Mi escuela primaria era en esa época, ejemplo de orden, limpieza, disciplina, buena educación, excelentes maestros que de la mano nos llevaban caminando despacio, pero muy seguros, sabiendo que al final de ese camino estaría el premio de una recopilación de conocimientos que…¿ vieron?
No los olvidamos, casi toda la generación actual de abuelos, nos acordamos de todo lo vivido y aprendido en nuestras queridas escuelas.
Pero vuelvo a los olores, a media mañana, llegaba el portero, subiendo lentamente por la escalera lustrosa de mármol, trayendo en sus manos una cesta de mimbre que, previa servilleta impecablemente blanca, venía cargada de unos bronceados pancitos regordetes que con su olorcito llenaban el grado y nos invitaba a dejar de escribir un ratito para poder disfrutarlos.
Nunca pude olvidarme de ese “olorcito” a pancito recién hecho y la cesta de mimbre de la que… hasta me acuerdo cómo estaba hecha, redonda, grande y el mimbre formaba un retorcido en forma de ocho, que la hacía única, elegante.
¡Cómo olvidar! Como no recordar ese momento tan particular y sobre todo tan esperado por mí y todos mis compañeros.
¿A ustedes no les pasó? Estoy tan segura que sí, que muchos recordarán conmigo esos olorcitos a pancito inolvidables… ¿no creen?
Deseo que disfruten de estas sonrisas. Hasta pronto y… chaucito
Por Norma Gramano
Si quieres aprender a escribir, inscríbete ahora gratis en nuestro Taller Literario haciendo clic aquí.