En el pensamiento tomista existen diferentes causas de la humildad que enumeramos a continuación:
a) El amor. Honramos a aquéllos que amamos, y esa es una forma de hu-mildad que muestra consideración hacia los demás: “la dignidad de la persona dirige a la consideración de la humildad” , porque es aquello que nos da verdade-ra nobleza interior.
b) El dolor. Tomás de Aquino considera que la humildad puede nacer del sufrimiento del propio dolor, “no porque la enfermedad cause la virtud, sino por-que da ocasión a alguna virtud como la humildad” . A su vez, también se des-arrollan en tales situaciones la paciencia y la caridad que nacen de nuestra preocu-pación y amor al prójimo.
c) El temor. La actitud que un hombre adopta ante el deseo de fama y honor también puede producir humildad. Así sucede cuando el hombre desprecia por sí mismo tal objetivo de gloria ante los demás: “contra la inclinación a la soberbia existe el temor que inclina a la humildad” . Por su parte, querer el honor del pró-jimo propiamente pertenece a la caridad, que se opone a la envidia propia de aquel que se entristece ante el bien ajeno. Así actúa aquel hombre que se deja llevar por la vanagloria y persigue el honor sólo preocupándose por sí mismo.
d) La súplica. Por otra parte, pedir produce humildad en tanto que evita la autosuficiencia; es, pues, “una eficaz medicina contra la soberbia” . Cuando una persona pide ayuda a los demás ejerce un verdadero acto de humildad. Tomás de Aquino distingue dos formas de pedir limosna : una persona puede mendigar de manera forzada o de forma voluntaria.
Tras haber expuesto las diferentes causas de humildad que aparecen en los textos tomistas, explicaremos también que San Buenaventura matizó que existen diferentes grados de humildad: "es un alto grado, cuando alguien se humilla en las palabras, es más alto en los hechos, el grado más alto es cuando alguien verdade-ramente es humilde en el corazón" . La humildad más profunda, sincera y noble nace desde lo más hondo del corazón humano; allí donde la realidad ya no se con-funde con hechos ni palabras; puesto que, en último término, quien es humilde de corazón también lo será en sus palabras y en sus obras.
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