El único
estilo profesional conocido es el masculino.
Las mujeres profesionales nos hemos adaptado
con mayor o menor éxito a una formula
ya establecida y la propuesta es pensar un estilo
profesional basado en una identidad propia,
femenina, que contemple y le saque el mayor
provecho a las fortalezas de la mujer y tenga
en cuenta los múltiples roles que habitualmente
cumplimos.
Como no hay un estilo
profesional femenino, ya que las mujeres hemos
tenido que ir abriéndonos camino en un
territorio “ajeno”, tenemos la oportunidad
de ir creando, en nuestro ámbito de trabajo
una forma de trabajar y de liderar propias.
La forma de hacerlo es pensando y probando,
porque no hay caminos trazados. La fortaleza
de la mujer es interna. Esto significa encontrar
un centro de gravedad interno que le dé
seguridad en sí misma. También
significa arriesgarnos a cometer errores y que
estos no sean vividos como una situación
terminal de fracaso o tragedia. Es interesante
en este caso, comparar como viven un “fracaso”
o error los hombres: por lo general, lo registran
y pasan enseguida a otra cosa, sin culparse
indefinidamente por los resultados adversos
de un trabajo o proyecto.
También es
responsabilizarse por las decisiones propias
y no buscar el apoyo o aprobación ajena
de forma compulsiva, ya que muchas veces cometemos
en el trabajo el mismo error que en la vida
personal: estar demasiado pendientes de la opinión
ajena por inseguridad. La única manera
de adquirir seguridad es hacer las cosas y correr
riesgos, por ejemplo, equivocarse, y darle al
error el peso justo, y no la magnitud de una
tragedia.
Entonces, la propuesta
es tomarse el tiempo para hacer una creación
propia en vez de seguir caminos trazados. Solamente
a modo orientativo, podemos decir que el estilo
femenino es más envolvente, mas relajado
e introspectivo. Una mujer puede aportarle al
trabajo una condición de calidez, de
confianza y amabilidad. Cada una tiene su propio
estilo para aportar y enriquecer la tarea a
la que se dedique.
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