Dos joyas de la cultura
japonesa, explicadas en
detalle
AI hablar de Ikebana, no podemos dejar de mencionar la Ceremonia del Té (CHA NO YU) y para referirnos a ambos; deseo explicar someramente, como son las habitaciones japonesas.
Sin ser amplias, la escasez de muebles —todos los armarios están empotrados—, las
puertas corredizas que no roban espacio, la delicadeza de la madera pulida a puño, las limpísimas esterillas del piso y las mamparas prolijamente empapeladas otorgan
una acogedora suntuosidad.
En uno de los rincones de la pieza hay un lugar destinado exclusivamente para el adorno. Es un espacio no mayor de un metro por dos de superficie, en cuya pared del fondo, se cuelga un cuadro vertical largo (KAKEMONO) hecho sobre papel o seda, que tiene generalmente pintada alguna figura, un paisaje alusivo a la estación (y que por lo tanto se cambia al pasar de una estación a otra) o bien algún poema.
En este lugar, llamado TOKONOMA. se coloca siempre un IKEBANA, y es una regla de etiqueta, al penetrar en un hogar japonés, el admirar la belleza de ese IKEBANA. No importan tanto ni la suntuosidad de la casa ni el atavío de la dueña como el buen gusto que ha tenido en esa decoración floral, que es el verdadero espejo de la cultura, del arte y del gusto que ella posee.
Al celebrarse la ceremonia del té, es pues esa la primera actitud que adoptan las visitas. Penetran en la sala, van directamente frente al TOKONOMA, admiran primero el KAKEMONO, luego contemplan el IKEBANA, y recién entonces van a ocupar el lugar que Ies está destinado.
He aquí por que se insiste tanto en esa relación entre la ceremonia del té y el Ikebana. Ambos están íntimamente ligados, a tal punto que la belleza del Ikebana predispone espiritualmente a ese recogimiento, esa serenidad indispensable para participar en una ceremonia del té.
El té en este caso no es una infusión como la que acostumbramos a beber sino un liquido cremoso, ya que el té verde es un polvillo muy finamente molido que se guarda en una cajita de laca (casi oculta en la fotografía).
El té se sirve con una cucharilla larga hecha con bambú, en el tazón al cual se le añade agua caliente y se lo bate con el CHASEN (pequeño batidor hecho con
bambú).
EI invitado bebe la taza de té, y tras haberlo degustado, contempla y admira el valor artístico de la pieza de cerámica. Una vez más vemos como tres ramas artísticas de
la cultura japonesa están indisolublemente ligadas.
CHANOYU —ceremonia del té—, IKEBANA —arreglo floral— y alfarería, se complementan y acrecientan mutuamente su valor.
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