¿Amor o enamoramiento?

Cuando el amor irrumpe en nuestras vidas es capaz de remover emociones intensas y muchos de nuestros miedos e inseguridades ocultos salen a la luz. De esa etapa, la de enamoramiento, hablaremos hoy


Las
emociones asociadas al amor tienen una gran fuerza y poder, ocasionando en los
enamorados sensaciones muy atractivas e irresistibles.

En la
fase del enamoramiento, se suele atribuir a la persona amada valores y atributos
idealizados con tendencia a ver sólo la parte positiva y no los defectos.

El
enamoramiento nos proporciona una gran fuerza y motivación para hacer muchas
cosas. Estamos ilusionados y la vida parece más fácil.

Nuestro estado de ánimo
sube y por tanto somos capaces de ver lo positivo y estar contentos. Estar
enamorado constituye en este caso un gran estimulante para hacer y avanzar.


La atracción y el deseo de intimidad

Surge la
necesidad de crear espacios de pareja y encuentros íntimos. Todo es novedad y
sorpresa. Súbitamente aparece el deseo de estar en la intimidad con la otra
persona y compartir caricias, mimos, y confidencias.

Entra en
escena el erotismo y la sensualidad. El deseo de compartir y disfrutar cuerpo y
sentimientos. Cobra gran importancia el tacto del cuerpo, las caricias, las
miradas, los gestos, las palabras que se susurran al oído.

Se llena
la necesidad de sentirse seducido
o de
sentirse deseada en la pareja. Surge ese
deseo como algo irracional, inexplicable y, a menudo, irresistible. El encuentro
físico forma parte importante en la expresión de pareja.


La autoestima y la expresión individual

En toda
nuestra vida, y en el amor también, es clave cultivar la
autoestima personal. Encontrar el
equilibrio entre lo que queremos y necesitamos a nivel individual y, a la vez,
adentrarnos en el mundo de la pareja conlleva a menudo cierta complejidad.

La
autoestima y el criterio propio son muy necesarios para poder expresar y pedir
sin miedo a que la otra persona nos abandone. Conocerte a ti mismo para saber lo
que te gusta y lo que no y poder expresarlo sin miedo a la posible reacción del
otro.

Si nos
dejamos invadir por el miedo a no gustarle al otro o a que nos abandone,
entonces la relación de pareja se convierte en adaptación a lo que el otro
quiere con la consecuente pérdida de libertad y de auto-expresión. A la larga no
funciona porque nos llena de frustración al convertirnos en alguien que no
somos.

Es
importante expresar lo que queremos y necesitamos. La otra persona, si de verdad
está interesada, sabrá comprender y valorar nuestros deseos y necesidades, al
igual que nosotros los suyos.


El afecto y el respeto

En la
pareja aparece el vínculo de afecto. Se quiere que la otra persona se sienta
bien, que esté bien. La otra persona es alguien con sus propias necesidades e
intereses. También necesita su propio espacio, sus amigos, sus hobbies, sus
actividades.


Monopolizar al otro no lleva a nada positivo. Está bien querer pasar tiempo con
la pareja y compartir. Sin embargo, si no existen espacios por separado llega un
momento en que no podemos aportar nada nuevo a la pareja y entraremos en rutina
y aburrimiento.

En
definitiva, cuando te quieres a ti mismo, te valoras, y te respetas, es más
fácil que otro te quiera y te respete.

Podrás cambiar de pareja, estar con
diferentes parejas a lo largo de tu vida, vivir en solitario, pero lo
interesante es que, pase lo que pase y estés con quien estés, te encuentres bien
contigo mismo. El amor ha de ser para estar a gusto, sentirte querido, escuchado
y apoyado, y no para crear sufrimiento.

Por Ana Molina

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