDL) un militar de origen bávaro y excelente dibujante, único cronista y
dibujante de esta epopeya, quien volcó sus observaciones en unos apuntes que
titulo “Derroteros y viajes a España y las
Indias”.
Por su parte Ruy DIAZ de GUZMAN sostiene que si bien eran 14 naos, los
viajeros sumaban dos mil doscientas almas. Pero para Eduardo MADERO la
flota estaba compuesto por 11 barcos y poco más de 800 personas. Como puede
apreciarse, las diferencias son ostensibles.
Don Pedro contaba – según el
historiador MADEROS – con la valiosa colaboración de los capitanes
Juan de OSORIO, maestre de campo, quien había recibido amplios poderes de
MENDOZA y a quien se consideraba su “hermano jurado”, Juan de
SALAZAR y ESPINOSA (Capitán de “La Anunciada”), Juan de AYOLAS
(Alguacil Mayor), Gonzalo de CUADRO (Capitán de la mar), Rodrigo de
CEPEDA, Galaz de MEDRANO (Capitán de la mar), Francisco RUIZ GALAN
(Capitán de la mar), el almirante Diego de MENDOZA, hermano
de don Pedro, Juan de LEIVA (alférez de la gente de a caballo),
Gaspar LOPEZ (Sargento Mayor de los infantes), y Rafael Pérez de HAROS
(Escribano).
Es
dable señalar que Carlos V, por motivos que hacían a sus intereses
económico-administrativas, y para evitar presuntos fraudes o corruptelas (la
cosa no es de ahora ni patrimonio de los argentinos), designó por sí mismo una
treintena de cargos para Regidores, Factores, Tesoreros, con el control general
de un selecto grupo de Contadores (encabezados por Juan de CACERES), y
otorgándole pleno poderes al Escribano Martín PEREZ de HAROS. Una manera
eficaz de asegurarse su quinto real.
No es que fuera desconfiado, pero entre lo
que se le comentaba “soto voce” y lo que se le entregaba, las dudas de
que lo estaban “currando” a cuatro manos.
Si bien es cierto confiaba
ciegamente en don Pedro, similar predicamento no lo tenía con ninguno de
sus colaboradores. Además el estado de salud de MENDOZA dejaba que desear
y, en alguna circunstancia, podía transformarse en una persona susceptible de se
manejada si su aquiescencia.
Como dato anecdótico – en lo que hace a la cantidad de navíos y a un
“affaire” romántico protagonizado por don Jorge DE MENDOZA, primo
hermano del Adelantado – la expedición estuvo a punto de fracasar a su paso por
las Islas Canarias.
Si bien es cierto que se había previsto la incorporación de
otros tres barcos, lo que no se previó – ¡cómo podía pensarse o sospechar en
semejante cosa! -, es que durante la recalada de la flota frente a la costa del
puerto de Palma, para reaprovisionarse de agua y alimentos de toda índole,
don Jorge tuvo la malhadada idea de enamorarse de una bella lugareña.
Sin
las debidas dispensas de los progenitores de la muchacha, el joven enamorado la
llevó a bordo de su nave con el consiguiente problema que le causó a su primo
Pedro.
Se comenta que este curioso episodio – vaya a saberse por qué motivos
– fue el factor de un serio resentimiento entre Juan DE AYOLAS y de
Juan DE OSORIO. Este enfrentamiento tendría un trágico e injusto final, como
ya veremos, lo que no favorecería en lo absoluto la marcha de la misión, sino
más bien que sería el comienzo de su fin.
Las autoridades portuarias tomaron la firme decisión de no permitir que se
levaran anclas hasta tanto la jovencita no fuera devuelta. Los tenía sin cuidado
quién estaba al frente de la flota y por orden de quién estaba en navegación. Y
solo cuando tronaron los primeros cañonazos, los expedicionarios se hicieron
cargo de que la cosa iba en serio y que no interesaban los títulos nobiliarios
ni los rangos militares.
Por lo tanto la más que atinada decisión fue que la
hermosa palmense bajara a tierra, pero acompañada por su ardiente Romeo. Se dice
que, como en los cuentos de hadas, todo culminó en boda, único camino para
salvar el honor de la joven y el pellejo de don Jorge, quien quedó
definitivamente como nuevo habitante del archipiélago.
Entre los expedicionarios había gente de mucho rango y abolengo, así como
también aventureros y gente de baja estofa.
Esto, lógicamente, motivó serias
discriminaciones que los oficiales debieron superar con extrema dureza, incluso
garrote en mano. Y las intrigas comenzaron a caotizar el viaje. MENDOZA,
postrado en su camarote por la enfermedad que le iba consumiendo poco a poco su
organismo, comenzando por su sistema cerebral.
La afección, que modificó
su carácter y la toma de decisiones, lo llevó a decidir la ejecución del
maestre de campo Juan de OSORIO por presunto intento de desobediencia
hacia.
Lamentablemente tuvo oídos para una sola campana de dos tonos: la de los
enemigos de OSORIO: el alguacil Juan de AYOLAS y su incondicional
adláter, el capitán de la guardia del adelantado y capitán asimismo de la nao
“Santa Catalina”, don Galaz de MEDRANO, lo que se dice
“dos buenos muchachos”.
El
líder de la conjura en contra del maestre de campo del adelantado,
Juan de AYOLAS, como consecuencia del resentimiento personal – llámese
celos, envidia, perversidad – que sentía por OSORIO, quien solo contaba
con 25 años de edad, pero que además de maestre de campo contaba con un
gran predicamento entre los hombres de armas, algo absolutamente normal en este
tipo de expediciones, todo puesto para el desarrollo eficaz de la aventura.
En
opinión de AYOLAS, esto lo convertía en un elemento de sumo peligro. No
faltaron los rumores ni las falsas delaciones que lo hacían aparecer como
amotinando a la gente Se dice que OSORIO nunca fue llamado a declarar ni
logró proveer la defensa que merecía no solo por su investidura, sino como ser
humano. Se dice que se los juzgó en ausencia y también en ausencia se le dictó
la condena.
Entiendo que se impone poner en claro este punto, ya que a mi juicio – y en el
de muchos historiadores que lo tienen como sustento para vaticinar el comienzo
de la debacle posterior – no se obró con real justicia. Igual que ahora. Han
pasado más de 500 años y el mal ejemplo ha cundido hasta ahora.
¡Cuántos
delincuentes de guante blanco, ex presidente, ministros, secretarios de Estado,
funciones de alto nivel, etc., están libres porque los jueces y fiscales son tan
corruptos como los propios delincuentes, que jamás serán “hallados” culpables.
Un cerebro enfermo conduce al desastre
Así se produjo – AYOLAS planificó, perfeccionó y puso en marcha un
maquiavélico trabajo – una grave denuncia en contra de OSORIO, a quien
acusaba ladinamente de estas confabulando en contra de su protector, el propio
adelantado MENDOZA.
Pretendió hacerlo ver ante la gente de armas como un
siniestro traidor; como un ambicioso que apoyándose sobre el ascendente que el
joven tenía con las fuerzas de choque, pretendía cortar la línea de poder,
quebrantar el orden, y en medio del caos que seguramente se produciría, asumir
la titularidad de la cercana conquista.
Como dije, el maestre de campo
era un joven andaluz que hacía poco tiempo había cumplido su cuarto siglo de
vida. Se ha dicho en alguna biografía que se trataba de una persona de carácter
hiperactivo, le faltaba la capacidad de ser más reflexivo y menos confiado.
Además siempre era atacado por una incontenible verborragia y su honestidad le
llevaba a decir cosas que podían ser mal interpretadas por gente para nada
inteligente.
Una de las acusaciones de AYOLAS fue que, en ocasión de estar anclados en
las islas de Cabo Verde, OSORIO había conspirado contra el mando de
MENDOZA, aduciendo que su enfermedad los estaba llevando hacia un desastre
más que seguro. Lógicamente existe más una versión sobre estas alcahueterías,
sin fundamente alguno.
Una de aquella fábulas afirmaba que OSORIO arengó
a la gente que le era fiel con este absurdo discurso: “La gente de
esta armada, ¿por qué razón tiene que obedecer a don Pedro de MENDOZA?
¿Por qué hacer lo que él manda especialmente debido a su mórbido gálico que lo
sacó de sus cabales? Creo que resulta importante que ninguno debe continuar
obedeciéndole y hacer lo que mejor le convenga. Estamos muy lejos de
nuestro terruño y la vuelta es poco menos que imposible”.
Abierta la audiencia procesal, depuso en primer lugar AYOLAS, quien
ratificó sus dichos, agregando circunstancia que hacían más dificultosa la de
por sí grave situación del pobre OSORIO, a quien no se le permitió
asistir al juicio en el que se le podía condenar a muerte.
Las falaces palabras
de AYOLAS fueron confirmadas por el Contador CACERES y ampliadas
de manera incomprensible y grosera por parte de Galaz de MEDRANO, quien
sin hesitar dejó correr una nueva y lapidaria especia para el desventurado
OSORIO, cuyo gran mérito fue ser subordinado a ultranza a su adelantado.
MEDRANO.
Según lo que se logró rescatar de documentación hoy desaparecida,
pero que cayo en ojos de incondicionales al maestre de campo habría
salido del camarote de Don Pedro, visiblemente ofuscado, y que al tropezarse con
MEDRANO – que a la sazón lo vigilaba con discreción – le habría confesado
con tristeza y temor que cuidaba muy bien lo que comía para evitar traiciones;
que si por un casual, a pesar de no se devoto de Dios y todos sus Santos,
comenzaba a sentir algún síntoma de envenenamiento, solo le quedaba levantar en
armas a sus aliados de la nave y pasar por las armas a todos quienes intentan
traicionarlo
”Este mal de ojo que me mira lloroso – mentían sobre referencia de
OSORIO relacionados con MENDOZA, señalando despectivamente a sus
espaldas – esta perdiendo toda su confianza en mi, seguramente por cuentos
de malas personas que navegan codo a codo conmigo que pagaran con su vida
la traición que hácenme”. Y según MEDRANO – brillante memoria la
suya, a pesar de contar con poco cerebro pero mucha lengua – OSORIO
habría culminado su violenta confesión así: “Saltaré a tierra con DE
GUEVARA, y vos y yo y no va a haber guardia sino que yo tengo que
tener veinte arcabuceros de los diabólicos que tengan
entendido y derriben al que yo les hiciese los ojos.
Y MEDRANO –
culminando sus denuncia con otras mentiras que jamás habrían pasado por
la mente de OSORIO, dijo que el maestre de campo, visiblemente
irritado había lanzado otras duras expresiones que rozaban a don Pedro,
como ser que “Pese a Dios, nos mandan más bellacos y judíos para que nos
dirijan”. La cuerda al cuello de OSORIO ya estaba puesta y su nudo
corredizo se iba apretando poco a poco.
Para don Pedro aquellas palabras resultaban realmente lapidarias (para el
caso de que hubieran sido verdad, cosa que el adelantado desconocía en lo
absoluto). Las diferentes versiones confluyen a un mismo punto desde instancias
diferentes.
El cada vez más avejentado y enfermo adelantado, en un momento en el
que su cerebro le estaba jugando una mala pasada, dispuso la formación de un
acto sumarísimo, para lo cual le indicó a AYOLAS que convocara al
escribano PEREZ de HARO para la substanciación del debido proceso.
Los
hombres que circundaban áulicamente al cada vez menos comprensible don Pedro,
habían dejado de frecuentar al maestre de campo, quien sabiéndose
inocente y vilmente traicionado, sin posibilidades de demostrar su
inquebrantable lealtad para con MENDOZA, ambulaba por cubierta con
grillos en sus muñecas para evitar la bochornosa temperatura de las cabinas.
Lo
que más acuciaba a OSORIO es que, con una absoluta falta de respeto no
solo hacia su investidura, sino a lo que toda la chuzma considera un juicio
legal y justo, fue que jamás se lo sentó en el banquillo para que escuchara a
sus acusadores y concurriera en su propia defensa. Había sido menoscabado hasta
lo más bajo que se lo puede ser con una persona que había sido no solo
privilegiado por Carlos V y el Consejo de Indias, sino por el ahora enajenado
adelantado Pedro de MENDOZA.
La fortuna y el capricho gobiernan al mundo
Una acotación al margen. Varios años más tarde – cerca de 300 – los
magnicidas Salvador María DEL CARRIL, Julián Segundo AGÜERO,
coautores con el mulato Benardino RIVADAVIA y Juan LAVALLE fueron
los sutiles instigadores, encabezando aun grupo de canallas y traidores –
corruptos recibieron una buena tajada monetaria aportada por el Banco Nacional –
del vil crimen que se cometió contra un patriota que los superaba grandemente en
sabiduría, templanza, valor y patriotismo. Los que se opusieron a don Manuel
DORREGO – incluyo a los cuatro chantas de arriba – solo tenían de patriotas
la “P” de PLATA y la “T” de TRAIDORES.
Y con tan
buenos ejemplos que les llegaban del pasado, con aviesa mentalidad disfrazaron
sus horrendo accionar como males necesarios para “salvar” al país y
llenar sus bolsillos. Y quien se sintiera molesto, simplemente ignorarlo y
ralearlo. Para esta turba de elite, el fin justificaba los medios
Pero sigamos con quienes dieron “tan buenos ejemplos” a los futuros
criollos – presidentes, gobernadores, militares, políticos, diplomáticos,
legisladores y muchos otros a través de medio siglo de historia – ya que la
ambición de poseer mucho dinero carece de importancia – honesta o inmoral,
manchada con sangre inocente – resulta notoriamente importante y poderosa,
especialmente para cuando se elabora una vil traición disfrazada sinceridad. Ya
volveré en mi engendro literario sobre estas “hijoputeces”.
La
flota puso rumbo al Sur y continuaron navegando sin mayores cambios en el estado
climático, luego de atravesar una calma chica que los retraso por algunas horas.
Todo era calma en el mar, las naos surcaban de manera altamente monótona las
aguas del Atlántico.
Sin embargo se intuía que era una suerte de quietud que
presagiaba una tempestad motivada por los seres humanos. A bordo de las naves
bullía en un caldero el caldo de cultivo de una traición prefabricada,
alimentado por AYOLAS. Un caldero cuya tapa estaba a punto de volar por
causa de un puñado de traidores que se aprovechaban de las debilidades de su
líder.
Crónica de una muerte anunciada
El
29 de noviembre de 1535,
luego de haber transcurrido mes y medio de navegación, y luego de
abandonar la isla “Fernando de Noronha”, o alguna otra cuyo nombre no
alcanzó a ser detectado, con un OSORIO cada vez más abatido, con una
notable pérdida de peso y sin posibilidades de asearse, las células y neuronas
del cerebro de MENDOZA establecieron un cortocircuito, que en un hombre
cuyo ciclo biológico está a un paso de hacer eclosión, terminaron por
deschavetarlo.
Hizo comparecer en su camarote, al que se ingresaba con muchas
aprensiones, al escribano HARO y le impuso sobre la necesidad de que
“donde quiera y en cualquier parte que sea tomado el dicho Juan de OSORIO,
mi maestre de campo, sea muerto a puñaladas y estocadas o en otra cualquier
manera que lo pudiera ser, las cuales le sean dadas hasta que el alma le salga
de las carnes; al cual declaro traidor y amotinador, y le condeno en todos sus
bienes”.
Se
supone que el escribano pretendió ponerlo al tanto de aquella notoria
irregularidad jurídica, ya que OSORIO no había tenido la más mínima
posibilidad de haber sido interrogado ni posibilitado que proveyera en su
legítima defensa.
Si bien es cierto sobre esta aclaración no existen datos
fehacientes, no deja de suponerse que el escribano – hombre docto, legalista e
inteligente – no quería quedar pegado en semejante barbaridad y que cuando el
Consejo de Indias tomara conocimiento – porque iba a ser notificado – fuera
acusado de cómplice en lo que él estaba considerando un asesinato y no un acto
de justicia.
Así las cosas, MENDOZA np habría captado las palabras de HARO y le
ordenó a Juan de AYOLAS, a Juan de SALAZAR Y ESPINOSA a Galaz
de MEDRANO y a Pedro de LUJAN para que dieran
cumplimiento a la sentencia, que fue firmada solo por don PEDRO ya que el
escribano, con toda delicadeza, se abstuvo de convalidar el magnicidio. Su
estupidez no llegaba a tanto.
La
terrible ejecución se concretó de la manera más vil, según lo había ordenado
MENDOZA. Después de abandonar de la cabina del adelantado se planificó paso
a paso la ejecución de un hombre inocente, la que se llevó a cabo tal y como lo
había ordenado el adelantado.
Según algunos estudiosos, el cadáver de OSORIO, a manera de envilecido
escarmiento, fue expuesto ante quienes tripulaban la nave del adelantado,
colgado de una gavia, a modo de absurdo escarmiento. Otros sostienen que el
cuerpo del maestre de campo, quedó tirado en la arena de la bahía
ordenándose que no se le diera cristiana sepultura.
En cualquiera de los dos
escenarios de su muerte – ya sea a bordo del “Magdalena” o en tierra -,
sobre el destrozado cuerpo, y a instancias de AYOLAS, el adelantado
ordenó ponerle en el pecho un ignominioso letrero que acusaba "por amotynador
y traydor".
La sífilis estaba haciendo estragos en MENDOZA lo que
posibilitó que fuera ladinamente manipulado. La muerte de OSORIO se
concretó en Río de Janeiro, adonde habían arribado cuatro barcos, mientras que
el resto de la flota, encabezada por el barco comandado por don Diego de
MENDOZA ponía proa al sur, hacia el Río de la Plata como lo habían bautizado
los portugueses.
Es con este triste episodio, y el fantasma de OSORIO
flotando entre el velamen de los navíos, que comenzó a resquebrajarse la férrea
unidad lograda el día de la partida hacia las costas de ultramar.
Es
harto conocido que cuando Diego de MENDOZA, que aguardaba con sus naos al
resto de la flota en la isla San Gabriel tomó conocimiento sobre la muerte tan
indigna y deleznable de OSORIO, – todos los historiadores coinciden en
este punto -, sin ningún prurito lo consideró una salvajada propia de gente
dementes. Solo atinó a decir una palabras que realmente fueron premonitorias: “Plegue a Dios que la falta de este hombre y su espantosa muerte no sean
causa de la perdición de todos”.
Asentamiento para evitar deserciones
Los navíos expedicionarios volvieron a tomar contacto entre sí a mediados de
diciembre de 1535. Fue en la isla San Gabriel, donde se reunió nuevamente la
flota en su totalidad, siempre bajo el comando del almirante Diego de MENDOZA.
Ya en el llamado Mar Dulce o Río de la Plata, se debía adoptar la determinación
de desembarcar en algunas de las dos costas: la oriental o la occidental.
Se
optó por la segunda por razones estratégicas. Hay autores como Ricardo de
LAFUENTE MACHAIN, quien sostiene que como el descontento iba incrementándose
entre los viajeros, especialmente a partir de la injusta muerte de OSORIO,
al acampar en el lado opuesto se ponía traba a la deserción de la soldadesca
para buscar refugio en alguno de los territorios de Brasil en poder de los
portugueses. MENDOZA no estaba en condiciones de perder gente. Necesitaba
de todos y cada uno de los que lo acompañaban. Y el río resultaba una barrera
infranqueable.
Así las cosas, los avanzados eligieron, como el lugar más apropiado para
edificar la primera base de apoyo táctico, la desembocadura de un riacho.
No se
ha logrado determinar con exactitud (nunca pudo verificarse el libro de bitácora
de la nave capitana, dudándose que se hubiera llevado como correspondía) la
fecha del desembarco, aunque SCHMIDL asegura – según el fascículo de
CLARIN – que fue el Día de los Santos Reyes Magos de 1535, o sea el 6
de enero.
Sin embargo hay historiadores que sostienen que la cosa aconteció
durante los primeros días de febrero de 1536. Entre unos y otros existe una
diferencia de un año (365 días), lo que no es “moco e’pavo”.
Jorge LANATA acerca una respuesta en su libro “ARGENTINOS”. Considera don Jorge que
en 1535 SCHMIDL databa sus crónicas según un calendario distinto
al Gregoriano. Cabe suponerse que lo hacía, supuestamente, según el Calendario
Juliano, ya que no le cabía otra porque el cronista murió antes de que el
Gregoriano entrara en vigencia, casi medio siglo más tarde. Pero hay algo más
que no cierra. Veamos.
Su
Santidad el Papa Gregorio XIII dispuso adoptar una nueva metodología de
medir el tiempo, la que comenzó la noche del jueves 4 de octubre de 1582. Según
la modificación aprobada por el Papa, y tomándose como basamento al Calendario
Juliano, cuando la gente despertó en el nuevo día, no era el viernes 5 de
octubre, sino el viernes 15 del mismo mes.
Por lo tanto, es evidente que
SCHMIDL no pudo trabajar con el calendario Gregoriano sino con el
Juliano, que era el que predominaba en el Reino de España. Y la diferencia entre
uno y otro calendario apenas alcanzaba a 10 días ¡y no al año que está
perdido entre dimes y diretes!
Cronos aparte, si para MENDOZA y su gente estaba vigente el calendario
Juliano, también lo estaba para el SCHMIDL quien no podía apegarse a otro
sistema de medición temporal mientras conviviera con los españoles. Algo así
como si al viajar desde Argentina a Alemania decidiéramos no modificar la
lectura de nuestros relojes y continuar con el huso horario de nuestro país.
¡Cosa e‘locos!
Como puede apreciarse, existe una disensión notable – más de un año –
entre las versiones del día en que se puso pie en territorio continental. Si
existe tan notable diferencia de opinión en lo que a llegada se refiere,
¿quién puede asegurar que no existan otras notorias discrepancias en
muchos aspectos, tanto o más serios?
Existen interrogantes que jamás podrán resolverse.
Tampoco resulta posible establecer con cierta exactitud el lugar elegido para
instalarse – aunque realmente ese dato carece de toda relevancia -, al que se
bautizó "Puerto de Nuestra Santa María del Buen Aire", se dice que
en memoria de la Santa Patrona de los navegantes y que se veneraba en el puerto
de Sevilla, España.
Según Eduardo MADERO y Paul GROUSSAC, el
asiento del puerto fue muy controvertido, dándose casi por seguro que el lugar
preciso fue en la llamada actualmente Vuelta de Rocha, en la boca del
Riachuelo. Según GROUSSAC, datos que arrimó DIAZ DE GUZMAN fueron
ratificados – siempre de oídas y sin pruebas documentales – que la primera base
se instaló a media legua de la entrada, estimándose así, de manera más que
aproximada, su real ubicación. Realmente toda una discusión bizantina que
poco y nada aporta al hecho histórico. Más acá o más allá, ¿qué más da?
Tiempo más tarde se erigió la segunda base de apoyo a la expedición, a orillas
del Paraná, asignándosele el nombre de "Nuestra Señora de la Buena Esperanza";
a cuyo frente quedó RUIZ GALAN. Más tarde, ese mismo año de 1536, se
construyó la tercera base, el fuerte "Corpus Christi". Todo esto, según
se lo detalla en un mapa pretendidamente de época por lo que no debe considerase
preciso.
En dicho trabajo se destacan los derroteros, hacia el norte, de
Domingo de IRALA, quien acompaño a AYOLAS en la fundación de
Candelaria, Asunción y Sierra de los Charcas (todo en 1537 y siguiendo las
indicaciones precisas del Consejo de Indias).
En
lo que hace concretamente a la "fundación" de la ciudad de Buenos Aires, no
existen pruebas objetivas que así lo sostenga. De ninguna especie, El
Consejo de Indias determinaba una metodología para la fundación de ciudades, la
que por Cédula Real dictada en el año 1573 ampliaba y mejoraba los antiguos
dictados que se llevaban a cabo a ultranza.
La ciudad de Buenos Aires – la
primera, según el punto de vista de muchos historiadores, entre los que se
puede contar a don José Luis BUSANICHE – fue fundada por don Juan de
GARAY siguiendo en un todo las indicaciones reales, adecuadamente detalladas
e ilustradas en el fascículo 5º de CLARIN.
El
11 de junio de 1580, GARAY declaró con solemnidad: "Estando en este
puerto de Santa María de Buenos Aires, hago e fundo en dicho asiento e puerto,
una ciudad…" Si bien es cierto se la llamó de la "Santísima Trinidad",
preponderó más tarde el nombre de puerto, como más antiguo, según sostiene
BUSANICHE.
Pero quiero volver al tema que realmente importa: ¿Pedro de MENDOZA, fundó o
no una ciudad?
El mito de una fundación que no fue
Sin pruebas que fehacientes que lo consoliden y como parte de un hecho
mitológico con el que se viene machacando desde hace siglos, debemos decir de
manera enfática que NO. Don Pedro de MENDOZA levantó una base,
un fuerte, un puerto, pero no fundó una ciudad.
Reiteramos que el
Adelantado no tenía en sus planes el propósito erigir ciudades estables en
esta parte del continente. Su objetivo era remontar los ríos para alcanzar
los territorios de los metales preciosos, y lograr tomar posesión – de acuerdo a
las capitulaciones – de las doscientas leguas de costa que le correspondían en
el Pacífico.
Había sido advertido de que si llegaba a tomar contacto con PIZARRO o
Diego de ALMAGRO, evitara cualquier tipo de actitud o comentario que
pudieran llevarlo a una confrontación. Sin embargo, todos sus planes y
prevenciones resultaron en vano.
Su galopante enfermedad lo postró en el fuerte
o puerto que levantó en la Vuelta de Rocha, al que no abandonó en ninguna
instancia. Prácticamente la enfermedad lo mantenía recluido en su rancho situado
en el centro del caserío, equidistante de la empalizada.
En
cierta manera, haberlo considerado a MENDOZA en el “primer fundador”
de Buenos Aires fue poner al enviado de Carlos V por encima del
resonante fracaso de su expedición, que de otra manera habría pasado con
gran pena y sin ninguna gloria. Un histórico fracaso que nada le reportó a la
Corona.
El nombre de don Pedro no habría adquirido el reconocimiento que
se le dio ni el inmerecido tributo que aún se le brinda.
Posiblemente haya sido el Rey Carlos V, quien sentía por el adelantado –
un hombre leal que había dado todo de si por España y por su rey – un cálido y
sentido afecto, haya sido el factótum de tergiversar el rumbo de la historia. Le
tributó el homenaje y el honor póstumo de haber “fundado” una ciudad.
Una forma de esconder la moneda.
Decíamos más arriba que había instrucciones precisas, un conjunto de
formalidades que no se podían ignorar para fundar una ciudad. Según
BUSANICHE y otros no menos reputados historiadores, como LAFUENTE
MACHAIN, sostienen que según las circunstancias en que se concretó el
desembarco y como se afincaron los expedicionarios, se puede afirmar
categóricamente que jamás hubo una fundación.
Existió un puerto, sin lugar a
dudas, pero nunca fue llamado ciudad. Tampoco se constituyó un cabildo,
que era de extrema importancia porque desde allí se llevaba a cabo la conducción
y el ordenamiento administrativo y legal de una ciudad, además de ser el archivo
de toda aquella documentación oficial que emanara con la firma de sus
autoridades. Tampoco los habitantes adoptaron la designación de “vecinos”.
Poco tiempo después del desembarco y fortalecida la posición del fuerte, con un
foso y empalizada, los indios de aquellos parajes comenzaron a acercarse más por
curiosidad que con intenciones beligerantes.
Los indígenas estaban sorprendidos
no solo por la vestimenta de aquella gente, sino por esos animales cuadrúpedos
de gran alzada – los caballos – que munidos de arneses eran montados con
agilidad y posibilitaban a sus jinetes una increíble movilidad.
No
existen datos sobre qué tipo de indios habitaban aquellos parajes, intuyéndose
que podían haber sido los guaraníes o los pampas. Y a medida que se fue
perdiendo el temor, la relación entre los naturales y recién llegados se fue
haciendo menos precavida, llegándose a permutar carne de animales autóctonos,
como venados, vizcachas y ñandúes, o algún otro tipo de elementos comestible, a
cambio de chucherías que llamaban mucho la atención de la indiada, especialmente
de las mujeres.
Sin embargo, las cosas cambiaron de la noche a la mañana. No se puede deducir
cuáles fueron las causales de que la docilidad puesta de manifiesto por los
indígenas se transformara en graves enfrentamientos.
Algo aconteció por parte de
los españoles – presumiblemente algún tipo de abuso por la desnudez de las
mujeres indias (meses de navegación alteró las hormonas de los navegantes) que
colisionó con el comportamiento de los lugareños – dio inicio a hostilidades en
la que los españoles llevaron todas las de perder. Prácticamente sitiados,
pese a la preponderancia de sus armas, debieron quedarse definitivamente en el
interior del fuerte y evitar las descampadas para no sufrir fuertes bajas.
Agua por delante, campo árido por detrás, y un aguerrido e infranqueable sitio
Troyano por parte de los salvajes, la guarnición del fuerte padeció vicisitudes
terribles, en especial cuando la hambruna comenzó a hacer estragos entre la
gente.
Los actos de canibalismo, fielmente reflejados por los dibujos del bávaro
SCHMIDL, que ilustraron libros de textos durante muchas generaciones,
comenzaron con la muerte de un caballo para alimentarse. Este acto motivo que
los causantes de la muerte del equino fueran ejecutados mediante un
linchamiento. Por la noche, sus cadáveres fueron despedazados y sirvieron de
alimento a sus ex compañeros. Los castigos también debieron ser atroces y
ejemplarizadores.
MENDOZA, postrado desde su arribo en un rancho de adobe y paja, según
BUSANICHE, se lamentaba a gritos por su dolencia y por la noticia de aquel
terrible acto de horror y barbarie.
Había ido en busca de oro y se encontraba
rodeado de muerte y miseria. Él, que leía a Virgilio, seguro que habrá
recordado aquello de "¿Que cosa hay que no arrastres a los humanos corazones,
!oh¡ execrable hambre de oro?"
En
los momentos de lucidez, cuando los síntomas de la mortal enfermedad despejaban
por cierto lapso la mente confundida de MENDOZA, mostraba un inefable
arrepentimiento por haber mandado a ejecutar a su maestre de campo, sin siquiera
escuchar los descargos que seguramente tenía para exponer a quienes lo juzgaron.
Su muerte había sido planificada solapadamente desde mucho tiempo antes, y para
hacerlo como un acto claramente legal, se le incó una parodia de juicio cuyo
final estaba escrito desde antes de que se iniciara. Esta lamentable e
irreversible situación no lo abandonaba.
Don Diego De MENDOZA, con toda sensatez, al hacerse cargo de la muerte
tan horrenda sufrida por un hombre tan leal a su hermano, no pudo menos que
comentar, palabra más, palabra menos – palabras que fueron realmente
premonitorias – según los esbozos que alguien logró recuperar de entre los pocos
documentos existentes de la época: “Pliegue a Dios que la falta de este
hombre y su muerte no sean causa de la perdición de todos.
La justicia tardía no es justicia, pero reivindica
Para
el Consejo de Indias, Juan de OSORIO era uno de los de los oficiales con
mayores ilusiones y expectativas en llegar al nuevo mundo. Confiaba reunión lo
mínimo indispensable – no se trataba, por su formación, de una persona ambiciosa
– para arrimar las dotes de sus dos hermanas quienes se casarían no bien el
aventurero pusiera nuevamente pie en tierra española.
Las jóvenes vivían
ilusionadas y pendientes de cada noticia que les pudiera llegar del joven
maestre de campo. “El alto Consejo – según GROUSSAC – se honró
permanentemente ante el tribunal de la historia que juzga a los jueces,
revocando por mala e inicua la sentencia dictada contra OSORIO.
Además de
ser restituido en honra y buena fama, ordenó devolver a sus padres los bienes
quitados al difunto, condenando por fin a la sucesión de MENDOZA en mil
ducados y las costas de proceso que había durado cerca de 20 años”.
* * *
Una
vez culminada la creación de los dos fuertes complementarios Paraná arriba, y
sin que se hubieran podido encontrar las riquezas se esperaba hallar a la vera
del camino, en medio de esa lucidez que le permitía la altísima fiebre, don
Pedro llamó a sus lugartenientes y ordenó el abandono del fuerte y regresar
a España.
No todos lo quisieron acompañar en su viaje de retorno a casa. Algunos
quedaron en el fuerte, habiéndose solucionado en parte el problema con los
aborígenes. No querían que su gran sacrificio hubiera sido en vano como para
abandonarlo todo.
En
el puerto de Buenos Aires apenas quedaban 100 hombres cuando don Pedro de
MENDOZA embarcó un 22 de abril de 1537, a poco más de un año de su llegada.
Regresaba a España prácticamente en estado agónico, tanto que antes de embarcar
el sacerdote la había suministrado la extremaunción.
Regresaba a su amada España
con las manos vacías, manchadas con la sangre de muchos inocentes que no
merecieron morir y un fracaso que jamás se había esperado. Veinticuatro horas
más tarde, el adelantado, que viajaba a bordo del "Magdalena", dejó de
existir.
Tenía cincuenta años. Se dice que murió sediento y rabioso. Y
rápidamente, sin mucho protocolo fue lanzado a las aguas, lo que sería su última
morada. Según Enrique LARRETA: “Arrojaron su cuerpo a la mar. Se creyó
escuchar el rumor de un ascua en el agua”.
Pero queda un hecho más que evidente para relatar que es demostrativo de que el
puerto de Buenos Aires jamás fue considerada ciudad, y por extensión
nunca fue fundada como tal.
A
la muerte de Don Juan de AYOLAS, MARTINEZ DE IRALA tomó las
riendas y llevó a cabo un apropiado manejo de la ciudad de Asunción – un lugar
más que propicio para emprender cualquier gesta de colonización y/o conquista –
y adoptó la decisión de despoblar el puerto de Santa María del Buen Aire
y con el potencial humano desarrollar aun más el poderío de sus dominios.
Si
realmente hubiera sido una ciudad, y cuya consolidación se fue llevando a cabo
durante cuatro años, no existen motivos valederos para que MARTINEZ DE IRALA
– a pesar haber sido un individuo de carácter díscolo y temperamento arrebatado,
pero no un imbécil – dispusiera su desalojo y destrucción total y absoluta.
Debe tenerse muy en cuenta que cuando una ciudad era fundada – bajo la
advocación de Dios y del Rey – se lo hacía según las normativas establecidas por
el Consejo de Indias, pero por sobre todas las cosas, por la irrevocable
decisión y autoridad de Rey de España, Carlos V en este caso. Por lo
tanto, de haberse tratado de una ciudad con todas las de la ley, MARTINEZ DE
IRALA jamás, entiéndase bien, jamás se habría atrevido a cometer
semejante sacrílega barbaridad.
En
tal sentido, hasta nuestros días nos ha llegado copia de la orden que redactó
para que se cumpliera su mandato (ver página 67 del opúsculo de CLARIN):
"Por cuanto yo, Domingo Martínez de Irala, teniente gobernador por el muy
magnífico señor Juan de Ayolas Gobernador y Capitán General desde la provincia
del Río de la Plata por su Majestad, he determinado de llevar a la gente que
estaba en el puerto de Buenos Ayres para la juntar con la que está arriba en el
Paraguay…"
Como podrá apreciarse, en ningún momento MARTINEZ DE IRALA menciona a
Buenos Aires como ciudad (jamás lo fue), sino como puerto.
Por otra
parte, en oportunidad de la real fundación de la actual ciudad de Buenos Aires,
don Juan de GARAY no formula ninguna alusión sobre la primitiva
"fundación", por lo que obviamente nunca tuvo reconocimiento como tal. La
suya era la primera y única, y en un todo de acuerdo a las normas impartidas por
la Corte de España.
Por último, vale tener presente que entre la partida de MENDOZA de
regreso a España (1537) y la evacuación que dispuso MARTINEZ DE IRALA (1º
de mayo de1541), durante cuatro años vivieron en el puerto de Buenos Aires. De
poco más de 100 personas que despidieron al moribundo adelantado, en poco menos
de cinco años llegaron a superar los 400 los habitantes cuando don
IRALA tomó la decisión de su desalojo.
Esas personas lograron
sobrevivir y evolucionar en todo sentido, de manera adecuada y sin trastornos,
especialmente porque el apareamiento entre las mujeres aborígenes y los
españoles habían producido el comienzo del mestizaje. Las cosas habían cambiado
de manera ostensible para bien de todo, españoles, indígenas y sus
descendientes.
Ya ninguno de los residentes del puerto quería, bajo ninguna
circunstancia, abandonar el lugar, no solo porque se habían aclimatado a la
zona, sino porque vivían con toda felicidad gracias a los diferentes productos
que sacaban de la tierra.
Pero el gobernador de ASUNCION se había
emperrado de borrar a toda costa el puerto de Buenos Aires. No cabe ninguna duda
que la decisión del controvertido MARTINEZ DE IRALA fue más de
ambiciones políticas (celos, si se quiere, por la trascendencia que iba cobrando
el puerto en la boca del Paraná, que de carácter práctico y estratégico.
No
cabría duda que después de todas la vicisitudes padecidas, quedarse de manera
definitiva en el lugar era lo más atinado, dejando atrás para siempre los sueños
de buscar la “Ciudad de los Césares”. Por otra parte, tenían
conocimiento de que ASUNCION progresaba con rapidez, pero que su clima
difería mucho con el del puerto del Buen Aire, el que les resultaba más benigno
y placentero en el verano. Sin embargo, la orden de MARTINEZ DE IRALA
era la inmediata evacuación del puerto, la que se llevó a cabo sin
trastornos. Aunque con muchas caras largas.
Todo es suposición avalada por la falta de datos y por un lapso de cuatro años
de pacífica convivencia. Sobre este lapso de cuatro años no existen antecedentes
de ninguna naturaleza, por ello resulta imposible determinar cuáles fueron las
bases y causales de la morigeración bélica de los indios para permitir que los
españoles pudieran salir avante en un lugar que no resultaba de ninguna
utilidad. ASUNCION, fundada en 1537 como bien dice el profesor Miguel
GUERIN en sus trabajos, "fue un feliz aislamiento".
No
deja de sorprender la actitud para nada racional de MARTINEZ DE IRALA
al desmantelar el puerto del Buen Aire, el que realmente con el tiempo resultó
ser de una estratégica ubicación para los planes de comercio y comunicación.
Con
el transcurrir de los años y las fundaciones de las ciudades de Tucumán, San
Miguel, Córdoba y Santiago del Estero, en 1568 se sugirió la necesaria
instalación de un puerto sobre el Paraná (¡oh casualidad!, en el mismo sitio
elegido por MENDOZA y posteriormente arrasado por MARTINEZ DE
IRALA). Colisionando con la primitiva y suponemos que interesada opinión de
IRALA, (corruptos hubo siempre) el proyecto fue apoyado efusivamente por
las autoridades de ASUNCION que habían tomado conciencia de su real
importancia.
Conclusión: en 11 de junio de 1580 don Juan de GARAY fundó la ciudad de
Santa María de los Buenos Aires, por primera y única vez, pero
realmente esa es otra parte importante de nuestra historia.