El espacio que presenta la ciudad, con sus grandes edificaciones, paredes y
construcciones, es el ámbito elegido para plasmar todo tipo de arte.
Dibujos, caricaturas, textos, declaraciones y voces de todas las razas y
condiciones se manifiestan a través de los grafitis o arte callejero. Estas
diferentes expresiones artísticas le dan una identidad urbana a la Barcelona underground.
La mayoría de los grafitis están en los barrios céntricos de Guinardo, el Paseo
del Borne o el Raval, sitios donde la cultura callejera está muy arraigada.
Los artistas conocen a la perfección la técnica y herramientas a implementar. Es
muy común verlos usar plantillas, que se arman de antemano y llevan un mensaje
de alto espíritu revolucionario o crítico.
Los parques, estaciones de tren y sitios poco habitados están colmados de
dibujos. Muchos dueños o comerciantes tomaron la decisión de ofrecer su fachada
a un artista callejero para volcar su arte y de este modo no tener que lidiar
con permanentes acosos que ensucien sus paredes.
Los expertos de estas corrientes coinciden en varios puntos: el arte es libre,
no está atado a espacios ni dimensiones. Toman esto como una forma de vida que
roza lo provocador y atrevido.
Es tal la dimensión que toman las muestras o pintadas que muchas de ellas han
sido tapa de revistas de gran prestigio a nivel internacional, donde en
ocasiones el o los autores dan su parecer y explican el motivo del trabajo
plasmado en cielo abierto.
Afirman que el arte es todo y que en los grafitis está la esencia de la calle
junto con la voz de los que poseen menos oportunidades sociales y de expresión.
La nueva forma de esta modalidad es llamarla street art. Sus autores destacan
estos aspectos concretos: generar adrenalina al hacerlo sin ser descubiertos en
el momento de pintar, enviar mensajes que despierten reflexiones sociales y
romper con estructuras sociales impuestas.
Para los que consideran a esta disciplina como un deterioro o intoxicación
visual del espacio público, sus exponentes aclaran que las acciones urbanas como
publicidad en vía pública, marquesinas y anuncios luminosos tiene un fin
únicamente comercial y no artístico, generando mayor toxicidad y aturdimiento.
Ser provocador, dar un impacto visual inusual y generar comentarios es lo que
guarda cada intención plasmada en un grafiti. Sorprender es la consigna.
Si hay ironía, genera risa y despierta una reflexión con una acción posterior,
el artista se siente doblemente recompensado.
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