No alcanzar el éxito, no satisfacer las expectativas impuestas es algo duro.
Fernando, cirujano de profesión, tenía sólo tres años de edad cuando aprendió que uno debía fracasar para aprender y esforzarse por alcanzar algo. Sin embargo, él no conocía dicha filosofía en aquel entonces, ya que era demasiado joven. Él comenzó a comprenderla cuando tuvo que enfrentar los fracasos en su vida personal y en su profesión.
Esta comprensión se vuelve borrosa, dado que los recuerdos de tan temprana edad son maltratados por el tiempo. Sin embargo, lo que él recuerda es estar luchando duro por aprender a andar en bicicleta. Su madre y su padre le compraron una bicicleta demasiado grande para su edad, y entonces él tenía dificultades para utilizar los pedales.
Así y todo, Fernando continuó intentándolo día tras día, a veces fallando por ni siquiera poder alcanzar los pedales con comodidad. Si bien su bicicleta tenía frenos de mano, él se recuerda inclinándose constantemente y frenando con los pies. Finalmente, su frustración rindió frutos porque después de semanas de práctica diaria, aprendió a andar y entonces ya no dejó de dar vueltas por todas partes.
Una lección tan sencilla como ésta, protagonizada por un niño, puede enseñar mucho a un adulto. Nuestra sociedad puesto tanta importancia en la idea del éxito que el fracaso se ha convertido en una palabra sucia, que debe ser evitada a cualquier costo. Algunos confían en el pensamiento positivo para mantenerse al margen del fracaso. Si bien esto ayuda, también puede hacer que alguien crea que nada puede salir mal, creando una falsa sensación de seguridad.
El fracaso puede ser un trago verdaderamente amargo, pero todos debemos tomarlo de vez en cuando. Sin embargo, como la experiencia de Fernando nos ha enseñado, no es el hecho de haber fallado lo importante, sino la manera de aceptar el fracaso y aprender a partir del mismo.
Una persona puede dejarse apabullar por el fracaso, o puede usar dicha experiencia para ganar determinación y escalar otras montañas. Lo importante es que la experiencia de fracaso no sea en vano, es decir que la persona que fracasa haya aprendido algo de todo eso.
Aquellos que temen al fracaso deberían saber que las personas más exitosas lo han probado una o varias veces en sus vidas. No obstante, lo que hizo la diferencia es la forma en que ellos aprendieron del fracaso; cómo pudieron usarlo para triunfar en la vida. La verdadera falla está en no intentarlo de nuevo una vez que el fracaso ha tenido lugar, desde luego, por temor a volver a hacerlo mal.
El temor al fracaso crea ansiedad debido al miedo de no saber y no estar seguros de lo que ocurrirá a continuación. Con frecuencia, esto se convierte en un pequeño problema, que nunca se sabe dónde termina. Mientras más piense una persona en la posibilidad de fallar, mayor tiempo pasará sacando conclusiones e imaginando los posibles escenarios. Inconscientemente, su temor al fracaso ha convertido a un pequeño problema en algo mucho más grande y complicado.
Una persona que tiene miedo al fracaso puede ser muy competitiva, ya que a sus ojos, todas las personas y las oportunidades representarán posibles amenazas. Esto elimina toda posibilidad de goce incluso en aquellas situaciones simples y carentes de presión. Esta persona estará constantemente nerviosa y ansiosa. El sentimiento de presión generado por hacer más y por superar las fuerzas normales de una persona puede conducir a conductas erráticas y a un estado de cansancio general.
El temor al fracaso es una condición normal. Cómo lidias con él es lo que hace la diferencia. Lo mejor que puedes hacer para confrontar este temor es tomar la inspiración de ese árbol de bambú que se inclina cada vez que viene un gran temporal, para evitar partirse, y que luego vuelve a enderezarse cuando el viento se ha detenido.
En primer lugar, una persona debe aceptar que no es un ser perfecto —de hecho, nadie lo es—. Una persona tiene el derecho de errar y fallar, de modo que debes otorgarte otra y otra oportunidad para pelear tu lucha.
Procura tener siempre un grupo de apoyo al cual recurrir cuando las cosas se pongan demasiado rudas, de manera que no te sientas solo/a y rechazado/a. Las personas más exitosas confían en sus amigos y familias en aquellos momentos bajos de sus vidas. Otros confían en sus sueños de llegar a la cima.
Hagas lo que hagas, no permitas que el sentimiento de amargura se quede en tu interior ya que se agrandará cada vez más y terminará por arruinarte. Habla acerca de tus temores y tus frustraciones porque es la única manera de sacarlos definitivamente de tu sistema.
Quienquiera que haya dicho que el éxito es el fracaso que cambia repentinamente de rumbo, debe haber fallado una o más veces en su vida. Y, además, ¿cómo sabríamos que el fracaso no es más que éxito disfrazado?
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