Muchas de las normas seguidas por los traductores se deben solo a convenciones y están sujetas a cambio. Una es la que aconseja que, con salvedades, no se traduzcan los nombres propios extranjeros.
En idioma español es frecuente la traducción de los nombres propios, adaptándose la grafía de los apellidos. Las enciclopedias, por ejemplo, respetan los nombres originales, pero desaparecen acentos y para la mayoría de los personajes históricos de cierta antigüedad se recogen los nombres latinos.
Los nombres extranjeros de la antigüedad suelen aparecer en su forma castellanizada, como en el ejemplo de Tomás Moro. Los nombres extranjeros actuales se escriben generalmente respetando la forma original.
Los nombres de reyes pueden repetirse entre distintos países, por lo que debe seguirse de su país: Carlos de Inglaterra, Carlos I de España, etc.
Algunos personajes de la antigüedad son conocidos por un calificativo, generalmente de su origen.
Si el apellido empieza por preposición, ésta debe ir en minúscula si aparece el nombre de pila (Juan de la Cruz) y en mayúscula si el apellido está solo (el señor De la Cruz).
Las partículas “van der” (en holandés) y “von” (en alemán) equivalen al “de” español y deberían ir en minúscula: Mies van der Rohe, Ludwig van Beethoven, John von Neumann, etc. Cuando no aparece el nombre de pila, se escribirán en mayúscula: Es un Van Gogh, el Autogiro de De la Cierva, etc.
Los nombres propios son otro de los aspectos que le dan connotación local a un texto, tanto si se refieren a las personas como a los objetos. Por ejemplo, en la cultura angloamericana el escritor Tolstoy es conocido como “Leo”, que no es la traducción del original “Lev”, que significa “león”, sino su versión onomástica.
Se aprecia un fenómeno análogo en la grafía occidental de algunos nombres originalmente pertenecientes a alfabetos no latinos. El nombre ruso “Dmitrij” se traduce en algunos casos como “Demetrio” o “Dimitri”.
Veamos los nombres propios de cosas. Esta categoría se suele clasificar en:
Nombres de cines, teatros, nombres de calles, etc.
Con la excepción de los organismos con nombre multilingüe (Unión Europea, Unione Europea, Union européenne, European Union, Europäische Union, etc), la traducción del nombre propio de una entidad puede generar confusión. Por ejemplo, la traducción de los nombres de universidades que incluyen un nombre de lugar (University of California, Washington University, Universitá degli studi di Milano, etc.) puede ser arriesgado, ya que en algunos casos el topónimo hace referencia al lugar donde se encuentra la universidad, y en otros no es más que un apelativo. Por ejemplo, la traducción “Milan University” crearía confusión, puesto que en Milán hay más de diez universidades que, si se tradujera su nombre, encajarían con mayor o menor precisión en dicha traducción al inglés. Lo mismo puede aplicarse a University of California, que si se traduce literalmente dará la idea (equivocada) de que en California sólo hay una universidad. La traducción de “Washington University” como “Universidad de Washington” sería sencillamente un error, pues dicha universidad no se encuentra en Washington sino en Missouri.
Un aspecto importante referente a los nombres propios en particular, que es válido para los traductores de todas las combinaciones lingüísticas, es el siguiente: cuando aparezca en un texto un elemento de realia o un nombre propio, lo primero que hay que preguntarse es en qué cultura e idioma se ha originado. Una vez determinado, se debe elegir entre:
- la transliteración o transcripción de la grafía original
- la traducción o adaptación de la grafía original..
BIBLIOGRAFÍA:
“La Traducción de Nombres Propios”,
por Salvador Peña Martín. El Trujaman.
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