A lo largo de la historia de la filosofía, los filósofos han planteado diferentes doctrinas éticas que propugnan ofrecer modelos adecuados de conducta. San Bue-naventura, por ejemplo, escribió que "el carácter es un hábito perfectamente asu-mido, como una cualidad del espíritu que no se termina completamente en el alma sino que dispone a una perfección ulterior" . El carácter de una persona es esen-cial para conocer su modo de ser. Pero además del modo de ser también existe la libertad. Por esta razón, y dado que el hombre vive en sociedad, es necesario crear unos estatutos éticos que determinen qué es correcto y qué no lo es. Evidentemen-te, la operación conveniente al hombre es obrar según la recta razón que está orientada al bien. De hecho, la humildad (que se opone a la soberbia) es una de las virtudes más importantes en la vida, ya que reprime el ánimo para el honor inde-bido valorando los propios defectos personales .
En el caso concreto de Tomás de Aquino nos encontramos con un modelo ético que refiere directamente al bien y al mal y a sus consecuentes placer y triste-za, como patrones de un modelo de conducta adecuada: "no cualquier virtud mo-ral es acerca de los placeres y tristezas tal como con respecto a su materia (la for-taleza es acerca de los temores y audacias) pero toda virtud moral se ordena al placer y la tristeza tal como a algún fin consiguiente" . De las diferentes virtudes nombradas en el corpus tomista, aquí se ha atendido a la humildad como un me-dio eficaz para luchar contra el vicio de la soberbia, que se refleja claramente en la acción humana en estas manifestaciones: la jactancia, la hipocresía, la desobe-diencia, la desesperanza, la infidelidad y la presunción. Para combatirlas, Tomás nos propone los siguientes remedios: el amor, el dolor, el temor y la súplica, que están vinculados a la virtud de la humildad.
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