¿Luis
Rubén Di Palma, o Rubén Luis Di Palma? Yo lo conocí, hace ya muchos años, al
principio de la década de los 60, como Luis Di Palma.
El era casi un pibe, de
unos 17 ó 18 años, otro fanático de los fierros, como yo, o tantos otros. En
esa época yo corría en karts, en una pistita que habían armado en el Club
Platense, en Manuela Pedraza y Monroe. Y los domingos por la tarde, allí se
juntaban unos cuantos espectadores.
Muchos del ambiente, a quienes fuí
conociendo: "Lito Galuzzi, Jorge "El Gallego" Cupeiro, Freddy
James… Tipos que corrían en serio: en autos, no en karts. Pero claro, en
aquella época todo era muy distinto a lo que es ahora. De publicidad, casi ni
hablar.
Creo que en karting, los únicos que corrían sin publicidad, pero para
una marca, eran los hermanos Caldarella, Chiche y Aldo.
Ambos muy buenos. Y corrían
para Zanella, con el viejo Juan Zanella parado en medio de los mixtos, haciéndoles
señas de que dieran leña a sus competidores para sacárselos de encima… Y se
los sacaban nomás. Iban siempre entre los primeros, por las buenas o por las
malas. Obviamente, no éramos amigos. Después, terminamos apreciándonos…
Por
aquellos días, de vez en cuando iba un grupito de espectadores jóvenes (yo tenía
unos 26 años, de modo que casi todos eran más jóvenes que yo). Siempre iban
juntos. Y eran alegres y ruidosos como el mejor. Yo no los conocía, pero de
veras apreciaba los gritos y los aplausos, que muchas veces venían dirigidos a
mí.
Yo era "El Americano". Mucha gente creía que yo era yanqui,
porque, como era tripulante en una compañía de aviación, llegaba siempre
directamente desde Ezeiza, y, todavía de uniforme, con el agregado de sólo el
casco, largaba, siempre de atrás, último, la serie en que me ponían.
Y desde
atrás, ganaba, o me colocaba bien para el repechaje o la final. Yo no lo sabía,
pero todos me conocían. Claro, yo tenía el único kart importado, y corría
con motores preparados en Estados Unidos y retocados acá, que andaban el doble
de lo normal.
Y mi manejo, sin ser bueno, creo que como era algo espectacular,
les gustaba. Sobre todo, por pelearla siempre. A Juan Zanella, eso no le
gustaba. Y, después me enteré que casi siempre, el competidor que tenía en
mente con sus señas de "leña" era yo… Claro, si no ganaba un motor
Zanella, a él le arruinaba el negocio…
En cambio, yo me hacía traer motores
desde Estados Unidos, los terminaba de preparar acá, con el Polaco Herceg, gran
amigo, y los vendía. Si hasta una vez, un motor que salió a la venta en
Estados Unidos un miércoles, ganaba en Platense, y en Arrecifes, el domingo
siguiente…
Yo
tenía clientes en Arrecifes. Algunos muchachos me encargaban en par de motores
por mes. Yo ignoraba quiénes eran, pero, mientras me entraran unos dólares, yo
era feliz. Lo que desconocía, era que en ese grupito de fanáticos que venía
de vez en cuando a las carreras, estaban mis clientes.
Pero recién empecé a
conocerlos más tarde, cuando yo también me largué a correr en autos de
verdad: Luis Di Palma, Marito García, tipos que corrían en serio. Nunca corrí un kart contra ninguno de ellos.
Y en auto corrimos en
categorías separadas. En un momento, corrimos con Luis para el mismo
auspiciante: "Casa Muñoz, donde un peso vale dos". No todos se
acuerdan de ese slogan: para eso hay que tener años encima. Y todavía tengo un
buzo para probarlo.
Y
yo mandaba encomiendas semanales, con algún motorcito y repuestos, a Arrecifes,
sin siquiera pensar que estaba armando la cuna de un automovilismo que haría época
en la Argentina.
Sin imaginarme por un momento, que esos "pibes" que
gritaban en la tribuna, aplaudían, y se entusiasmaban, manejaban mejor que yo,
ya en ese tiempo, y constituían el futuro de un automovilismo en formación,
pero tan prometedor, como que, cuando casi todos los pilotos solamente corrían
en una, o dos categorías, como TC y Turismo Mejorado, ellos se le animaban no sólo
a eso, sino a entreverarse con los europeos que venían a hacerse un nombre en Fórmula
3 o en Sport.
Y de ese grupito, creo sinceramente que el mejor, entonces como
piloto, y con los años, como ser humano, fue Luis Di Palma: como piloto, ya que
no sólo andaba rápido y ganaba, casi sin accidentes que ensuciaran su carrera;
y como ser humano, al fundar una familia ejemplar, con tres hijos, una hija, y,
por ahora, un nieto, que van siguiendo sus pasos con todo éxito, manteniendo su
apellido en lo alto de los podios…