Para poder sumergirnos
en el campo de lo transpersonal, primero deberemos
tratar de definir: ¿Qué es la
ciencia?
Una de las posiciones en contra de Popper más
respetadas es la desarrollada por el epistemólogo
Paul Feyerabend. Para este autor, los intentos
por delimitar el ámbito de la ciencia
se realizan sólo para rechazar y despreciar
todo aquello que no sea científico.
La posición de Feyerabend es que no existe
un método que garantice un conocimiento
valedero. La ciencia propone teorías
que permiten momentáneamente solucionar
ciertos problemas y dominar la naturaleza. Pero
estas teorías son provisorias y no son
necesariamente mejores que otras teorías
"no científicas".
Los científicos deberían admitir
con humildad su papel y no pretender ocupar
el centro de la escena. Pero no se comportan
de esta manera. Por el contrario, los científicos
se sienten dueños de muchas verdades
y conocedores del único método
capaz de obtener un conocimiento seguro de la
realidad. Como si esto fuera poco, se sienten
también benefactores de la humanidad.
Hoy la verdad es un patrimonio exclusivo de
la ciencia y no existe libertad para que cada
individuo desarrolle su propia visión
del mundo, accediendo al conocimiento del modo
que mejor le parezca. Feyerabend opina que no
hay razones para privilegiar a la ciencia frente
a otras formas de conocimiento como la astrología,
la acupuntura, la homeopatía, la parapsicología
o la magia.
En realidad, no hay modo de definir a la ciencia.
La historia del conocimiento es tan compleja
que no es razonable pretender reducir la ciencia
a un método o a un criterio metodológico.
Los epistemólogos suelen dar por supuesto
que la ciencia es superior a otros tipos de
saber. Pero no argumentan en favor de este supuesto.
No demuestran que la ciencia es mejor que la
sabiduría de los brujos o de los magos.
Lo que sucede es que los que defienden la superioridad
de la ciencia desconocen esas otras formas de
conocimiento.
Feyerabend sostiene la necesidad de un "pluralismo
teórico", lo que implica no eliminar
teorías que puedan parecer no científicas.
El conocimiento de la realidad se ve enriquecido
cuando esta realidad puede ser abordada desde
diversas perspectivas. Incluso puede ser provechoso
volver a ideas antiguas que fueron dejadas de
lado al ser reemplazadas por otras con más
aceptación. Una idea no se examina nunca
en todos sus aspectos y ningún punto
de vista recibe todas las oportunidades que
se merece: "Las teorías se abandonan
y sustituyen por otras explicaciones más
de moda, mucho antes de tener la oportunidad
para mostrar sus virtudes". Podemos encontrar
ejemplos en la historia del conocimiento en
que una idea olvidada e incluso despreciada
en un momento fue rescatada en otro. Así
pasó con la idea de que la Tierra se
mueve, una idea sostenida por el filósofo
griego Pitágoras, y que fue vista como
extraña y ridícula para luego
ser revivida muchos siglos después por
Copérnico. También, la teoría
lunar de las mareas fue rechazada por científicos
como Galileo por ser considerada un ejemplo
de superstición astrológica. Pero
la teoría de Newton sobre la gravitación
universal mostró que la Luna podía
influir en sucesos "sublunares". Newton
aceptó, así, una doctrina que
había sido rechazada como parte de una
pseudociencia.
También puede ser enriquecedor para nuestro
conocimiento dar lugar a ideas que son consideradas
absurdas. Éstas suelen ser ideas provenientes
de culturas distintas de la occidental. La postura
occidental trata de absurda a una idea que no
comprende o la acepta a condición de
tergiversarla. Es lo que sucede con la cultura
oriental. O se considera que no debe ser tenida
en cuenta porque no es científica o se
la acepta pero occidentalizándola. Por
ejemplo, el yoga es aceptado en Occidente como
una gimnasia para relajarse y dormir mejor pero
no se la comprende cabalmente como una filosofía
de vida.
Feyerabend critica fundamentalmente la actitud
fanática respecto de la ciencia. El fanatismo
científico sostiene que "lo que
es compatible con la ciencia debe vivir y lo
que no es compatible con la ciencia debe morir".
Esta postura no hace más que empobrecer
nuestras posibilidades del conocimiento de la
realidad.
Para este autor, la ciencia constituye una de
las muchas formas de pensamiento desarrolladas
por el hombre, pero no necesariamente la mejor.
En realidad, el hecho de que esta forma de pensamiento
prevalezca en la actualidad sobre las demás
se debe a hechos históricos y no a una
superioridad intrínseca. Hoy vemos que
la cultura occidental es un imperio. Su superioridad
está en la fuerza y no en la razón.
Según Feyerabend, lo convincente es ser
pluralista. La ciencia debe ser más abierta,
más humilde. Y las demás formas
de conocimiento deben tener las mismas oportunidades
que la ciencia para desarrollarse. Incluso critica
que la educación sea predominantemente
científica. Para Feyerabend, la ciencia
debe ser enseñada como una forma más
de entender la realidad que nos rodea, para
resolver problemas que surgen de esta. Pero
junto con la ciencia deben enseñarse
otros tipos de saber, como la astrología
y las medicinas alternativas.
Dice Feyerabend: "La separación
de ciencia y no-ciencia no sólo es artificial,
sino que va en perjuicio del avance del conocimiento.
Si deseamos comprender la naturaleza, si deseamos
dominar nuestro físico, entonces hemos
de hacer uso de todas las ideas, de todos los
métodos, y no de una pequeña selección
de ellos. La afirmación de que no existe
conocimiento alguno fuera de la ciencia no es
más que otro cuento de hadas interesado.
Las tribus primitivas disponen de clasificaciones
más detalladas de animales y plantas
que la zoología y botánica contemporáneas,
conocen remedios cuya eficacia asombra a los
médicos, resuelven problemas difíciles
de una forma que todavía hoy no se comprende
bien, como la construcción de las pirámides.
En todos los tiempos el hombre ha inspeccionado
su entorno con los ojos bien abiertos y una
inteligencia fecunda, en todos los tiempos ha
hecho descubrimientos increíbles, y en
todos los tiempos podemos aprender de sus ideas."
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