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Bioenergética sexual

Trabajando el cuerpo para liberar la mente
 
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El psiquiatra alemán Wilhelm Reich, nacionalizado norteamericano y padre de la revolución sexual en ese país fue el creador, justamente con el doctor Alexander Lowen, de una disciplina terapéutica conocida como Bioenergética.

Su fundamento es aquél que dice que el ser humano cuenta, en su organismo, con una intrincada interacción de energías nerviosas, electromagnéticas, mentales, y que su cuerpo, su conducta y personalidad son las manifestaciones exteriores de ese sistema.

En el mismo, cumple un especialísimo papel la energía sexual, entendida por Lowen como un potencial energético absolutamente independiente y autogenerador del conjunto, pero ligado con las manifestaciones y presiones culturales, sociales y psicológicas que sufre el sujeto.

Como la Bioenergética además de una disciplina de enunciación de disfunciones es un conjunto terapéutico destinado al tratamiento del mismo, es claro que para Reich y Lowen todas las disfunciones sexuales son tratables a partir de la comprensión de que debe generarse una mayor "independencia motriz" en el sujeto, de forma tal que ésta se propague a sus profundas áreas inconscientes y de allí regrese al sistema sexual, detonando los mecanismos de activación del mismo, y rompiendo los bloqueos que, eventualmente, este presenten.

El desahogo satisfactorio sexual descarga el exceso de excitación del cuerpo, reduciendo significativamente su grado general de tensión. En el sexo, el exceso de excitación se concentra en el clímax.

La experiencia de una liberación sexual satisfactoria proporciona al individuo un sentimiento de quietud y relajamiento, que muchas veces se traduce en un estado de somnolencia. Es una experiencia extraordinariamente placentera y colmada de satisfacción.

Puede provocar en uno pensamientos del tipo: "¡Ah!. Con que ésta es la vida. Qué bien se siente uno".

Esto hace suponer que hay experiencias sexuales no satisfactorias y que no provocan este grado de reacción. Se puede tener un encuentro sexual insatisfactorio, donde hay excitación pero no se llega al clímax del completo desahogo.

Cuando ocurre así, el individuo queda frustrado, inquieto y en un estado de irritabilidad. Pero la falta de clímax no lleva necesariamente a la frustración. Cuando es bajo el nivel de excitación sexual, el no llegar al clímax no produce gran perturbación en el cuerpo.

Puede producir un malestar psíquico, si el fallo se considera como síntoma de impotencia. Pero esa molestia psíquica puede evitarse reconociendo que la falta de clímax obedeció a un nivel bajo de excitación sexual, en cuyo caso el contacto sexual, si se trata de individuos que se quieren, puede ser agradable en sí mismo.

Además, no todos los clímax son plenamente satisfactorios. Hay desahogos parciales, en que sólo se descarga parte de la excitación. Podría decirse que es una satisfacción parcial, pero esto constituye una contradicción "in términis".

Satisfacción significa plenitud; sin embargo estas contradicciones pueden existir y de hecho existen en los sentimientos de la gente. Puede uno estar satisfecho con un ochenta por ciento de descarga, si es el máximo que ha logrado, porque en los sentimientos entran factores psíquicos que los modifican.

Una mujer que no haya experimentado nunca un clímax y goza uno, lo considerará satisfactorio cualquiera sea el grado de su desahogo. Sólo podemos describir una de estas sensaciones comparándola con otra anterior: en este caso, la comparación es imposible.

Se observará, leyendo las obras del doctor Lowen, que éste evita en lo posible emplear la palabra "orgasmo", porque se usa y entiende equivocadamente muchas veces. Decir, como Albert Ellis, que "un orgasmo es un orgasmo" no es más que jugar con las palabras ("el Tao que puede ser explicado no es el Tao", diría Lao Tzé).

Asimila el orgasmo con el clímax, lo cual es un error, y no establece distinción alguna entre los distintos grados de desahogo y satisfacción. No hay dos actos sexuales idénticos en cuanto a sensación y experiencia. No hay orgasmo que sea igual a otro.

Las cosas y los hechos sólo son iguales cuando no interviene el sentimiento, pero la experiencia es única siempre y cuando entren los sentimientos en juego.

 

 
 
 
   
 
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