Segundo
Manifiesto Surrealista
"Si nosotros,
no encontramos palabras bastantes para denigrar
la bajeza del pensamiento occidental, si nosotros
no tememos entrar en conflicto con la lógica,
si nosotros somos incapaces de jurar que un
acto realizado en sueños tiene menos
sentido que un acto efectuado en estado de vigilia,
si nosotros consideramos incluso posible dar
fin al tiempo, esa farsa siniestra, ese tren
que se sale constantemente de sus raíles,
esa loca pulsación, este inextricable
nudo de bestias reventantes y reventadas, ¿cómo
puede pretenderse que demos muestras de amor,
e incluso que seamos tolerantes, con respecto
a un sistema de conservación social,
sea el que sea? Esto es el único extravío
delirante que no podemos aceptar. Todo está
aún por hacer, todos los medios son buenos
para aniquilar las ideas de familia, patria
y religión. En este aspecto la postura
surrealista es harto conocida, pero también
es preciso se sepa que no admite compromisos
transaccionales. Cuantos se han impuesto la
misión de defender el surrealismo no
han dejado ni un instante de propugnar esta
negación, de prescindir de todo otro
criterio de valoración. Saben gozar plenamente
de la desolación, tan bien orquestada,
con que el público burgués, siempre
innoblemente dispuesto a perdonarles ciertos
errores "juveniles", acoge el deseo
permanente de burlarse salvajemente de la bandera
francesa, de vomitar de asco ante todos los
sacerdotes, y de apuntar hacia todas las monsergas
de los "deberes fundamentales" el
arma del cinismo sexual de tan largo alcance.
Combatimos contra la indiferencia poética,
la limitación del arte, la investigación
erudita y la especulación pura, bajo
todas sus formas, y no queremos tener nada en
común con los que pretenden debilitar
el espíritu, sean de poca o de mucha
importancia. Todas las cobardías, las
abdicaciones, las traiciones que quepa imaginar
no bastarán para impedirnos que terminemos
con semejantes bagatelas. Sin embargo, es notable
advertir que los individuos que un día
nos impusieron la obligación de tener
que prescindir de ellos, una' vez solos se quedaron
indefensos y tuvieron que recurrir inmediatamente
a los más miserables expedientes para
congraciarse con los defensores del orden, todos
ellos grandes partidarios de conseguir que todos
los hombres tengan la misma altura, mediante
el procedimiento de cortar la cabeza de los
más altos. La fidelidad inquebrantable
a las obligaciones que el surrealismo impone
exige un desinterés, un desprecio del
riesgo y una voluntad de negarse a la componenda
que, a la larga, muy pocos son los hombres capaces
de ello. El surrealismo vivirá incluso
cuando no quede ni uno solo de aquellos que
fueron los primeros en percatarse de las oportunidades
de expresión y de hallazgo de verdad
que les ofrecía. Es demasiado tarde ya
para que la semilla no germine infinitamente
en el campo humano, pese al miedo y a las restantes
variedades de hierbas de insensatez que aspiran
a dominarlo todo [...]
Nuestra adhesión al principio del materialismo
histórico... Verdaderamente no se puede
jugar con estas palabras. Si dependiera únicamente
de nosotros -con eso quiero decir si el comunismo
no nos tratara tan sólo como bichos raros
destinados a cumplir en sus filas la función
de badulaques y provocadores, nos mostraríamos
plenamente capaces de cumplir, desde el punto
de vista revolucionario, con nuestro deber.
Desgraciadamente, en este aspecto imperan unas
opiniones muy especiales con respecto a nosotros;
por ejemplo, en cuanto a mí concierne,
puedo decir que hace dos años no pude,
tal como hubiera querido, cruzar libre y anónimamente
el umbral de la sede del partido comunista francés,
en la que tantos individuos poco recomendables,
policías y demás, parecen tener
permiso para moverse como don Pedro por su casa.
En el curso de tres entrevistas, que duraron
varias horas, me vi obligado a defender al surrealismo
de la pueril acusación de ser esencialmente
un movimiento político de orientación
claramente anticomunista y contrarrevolucionaria.
Huelga decir que no tenía derecho a esperar
que quienes me juzgaban hicieran un análisis
fundamental de mis ideas. Aproximadamente en
esta época, Michel Marty vociferaba,
refiriéndose a uno de los nuestros: "Si
es marxista, no tiene ninguna necesidad de ser
surrealista. " Ciertamente, en estos casos,
no fuimos nosotros quienes alegamos nuestro
surrealismo; este calificativo nos había
precedido, a nuestro pesar, tal como a los seguidores
de Einstein les hubiera precedido el de relativistas,
o a los de Freud el de psicoanalistas. ¿Cómo
no inquietarse ante el nivel ideológico
de un partido que había nacido, tan bien
armado, de dos de las más sólidas
mentes del siglo XIX? Desgraciadamente, los
motivos de inquietud son más que abundantes;
lo poco que he podido deducir de mi experiencia
personal coincide plenamente con las experiencias
ajenas, Me pidieron que presentara a la célula
"del gas" un informe sobre la situación
dominante en Italia, y especificaron que únicamente
podía basarme en realidades estadísticas
(producción de acero, etc.), y que debía
evitar ante todo las cuestiones ideológicas.
No pude hacerlo.
El surrealismo se ocupa y se ocupará
constantemente, ante todo, de reproducir artificialmente
este momento ideal en que el hombre, presa de
una emoción particular, queda súbitamente
a la merced de algo "más fuerte
que él" que le lanza, pese a las
protestas de su realidad física, hacia
los ámbitos de lo inmortal. Lúcido
y alerta, sale, después, aterrorizado,
de este mal paso. Lo más importante radica
en que no pueda zafarse de aquella emoción,
en que no deje de expresarse en tanto dure el
misterioso campanilleo, ya que, efectivamente,
al dejar de pertenecerse a sí mismo el
hombre comienza a pertenecernos. Estos productos
de la actividad psíquica, lo más
apartados que sea posible de la voluntad de
expresar un significado, lo más ajenos
posible a las ideas de responsabilidad siempre
propicias a actuar como un freno, tan independientes
como quepa de cuanto no sea la vida pasiva de
la inteligencia, estos productos que son la
escritura automática y los relatos de
sueños ofrecen, a un mismo tiempo, la
ventaja de ser los únicos que proporcionan
elementos de apreciación de alto valor
a una crítica que, en el campo de lo
artístico, se encuentra extrañamente
desarbolada, permitiéndole efectuar una
nueva clasificación general de los valores
líricos, y ofreciéndole una llave
que puede abrir para siempre esta caja de mil
fondos llamada hombre, y le disuade de emprender
la huida, por razones de simple conservación,
cuando, sumida en las tinieblas, se topa con
las puertas externamente cerradas M "más
allá", de la realidad, de la razón,
M genio, y M amor. Día llegará
en que la generalidad de los humanos dejará
de permitirse el lujo de adoptar una actitud
altanera, cual ha hecho, ante estas pruebas
palpables de una existencia distinta de aquella
que habíamos proyectado vivir. Entonces,
se verá con estupor que, pese a haber
tenido nosotros la verdad tan al alcance de
la mano, hayamos adoptado en general, La precaución
de procurarnos una coartada de carácter
literario, en vez de adoptar la actitud de,
sin saber nadar, tirarnos de cabeza al agua,
sin creernos dotados de la virtud del Fénix
penetrar en el fuego; a fin de alcanzar aquella
verdad".
Fragmento
del "Segundo Manifiesto del Surrealismo"
de Breton, 1930.
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