Son jóvenes que oscilan entre los 25 y 32 años. Suelen vivir con sus padres, pero no es una característica que los defina. Pueden estar en pareja y disponer de un empleo, pero más del 80 por ciento de lo que ganan lo invierten en diversiones y fiestas.
“Siempre se ha considerado joven a una persona de hasta 25 años. Luego, se entra en la adultez, pero hoy en día donde forjarse un camino propio es muy complicado, las etapas se han extendido.
Es frecuente aunque no normal que la adolescencia se haga más extensa y que individuos de treinta o treinta y cinco años sigan viviendo en la casa paterna sin ejercer ningún tipo de responsabilidad.
La adultescencia es un fenómeno globalmente conocido porque abarca a aquellos jóvenes que no son mayores, pero tampoco son ya adolescentes. Sin embargo, tienen conductas infantiles cuando disponen de una edad que se supone exige madurez y responsabilidad”, sostiene la socióloga española Presentación García.
Las características más evidentes que definen a estos jóvenes son: predilección por los dibujos animados y caricaturas, consumo excesivo de video juegos, importancia extrema al vestuario, a los coches, a las vacaciones, a salidas nocturnas casi todos los días e inversión del casi el total del sueldo en ocio.
“Estamos viviendo una juvenilización que la notamos gracias al consumo. Este boom no es de ahora sino que se viene dando desde hace mucho tiempo. No podemos sentirnos ajenos a este proceso que va en aumento cada vez ya que nosotros como verdaderos adultos lo hemos creado, apoyado y sostenido.
Ningún joven tiene actitudes infantiles cuando ya debería hacerse realmente responsable de su vida si nosotros como padres y sociedad no lo permitimos”, destaca la especialista.
El hecho de la responsabilidad no pasa por casarse y tener hijos. “No nos referimos a esto cuando hacemos mención a hacerse cargo uno mismo de nuestras vidas. Los jóvenes creen que cuando les pedimos madurez hacemos referencia al matrimonio, a la vida aburrida y a las obligaciones que impone el sistema.
Nada más alejado. Solamente pedimos que sean conscientes del mundo en el que viven, que experimenten cada etapa con intensidad, pero que no perpetúen un estilo de vida que en este caso es totalmente contraproducente y antinatural”, define la socióloga.
Aunque nadie puede entrometerse en la vida de una persona que ya es adulta, “la familia es el núcleo que más fuerza tiene que hacer para que estos adultescentes encuentren el camino adecuado, mucho más si están siendo mantenidos económicamente y se benefician de todos los placeres que es capaz de brindar el dinero ajeno”, aclara la experta.
Aconsejar a un hijo que está atravesando por esta etapa es imprescindible y no debería tomarse como una agresión. “Todos sabemos que recibir las críticas, por más que se hagan con amor es complejo.
Hay que ser muy abierto y generoso para asimilarlas y analizarlas de un modo objetivo. Ponerse en marcha para lograr un cambio es fundamental. Esta conducta no es menor, quienes tienen ideas y estilos de vida infantiles en la edad adulta,son un problema social muy grave.
Una sociedad que no quiere crecer es una sociedad enferma que quiere congelarse en una etapa determinada y lo único que se logra es paralizar el desarrollo social”, explica la profesional.
¿Cuántos adultescentes hay?
En México, según la Encuesta Nacional del Instituto Mexicano de la Juventud, destaca que el 50,7 por ciento de los jóvenes no tiene intenciones de abandonar la casa de los padres ya que se sienten a gusto en ella. El 36,7 por ciento que decide hacer una vida aparte, regresa al hogar de los padres.
En Australia, el 36 por ciento de los jóvenes entre 20 y 29 años permanece en casa de sus padres.
En Italia, la cifra de jóvenes que continúan bajo el ala paterna se ha incrementado en un 50 por ciento en la última década.
En Estados Unidos, más de 18 millones de jóvenes de entre 18 y 34 años viven con sus padres.
La crisis económica, el desempleo, el costoso valor de las viviendas y también la comodidad son los factores que más influyen para que estos “ocupas de nidos”, como los llaman a los adultescentes en Alemania no se decidan a dar el gran salto hacia la independencia.