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Clase
12 |
Conclusiones
Hasta aquí hemos dedicado varias lecciones de este Curso para desarrollar un amplio
panorama no sólo de los fundamentos, rituales y supuestos de los cultos afrobrasileños,
sino que también nos hemos detenido lo necesario –casi hasta el límite de la exasperación,
suponemos, de lectores no tan pacientes– para ilustrarles sobre el "argot" manejado en
estos ámbitos, y esto por un colectivo de razones:
a) En la primera lección dedicada a estas creencias, he hecho especial hincapié en el
matiz tortuoso que en muchas ocasiones estas prácticas significan. Desgraciadamente, lo
que debería ser un marco de ideologías teológicas –respetables como las que más, en
tanto y en cuanto resultan emocionalmente caras al sentimiento de muchos– ha devenido,
ora en un instrumento que en manos de irresponsables y vividores les permite no sólo
esquilmar incautos sino aprovecharse, muchas veces con fines inconfesos, de las
debilidades de carácter de muchas personas, profundamente desorientadas en la vida y
anhelantes de gurúes exóticos de ritmos caribeños, ora caer en manos de quienes, aun a
sabiendas de la eterna realidad subyacente detrás de todo tipo de mascarada espiritual –
esto es, que las omnipotentes y omnipresentes fuerzas del Bien y del Mal, ignorantes de
cualquier disensión por un "quítame de allí esas liturgias"– siempre sobreexisten a las
creencias y los creyentes, no trepidando en valerse de las mismas para sus egoístas y
pedestres fines. Más peligroso –qué duda cabe– que "inventar magias" con el mero fin de
estafar crédulos es saber que esas fuerzas y esas energías están allí, sí, pero, amorales –
que no "inmorales"– en esencia y eficaces en presencia, sean convocadas por rituales
propios del caso para fines egoístas en el mejor de los casos, decididamente perversos y
destructivos en el peor.
b) Muchas veces me he preguntado, al asistir como invitado o simple curioso
investigador, a "terreiros" y "congales", por qué estos lugares parecen ser la Meca, no sólo
de gente de instrucción, moralidad y sociabilidad aceptable sino también de otros
personajes, de los cuales lo menos que se puede decir es que son pintorescos y, muchas
veces, decididamente rufianescos. Así, ladrones de poca monta se entremezclan con
vividores, prostitutas con vendedores de droga, desviados sexuales con frívolas damas de
sociedad en busca de excitantes sensaciones.
Una de las respuestas puede estar en la extrema liberalidad de estos cultos. A diferencia
de cualquiera de las religiones comunes en nuestras latitudes, no hay un Dogma moral, no
hay prejuicios, limitaciones, pecados ni confesiones. No hay penitencia ni castigo en el Más
Allá. En una indescriptible parafernalia crowleyniana, el "haz lo que quieras" parece ser la
voz cantante. A nadie le importa lo que hace, lo que quiere, lo que busca el otro; nadie,
mientras no le afecte, le importa si ello es bueno o malo. Pero lo que es más importante;
generalmente –especialmente en Casa de Exús– no le importa ni siquiera a la entidad
convocada, a la que se supone debería subordinarse la espiritualidad del hijo de religión.
La misma entidad –las mismas entidades– son indiferentes al bien y al mal. Son, sí, muy
celosas de lo que les pertenece: la ofrenda, el pago o la devoción del solicitante. Y a ello,
es decir, a la consecusión de sus fines, subordinan sus pareceres.
Esto por supuesto nos habilita para formular la pregunta exactamente al revés. O sea;
¿es una religión que reúne entidades espirituales amorales porque amorales son sus
celosos servidores, o es que atrae amorales devotos porque la fuerza, la energía, la
espiritualidad que es eje de estas creencias es, de por sí, amoral?.
Cualquiera sea la respuesta, lo cierto es que lo primero que se deduce de esto es que,
tratándose de Fuerzas con Inteligencia, operantes y perceptibles, y en todo caso libres de
la conciencia del Bien y el Mal, tanto pueden caer bajo las exigencias de Pais y Maes de
sana disposición, dispuestos a emplearles en pro de sus congéneres, como en aquellos
que sólo buscan la satisfacción personal y la de sus adláteres. Y si esto no cae dentro de
las definiciones de "magia negra" que en algunas de nuestras primeras lecciones hemos
descripto pues no sabemos qué puede serlo.
Cierto es, sin embargo, que en general la prensa –la oral, escrita y televisiva– ha dado
un desordenado tratamiento de estos cultos. Cuando no han sido chivo expiatorio de
oscuras crónicas policiales, buscándose injustificadas etiologías en estas creencias cuando
algunos crímenes no han podido ser resueltos, han sido presentados jocosamente como
pintorescos exponentes de la insensatez crédula del prójimo. Porque cuantitativamente no
suma ni el poderío ni las masas de las "otras" religiones, las "bien vistas", no suele
aparecer en esa prensa un espacio para que teólogos de cultos afroamericanos puedan
acercar sus reflexiones. Pero cierto es que, por lo general, estos cultos no se caracterizan
por acumular brillantes mentes puestas al servicio de la discusión doctrinaria. Ellos mismos
–sus cultores– reivindicarían el pragmatismo ecléctico por sobre el sofisma discursivo y
nos dirían, no sin un dejo de suficiencia, que de qué sirven las largas parrafadas, las
discusiones bizantinas que tiñen toda polémica teológica si lo único que importa –que "les"
importa– son los resultados prácticos, los beneficios que en el "aqu í" y el "ahora" puede
obtenerse por su advocación. Cierto es que, aquí y allá, han habido y seguramente
volverán a haberlos, ínclitos y bienintencionados creyentes que se abocarán a tratar no
sólo de dejar registro escrito de sus queridas creencias sino a fundamentarlas y
justificarlas, aunque sea dialécticamente. Pero hasta hoy, tales intentos no logran resistir el
embate meduloso de los intelectuales de la Credulidad Institucionalizada. Umbandistas y
devotos del Candomblé simplemente se encogerán de hombros y dirán que el hecho de no
poder vencer en una discusión académica no hace a sus creencias menos "reales", y tal
vez les asista la razón.
Pero esa carencia intelectual, sumada a la anarquía descentralizada y ajerárquica de
decenas de miles de creyentes en los afro, no le hace ningún bien a la colectividad de
devotos que así seguirán siendo vistos o como una simple curiosidad pagana o como un
peligroso semillero sectario. Muchos umbandistas tratan entonces de adquirir credencial de
confiables sumándose –tratando de sumarse– a las filas de parapsicólogos y terapeutas
alternativos. Muchos templos, entonces, conviven cosmopolitamente con tiradas de Tarot,
sesiones de Reiki y análisis numerológicos y astrológicos, porque en este mundo de
apariencias en que vivimos, pareciera que la práctica de cultos afrobrasileros está, en la
consideración de la "intelligentzia" cultural, aún un escalón más abajo que mánticos y
charlatanes de feria. De allí que ser respaldados por una actividad aún tan discutida –pero
implícitamente aceptada– como es la Parapsicología, con el oropel de sus títulos, les
redunda un cierto espaldarazo. Son, a fin de cuentas y entonces, "brujos diplomados".
De todo ello, entonces, ha tratado nuestra motivación de dedicar varias lecciones a
conocerlos. Porque con todo el respeto que una creencia –cualquier creencia– puede
merecernos, la venalidad de algunos de sus integrantes hace que sea competencia de la
Autodefensa Psíquica el profundizar la cuestión. No puede vencerse al enemigo que no se
conoce, de forma que tanto profesionales de estas Disciplinas Alternativas como simples
aficionados tienen que saber de qué se trata cuando se trata de Cultos Afroamericanos.
Los primeros, para reconocer síntomas, características, ofrendas abandonadas frente al
domicilio de sus consultantes, palabras y gestos, guiños y códigos. Los segundos, para
que eventualmente su afán de conocimiento no los lleve no sólo por caminos que no
sabrán transitar sino, lo que es peor, permitirse creer en el canto de sirenas de
improvisados a los cuales sólo desenmascarará un prolijo –si no necesariamente
profundo– conocimiento temático del interesado.
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