Panteísmo: muestra a Dios, no como Nuestro Padre, cercano, creador y Señor de todo, como el Buen Pastor que conoce a cada una de sus ovejas, sino como el dios impersonal y lejano de la "Nueva Era", como una "energía" que está en todo y forma parte de todo.
Ausencia de normas o valores precisos: no hay distinción clara entre el bien y el mal, pues estos dependen de las preferencias de cada persona. No hay culpa o maldad. Se niega o minimiza el pecado y el Sacramento de la Confesión.
Relativismo religioso: todas las religiones son iguales ya que todas son buenas. La Iglesia Católica no es ya la verdadera, sino una más entre otras.
Menosprecio del Evangelio: sus ideas, influenciadas por el hinduismo, pretenden enriquecer el cristianismo, implicando necesariamente que las enseñanzas de Cristo son pobres. Cristo ya no es la Palabra definitiva del Padre, sino una palabra más entre otras.
Menosprecio de la Biblia: la Biblia es solamente uno de los diferentes libros inspirados, inferior al llamado "conocimiento-de-sí".
Esoterismo de la oración: la oración no es un diálogo personal con Dios, fruto de la fe y de la gracia, sino un método para llegar a la "iluminación", producto de "ciertas técnicas" y de conocer una "sabiduría oculta".
Menosprecio de Jesucristo: Jesús no es el único Camino, la única Verdad y la verdadera Vida; sino un profeta más entre varios como Buda, Mahoma, etc.
Entronización del auto-conocimiento: la santidad es la libertad a la que llegamos tras descubrir la "iluminación" que está dentro de nosotros mismos; no proviene, por tanto, del estar abiertos a la gracia de Dios, ni del ejercicio de la caridad o de la humildad. Si lo importante es la "iluminación" interior, el Papa, los santos y las Escrituras constituyen en realidad una especie de estorbo entre Dios y nosotros.
Desvalorización de la Cruz de Cristo: el sufrimiento está en la mente y hay que eliminarlo lo que sólo logran los "iluminados". De esta forma se desvaloriza la Cruz y el sufrimiento redentor de Cristo y de los seres humanos. Hay una especie de adormecimiento de la conciencia, que minimiza la solidaridad cristiana para comprometerse con el dolor y la necesidad del prójimo.
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