La mayoría de los vinos que se producen y consumen no han sido criados por el productor ni tampoco necesitan ser añejados por el consumidor. Se trata de vinos jóvenes, frescos, sencillos, que se embotellan inmediatamente de elaborados y se lanzan al mercado para ser consumidos.
Se producen en grandes cantidades con bajos costos, son los “vinos de todos los días”. A este tipo de vinos la guarda no los favorece, por el contrario los perjudica, pierden sabor y frescura.
Otro porcentaje, mas reducido, es el de los vinos intermedios, los de la franja de precios medio y medio alto, que se los puede beber jóvenes pero también se los puede estibar algunos años mejorando sus cualidades. Esta guarda nunca debe ir más allá de los cinco años y siempre que sean tintos.
Existe una categoría de vinos, casi siempre muy caros, que han sido pensados y elaborados para el añejamiento, son los llamados “vinos de guarda”
Esta excelencia se logra por una cantidad de factores que van desde la elección del terruño y los cepajes,
Pero sobre todo lo fundamental es el cuidado, esmero, y porque no, el amor que se pone en su vinificación. Este proceso que va desde la cosecha de las uvas, en pequeñas cantidades para que no se rompan, antes de que les dé el sol, para que estén frescas, la elaboración, crianza, embotellado, y estiba.
Estos procesos son los que aumentan el costo de producción y por ende el precio final.
Estos vinos se favorecen mucho con el añejamiento y pueden deparar, al momento de su degustación agradables sorpresas.
Las etapas del vino
Vino Nuevo: Es el vino recién terminado, cargado de todos los aromas y sabores propios de las uvas. Es el punto ideal de los vinos blancos secos.
Muchos tintos en esta etapa resultan muy ásperos, excepto el Beaujolais, vino francés de la región homónima, generalmente ofrecido en su versión rosado, que resulta agradable solo cuando es nuevo, ya que rápidamente se oxida perdiendo los aromas de frutos rojos y flores que le son característicos.
Vino Maduro: Es el momento donde todavía conserva algo de frutas pero ya empiezan a aparecer las notas de la crianza en madera que, por supuesto, varían según el varietal que componga el vino.
De los blancos solo los grandes Chardonnay y los dulces naturales pueden llegar a una madurez digna. El resto pasa de la juventud a la vejez sin puntos medios. En cambio los tintos, en especial si se han criado en roble, llegan a la madurez con todo su esplendor, con tonos de frutos secos, cuero, tabaco, y otras notas que los hacen muy apetecibles.
Vino Añejo: Es aquel que ya perdió todas sus cualidades primarias pero que tiene gran equilibrio. En un vino añejo nos podemos encontrar con matices de madera, chocolate, infusiones y otras notas positivas.
Estos vinos son absolutamente delicados, han perdido toda su aspereza y agresividad. A este punto llegan solo los mejores tintos y algunas rarezas blancas dulces, muy escasas y onerosas.
Vino Viejo: Es la muerte de cualquier vino, blanco, rosado o tinto. Ha perdido todos sus caracteres; color, aroma, sabor. En este punto lo único que se puede hacer con este vino es tirarlo.
Gentileza Vinoteca Pequeña Bodega
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