En estos días recibí una
carta certificada proveniente de un conocido Banco Privado, del cual fui clienta
en algún momento.
El sobre contenía YA LISTA a mi nombre, una
tarjeta de crédito VISA, con un crédito disponible muy por encima del que me
posiblemente el Banco me daría si tuviera que acreditar mis ingresos mensuales.
No sólo YA PODIA COMENZAR A
UTILIZAR LA TARJETA sino que además me ofrecían el primer año sin cargo, una
tarjeta de débito sin cargo y una caja de ahorro sin cargo. Todo el paquete.
Venia también con 10.000
millas de regalo para utilizar en pasajes aéreos y $ 50.- acreditados en
la tarjeta de crédito para utilizar en la primer compra que hiciera.
¿Tentador, verdad?
Pues NO: para
mí fue una invasión a mi privacidad y al manejo de mi economía. Yo opero con
otro banco y cuando quiero un producto lo pido y elijo el que más me conviene,
no sólo por la facilidad aparente de obtenerlo.
Eran tantos los folletos que
no llegué a leerlos todos y comencé a llamar a los números que figuraban allí
del Banco y de Visa, pero para acceder a ellos debía ingresar no sólo mi Nº de
D.N.I sino el Nº PIN, que por supuesto no tenía, porque no soy clienta de ese
banco.
En letras chiquitas leí más
tarde, que si no quería la tarjeta “la destruyera, que no me iba a traer
inconveniente ni costo alguno”.
Bueno sería que me
significara costos o inconveniente rechazar algo que yo no solicité y que ya
estaba en mi casa. Tampoco decía a qué dirección debía dirigirme, ya habían
tenido la bondad de permitirme elegir con qué sucursal iba a operar. Corté la
tarjeta en pedacitos con una tijera, la tire a la basura y guardé en una carpeta
las cartas, por las dudas que en el futuro pretendieran reclamarme algo.
Luego me puse a reflexionar
sobre esto:
Los bancos y otras empresas privadas pretenden
tentarnos con sus productos para que CONSUMAMOS, para que gastemos lo que no
tenemos y así generarnos la falsa ilusión de que tenemos mayor poder
adquisitivo.
Recordé a una compañera de
estudios que tenía mucho dinero y que no usaba jamás tarjeta de crédito: los
ricos pagan en efectivo, no necesitan ni quieren dejar huella de todos sus
gastos mediante una tarjeta de crédito.
¿Quiénes usamos tarjeta de
crédito? ¿Quiénes la necesitamos? La clase media o media baja.
El negocio del banco está en
encontrar clientes que estén pasando un mal momento económico y acepten la
tarjeta, la usen al tope, ellos les cobren intereses leoninos y el consumidor
crea que puede gastar más de lo que gana, y cuando llegue la liquidación
pague solamente el mínimo y financie el resto.
Esto provoca en mucha gente
una bola de nieve imparable.
Cuando en un matrimonio tienen entre ambos 4 ó 5 tarjetas de crédito, la
tentación del consumo es grande, máxime en momentos de crisis.
Y por un ratito el
consumidor se siente poderoso. Firma la tarjeta y se lleva el producto sin
sacar un peso de bolsillo, tal vez vacío.
Pero tiempo después el
endeudamiento es tal es sumamente difícil remontar. Me cuenta Amparo Prast,
médica residente en España, que allá pasa lo mismo y que todos los españoles
están terriblemente endeudados por esta razón.
El mismo comentario me llegó
de los residentes en Estados Unidos. Mientras acá nos fascinamos con la
capacidad de consumo del Primer Mundo creyendo que lo hacen con ingresos
genuinos, pareciera que no, que todo es a crédito. Y los créditos, en algún
momento, hay que pagarlos.
Este recibir tarjetas de
crédito sin solicitarlas, sin acreditar ingresos, sin firmar nada, demuestra –
además – cómo se utilizan sin nuestro consentimiento las bases de datos
personales.
Cuando fui cliente del Banco
(de cuyo nombre no quiero acordarme) ingresé en una promo
“para abogados”, que por ser tales, estábamos exentos de acredita ingresos y nos
vendían un paquete de varios productos, entre los que incluía cuenta corriente
con giro en descubierto.
Es decir que el Banco nunca
tuvo una constancia de cuál es mi patrimonio y cuáles son mis ingresos, pero da
crédito – bondadosamente – por ser abogada. Claro que usar el giro en
descubierto salía por ese entonces 5 % de interés mensual. Por suerte, nunca lo
use.
Si bien nos queda un margen
de libertad de rechazar lo que nos ofrecen, quisiera saber qué hubiera hecho si
“el regalo” me hubiera llegado en medio de una crisis económica personal.
¿Lo hubiera aceptado? ¿Me
hubiera alegrado de poder gastar varios miles por mes con tarjeta sin tener que
demostrar mis ingresos ni mis bienes?
Creo que para organizar
responsablemente nuestras finanzas es importante estar alerta a estas
“tentaciones” que nos produce la sociedad de consumo, que haciéndonos creer
que somos clientes VIP, pertenecientes a no sé qué target, somos merecedores de
la confianza de los bancos y cuando dimos cuenta fuimos “consumidos” por ellos,
porque gastamos lo que no teníamos.
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