La “cultura antillana” se presenta aún en estado de conciliación , en la que se
mezclan las aportaciones de los antiguos dominadores (España, Inglaterra y
Francia) y las de las tradiciones africanas, introducidas por los esclavos.
Desde 1595 y a lo largo de tres siglos los colonos españoles reciben la
autorización del rey de España para ser llevados a Cuba, lo que sería el horror
de la trata ( de 12 a 15 millones de negros arrebatados de África para trabajar
como esclavos en los ingenios azucareros).
Pero esto no sería más que un mero dato histórico, si las deportaciones y
genocidios del siglo XX, no hubiesen resucitado su dolor y su vergüenza.
Europa toleró el crimen y luego debió sentirlo en carne propia.
La vitalidad africana es asombrosa, encontrándose en Cuba, los esclavos habían
llevado consigo sus costumbres, sus rituales, sus creencias, su genio.
Cuando caía la noche en los ingenios azucareros tras el agotador trabajo diurno
volvían a iniciarse antiguas danzas , que unían a los vivos con los antepasados
generadores, que los ponían en comunicación con las fuerzas mágicas del mundo.
Entre 1895 y 1902, en la guerra de la independencia contra España, se unen los
señores de origen hispánico y de sus esclavos de estirpe africana en un mismo
combate para liberar a Cuba de la potencia colonial.
Esto sirvió a los esclavos para su liberación y así nace el pueblo cubano, a la
vez vario y homogéneo.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, llegaron a Cuba, nuevos inmigrantes.
Algunos procedían de Europa, pero la mayoría de la vieja China.
Los chinos viajaban por propia voluntad, atraídos por el nuevo mundo, por sus
posibilidades y promesas.
Uno de los chinos que desembarcaron en la isla, se llamaba Lam Yam, nombre que
significa: “El hombre de la montaña agreste que contempla el cielo”.
No se establece en la Habana, sino en un pequeño núcleo de la provincia de Las
Villas, Sagua La Grande.
En un segundo matrimonio, se casa con una mujer de origen muy distinto al suyo;
se trataba de una mulata que llevaba la sangre india originaria – la de los
conquistadores-la de los esclavos.
De esta unión nacieron siete hijos.
Cuando Lam Yam cumplía los ochenta años , vino al mundo un octavo vástago, el
8-12-1902. Se trataba de Wifredo Lam, cuyo nombre completo era: Wifredo Oscar de
la Concepción Lam y Castilla.
En la obra de W. Lam no se puede dejar de considerar el legado a la vez
africano, chino, indio y español de su ascendencia, pero sería abusivo
justificar su creación tomando como constante dicha coyuntura.
A partir de lo que le ha venido dado, el artista debe siempre hacerlo todo, con
los mundos cuya herencia recibió, Lam creará el mundo único de Wifredo Lam.
Desde niño, por importante que fuese la presencia de su padre, y de los
ideogramas que dibujase, parece ser que los recuerdos de sus antepasados que le
contaba su madre influyeron más aún.
África se le presentaba con esa realidad, como por otros actos, los de la
madrina que daban testimonio de la posible presencia de los invisible (gracias a
su madrina, la saludadora, Mantonica Wilson) Wifredo vive en un mundo poblado de
presencias invisibles.
En el hogar familiar, los espejos le esperaban y le inquietaban.
Un día, al mirarse en uno de ellos,
vio una luz tras su rostro, una luz que parecía venir de muy lejos… No tardó en
aparecer otra cabeza al lado de la suya. ¿Alucinación transitoria aislada?. En
modo alguno.
No podía mirarse en los espejos sin que se manifestara otro, el
otro.
”Para mi, los espejos fueron un misterio”.
¿Se trataba acaso de una aparición? Me inclinaría mas bien a adoptar la
hipótesis de un doble que daba al niño la seguridad de que existían otros
dominios en los que penetraría, si lo deseaba.
Wifredo Lam, construiría sobre la base de esta dualidad una obra para los
hombres.
De joven estudia el arte de pintar en la Academia San Alejandro, en la Habana.
Las copias de modelados al carbón le fastidiaban, pero el jardín botánico le
atraía con mayor fuerza.
Lam contemplaba la flora tropical, la penumbra densa, casi nocturna en pleno día
y la luz que salpicaba la vegetación.
Hojas vastas, flores vivas, frutos carnosos como senos nutricios, formas pesadas
o agudas eran los motivos que prefería dibujar. Sin saberlo acumulaba de este
modo los elementos de un vocabulario que emplearía más tarde y que aparecerá en
su obra futura.
Decide en 1923 y con veintiún años viajar a España, donde recibiría una
enseñanza superior, conocería artistas célebres, acabaría de formarse.
Animado por la voluntad de ser pintor y habitado por un mundo particular, que
todavía buscaba su expresión mediante imágenes.
Hasta bien avanzado el siglo XX, Europa resolvió el debate entre conservadurismo
e invención, recurriendo a un argumento de autoridad.
Las normas aseguraban su hegemonía mundial, y por lo tanto transgredirlas
equivalía abolirlas, a destruir el orden en beneficio únicamente del la
sinrazón.
En consecuencia el magisterio europeo debía ejercerse de modo irrecusable.
Ha sido preciso que nuestro tiempo hiciera que Europa aceptase considerarse como
una parte no como el todo, debió “pasarse a los bárbaros”, manifestando incluso
entusiasmado por ellos, con la secreta intención de convertirlos e integrarlos.
Lam, perteneció a otras tradiciones, heredadas de un sustrato extraeuropeo, su
memoria vive en el presente, las fosas comunes, de aquellas antiguas tierras
donde eran arrojados aquellos hombres que gimieron y se laceraron bajo el
látigo.
El museo se le aparecía como la mejor escuela , la única en la que era posible
aprender de acuerdo con una elección libre y personal, pero ¿qué obras maestras
gritaban a pleno pulmón el clamor insoportable de aquella inexplicable
injusticia?.
La luz de la belleza no consigue enmascarar la noche de la vejación.
Aquellas obras no estaban dirigidas a él , le concernían tan solo como pintor.
“Me atraen los holandeses y los flamencos”, principalmente el Bosco y Brueghel
el viejo, descubre en ellos lo que se venía gestando en su interior: la
violencia, irguiéndose como un músculo, la fuerza de la agresión y Lam adivina
que, la agresión es la creación.