Educar en valores, implica poseer valores

“La educación en todos sus niveles debe llegar a ser creadora, y ha de basar sus esfuerzos en la personalización de las nuevas generaciones, profundizando la conciencia de la dignidad humana, favoreciendo su libre autodeterminación y promoviendo su sentido comunitario.”

El anterior planteamiento, cuestiona  en primer término a la persona del educador, que tiene bajo su responsabilidad, la encomiable tarea de formar y enseñar, como también a los enfoques pedagógicos actuales, que deben favorecer el cumplimiento y logro de esos ideales. 

El educador actual se enfrenta a una comunidad estudiantil que viene con un cúmulo de “conocimientos sociales” llenos de confusión y ambivalencia; los padres de familia, por ejemplo,  enseñan a sus hijos que la violencia es mala, y a su vez, utilizan la violencia en la casa o en la oficina, cuando se presenta alguna situación conflictiva.

Si un hijo miente, se le castiga por éste acto y luego la mamá se esconde para no recibir a la vecina, mandando a su hijo a decir que salió de compras. Dentro de la sociedad actual, gana el más “vivo”, valiente es el que saca ventaja del débil, un líder es el que hace mas burlas y bromas pesadas. 

Algunos antivalores se han convertido en hábitos: no cumplir lo que prometemos, leer los mensajes de otros, copiar programas y trabajos, aparentar amistad mientras se logra algo, son algunos ejemplos de actitudes deshonestas, que se volvieron costumbre y que ni siquiera causan un leve sentimiento de culpa. 

Frente a este panorama, la labor del docente se convierte en un reto; su función va mucho mas allá de la simple instrucción, pues los conocimientos académicos se adquieren con facilidad, mediante una buena orientación metodológica y la utilización de los instrumentos y recursos didácticos que se tienen a disposición en ésta época de avances tecnológicos y científicos.

Pero la formación de personas íntegras, honestas, felices, útiles a la sociedad, no se logra con lecturas, ni trabajos de investigación, ni mucho menos con sermones o largas reflexiones, sino con el testimonio permanente y las actitudes positivas que el educador proyecta en sus estudiantes. 

Cuando el educador enseña historia, por ejemplo, lo importante no debe ser la exacta cronología de los hechos aprendidos de memoria, sino el análisis de los acontecimientos con sus causas y sus efectos.

La historia es un tejido de anhelos y fracasos de la humanidad. Nos refleja la situación de valores y antivalores en que ha vivido el hombre. Es un río que corre; tiene una dialéctica; nosotros no podemos quedarnos en la orilla.

Somos producto de una historia y con nuestras actuaciones estamos escribiendo un capítulo de ella, es decir, tenemos responsabilidad histórica. Las lecciones de historia deben llevar a despertar en los niños y jóvenes el compromiso político, la conciencia social y a promover los valores de justicia, igualdad, fraternidad y participación. 

La geografía muestra el campo donde el hombre actúa, como señor de la creación. Él domina la tierra y se autorrealiza dominando la parcela en que Dios lo ha situado. Ésta área posee aspectos significativos que muestran claramente dimensiones de comunión y de participación entre los hombres.

Los océanos unen los continentes, las carreteras y ferrocarriles unen países, pueblos y ciudades con el mismo asfalto y con el mismo hierro; la comunicación por satélite o por Internet hace del mundo una aldea. El mismo cielo y espacio atmosférico cubren y, en cierta forma unen los continentes. 

La geografía y la biología,  muestran el ímpetu creador del hombre; Dios  ha creado el mundo para recrearlo, para embellecerlo, para transformarlo.
El hombre está por encima de las montañas, de los ríos, de los sembrados, de la economía, de la técnica. Está incluso por encima de los astros, por distantes que estén.
 

En profesor que vive su vocación de maestro, enseña y da ejemplo de  bondad,   justicia,  honestidad,  respeto,  autoridad, a través de las áreas del conocimiento. Los contenidos programáticos son  instrumentos que utiliza para formar hombres y mujeres de bien. 

Entiende y así lo demuestra, que de poco sirve tener muchas comodidades, ser muy inteligente, tener buena salud, ser exitoso, si no se es justo, honesto, solidario, si es una persona que no sabe convivir, si no tiene tolerancia. 

 Aristóteles invita a una reflexión acerca la forma como se adhieren  los valores en el ser humano  cuando escribe: – “ Las virtudes morales se desarrollan con el hábito… no las poseemos por naturaleza, ni a despecho de la naturaleza, y las desarrollamos por medio del hábito… adquirimos los valores ejercitándolos…

Aprendemos a hacer las cosas al hacerlas: los hombres aprenden el arte de construir, por ejemplo, construyendo, y a tocar el arpa tocando el arpa. Asimismo, al realizar actos de justicia aprendemos a ser justos, al practicar la autodisciplina aprendemos a ser autodisciplinados, y al realizar actos de valentía aprendemos a ser valientes”.

…y el maestro  ha de ser el primero en estar habituado a ejercer  los valores que desea inculcar en sus educandos.
 

Educar en valores, implica entonces que los docentes sean coherentes con la teoría y la práctica. Valores como la apertura, el compromiso, la libertad, la honestidad, la tolerancia, la singularidad, la trascendencia, deben ser el eje principal que mueve el acto educativo en una época donde la moral simplista está deteriorando en gran medida la dignidad humana.

Cada uno de los valores enunciados, abarca una serie de virtudes y actitudes que vale la pena mencionar: 
 

·         LA APERTURA. Implica ser sociable, generoso, respetar a los demás, estar en actitud de diálogo. Es pensar en los otros antes que en nosotros mismos. La apertura supone una participación responsable en el bien común y la supresión de todo lo que indique rivalidad o competencia. Es también aceptar el cambio, es ser flexibles y optimistas. 

·         EL COMPROMISO. Lleva a tomar decisiones con responsabilidad, a cumplir las metas propuestas, a reconocer el valor que tiene la palabra, la puntualidad y la lealtad. 

·         LA LIBERTAD.  Es tomar las riendas de la vida. Es no tener ataduras ni esclavitudes como el consumismo, las drogas, los celos, la envidia el rencor. 

·         LA HONESTIDAD. Decir siempre la verdad, ser auténtico y transparente, no tomar nada ajeno ni espiritual ni material, es ser honesto. 

·         LA TOLERANCIA.  Es el  respeto y la aceptación por los demás. Es colocarse en el lugar de los otros para entender sus problemas, es escuchar sin interrumpir, dando la oportunidad de expresarse; es ver en la diversidad mucha riqueza. 

·         LA SINGULARIDAD. Es aceptarse cada persona como es, con sus cualidades y limitaciones, aprovechando lo positivo y controlando o superando lo menos bueno. Valorarse a sí mismo, conlleva a valorar, respetar, ser solidario con los otros. 

·         LA TRASCENDENCIA. Es el valor que lleva al hombre a descubrirse, a fijarse metas, lograrlas y buscar otras mas elevadas. Es trascender a través de la acción comunitaria, y realizar actos que le dan sentido a su vida. 

Si el maestro da ejemplo a sus discípulos y demuestra con acciones que es poseedor de éstos valores, sin lugar a dudas, está formando  personas valiosas y útiles a sí mismas, a la familia y a la patria.

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