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Mi interés principal era una inquietud más bien científica de buscar productos naturales para nuestra belleza exterior. Simplemente, volver a usar esos productos que usaban nuestras madres y abuelas. Algo me molestaba acerca de todos los productos que están entre nuestros cosméticos, y limpiadores, algunas veces por años, y permanecían inalterables. ”Algo huele a podrido en Dinamarca” diría Hamlet.
Mi tarea principal era procurarme de recetas de jabones que hacía mi abuela, y olían maravilloso, y los usaba desde lavar la ropa, hasta nuestro cabello, todo quedaba reluciente (ver curso ya publicado). Sin olvidar los olores que salían de la cocina, canela, clavos de olor, limón, naranja, o de los antiguos roperos. Siempre dentro de los cajones, una bolsita de muselina, con flores de lavanda (“para el aroma”), me decía sin mayores explicaciones, (ahora sé que repele insectos), y cortezas de quillay un árbol nativo muy cotizado internacionalmente (puede conseguir su extracto fácilmente), tanto entre la ropa, como lavando nuestros chalecos de lana, o el pelo de más de alguien. Que además de ser repelente de polillas (lanas, pieles naturales), posee una sustancia que actúa cono el jabón (saponinas).
Crecí en una generación donde el plástico era inexistente en nuestros juguetes (baquelita, era lo máximo), eran de madera, algodón, lana, de goma, si teníamos suerte, hierro en las cadenas de los columpios o bicicletas. Las pelotas eran de cuero y la ropa se hervía en un enorme tiesto, con el infaltable jabón, (esta vez más rústico) para blanquearlas y se almidonaban con ALMIDÓN. Adivinaron, hace muchos años atrás, es cierto, ya que ahora yo soy abuela.
Sin darme mucho cuenta, el plástico se apoderó de nuestras vidas, las bolsas de cáñamo, o hilo de algodón, se usaba tejidas hábilmente por artesan@s, o de simple papel café, fueron desplazadas por plásticas. Mi casa ahora relucía con sus pisos brillantes con cera, derivada del petróleo, los vidrios pulcros y transparentes, limpiados hábilmente con parafina líquida (o kerosene), o un producto especializado y en vez del trapo tejido con pitilla, o hilo de algodón puro, hojas de periódico, que en ese entonces su tinta contenía plomo. (Ahora incluso lo han retirado de las gasolinas).
Sobrevino lo terrible para mí, como de muy pequeña fui al colegio, el sol y el polvo del patio, suponía, me trajeron un dolor de cabeza crónico, algunas veces las migrañas eran insoportables. A pesar que me hicieron todos los exámenes existentes, nada malo había en mi organismo. Debo añadir que ahora han disminuido considerablemente.
Hasta que ahora, a mis 51 años descubro la razón. Los derivados del petróleo no son compatibles con nuestra salud.
BUENA DUEÑA DE CASA
Sí, lo era, usaba el mejor detergente que salía al mercado, las cremas y maquillajes de moda, cambié con todo mi pesar, mis hermosas sábanas de hilo bordadas (ya no era posible encontrar la tela adecuada), por aquellas de dibujos de colores, que no se planchan, ahorrando nuestro recurso más escaso, el tiempo. Remojaba la ropa el día anterior, (con un producto apto para tal operación) por la suciedad acumulada (Santiago es una de las ciudades más contaminadas), y luego un gran lavado, claro en lavadora con detergente fosfatado (recuerde que todo va hacia el sistema de evacuación, contaminando ríos, lagos, océanos) y enzimas, además de un último enjuague con cloro (hipoclorito de sodio) para “desinfectarla”. Planchar no era difícil con un producto para el propósito, y enormes cantidades de mata-insectos con DDT, y desodorantes de todo tipo. Eso sin mencionar los productos de tocador, como dentífricos, champúes, bálsamos, y productos cosméticos, muchos en forma de spray, que dañan la capa de ozono, muy importante en este país pues ya no se puede tomar sol sin temerle a los terribles rayos UV. Usaba todos los productos que el mercado ofrecía. No muy diferente a la rutina que usted actualmente posee, que seguramente será aún más acucios@ y organizad@.
La razón de hacerlo no es una diversión, todo sea por el bienestar de los que viven en casa, aunque lo haga sol@. No es fácil lidiar con los temibles gérmenes de las propagandas, así nuestro piso está cubierto con alfombras cuidadosamente limpias con un buen champú de alfombras, y luego aspiradas para que los niños no resbalen, o se ensucien si desean jugar en el piso. Creo que ya me está entendiendo la idea.
ESCUCHEMOS ALGUNAS INVESTIGACIONES
Todo lo anterior, es lo que hacemos diariamente,
– pero ¿qué pasaría si le dijera que está causando más daño que beneficios?
¿Sabía que la agencia gubernamental de protección americana (EPA), ha encontrado que el aire dentro de los hogares está 7-50 veces más contaminado químicamente que el del exterior?, con smog y todo. En Estados Unidos 3 millones de niños llegan a los hospitales envenenados, la razón principal son los químicos caseros (Más de dos tercios).
¿Sabía que el formaldehído, fenol y benceno, sodio laurel sulfato u otro nombre similar)- cancerígenos y altamente tóxicos para el sistema inmune y nervioso- se encuentran en los artículos de aseo y cosméticos más comunes?
De hecho aprenderemos nuevamente a leer cuidadosamente las etiquetas. (En muchos casos premunidos de una buena lupa).
He aquí un pequeño resumen de lo que he encontrado. (Aunque sé que es tan sólo la punta del iceberg), ya que en este tema hay mucho dinero invertido por enormes compañías pero no me referiré a ese tema, usted imaginará las razones. De hecho al año se incorporan al mercado 2.000 nuevos productos derivados del petróleo. Actualmente existen alrededor de 80.000 productos de uso común.
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