Siempre me ha impresionado el lenguaje y el uso que hacemos de él.
Quizás por lo que es algo del día a día, lo usamos desde que nacemos y por ello no le damos la importancia que tiene.
Es lamentable que no nos podamos sentar a reflexionar acerca de lo que hacemos con nuestras palabras, ya que con ellas podemos construir o destruir.
Una palabra hablada es como una flecha lanzada, jamás volverá a su lugar, podemos enaltecer alabar, apoyar o motivar a alguien y de la misma manera podemos herir, ofender y hasta destruir.
Usamos el lenguaje y la palabra para comunicarnos, pero no somos conscientes de aquello que comunicamos, del mensaje que damos.
Es tan importante que a él podríamos atribuirle nuestras buenas o malas relaciones sociales, de pareja o de familia.
Si, así de grave, pero mas grave aún es nuestra propia incapacidad para verlo.
Si tuviéramos tan claro hasta donde llegan nuestras palabras y lo profundo que tocan para bien o para mal en el corazón y los sentimientos de los demás entonces seríamos mucho más cuidadosos cuando las empleamos, y aprovecharíamos para reforzar, cosas positivas en las demás personas.
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