Nadie escapa a estos sentimientos, y el sentirlos de vez en cuando es normal, es parte de nuestra naturaleza humana. Llorar es bastante sano cuando se trata de un acontecimiento eventual, el llanto es parte de la liberación.
Pero ¿qué pasa cuando estas emociones quedan alojadas en nuestro corazón de manera permanente?, ¿cuando el dolor, la amargura y la tristeza representan nuestra propia personalidad?.
Hoy en día los males provenientes del corazón son muy comunes; los rompimientos
familiares, la frustración, la represión, el fracaso y lo que llamaríamos "el cansancio de vida" se apodera de nosotros cuando vemos que a pesar de nuestro esfuerzo, las cosas "nunca funcionan", "todo nos sale mal" porque "la vida ha sido muy injusta con nosotros".
Es entonces cuando el resentimiento, la autocompasión y la tristeza pueden quedar instalados en nuestro corazón de manera permanente.
Esta actitud hace que todo en la vida lo veamos a través de un "cristal empañado", es decir, nuestra perspectiva de vida se torna gris, ya no vemos la belleza de la vida, los buenos momentos se vuelven indiferentes ante nosotros, dejamos ir oportunidades y empezamos a crear una realidad falsa al creer que "nadie nos quiere" o "todos quieren hacerme daño", nuestra visión actúa y distorsiona todo desde nuestro cristal empañado.
El guardar por mucho tiempo esta actitud o este sentimiento, además de prolongar nuestro sufrimiento, nos trae como consecuencia enfermedades derivadas de "un corazón triste":
– Enfermedades respiratorias (gripas, asma, tos, sinusitis, etc.)
– Enfermedades del corazón (angina de pecho, infarto, etc.)
– Enfermedades del sistema circulatorio (mala circulación, varices,
colesterol, etc.)
Ningún medicamento, dieta o ejercicio pueden evitar o curar dichas enfermedades si no nos conectamos con la alegría de vivir, con el amor a la vida. La alegría es la única medicina para un corazón que revive constantemente en su presente las heridas del pasado.
Sin la alegría, nuestra vida se frena, nuestros pasos se endentecen, ya no queremos saber de nada. Estamos tan deprimidos y con un constante dolor de piernas, que ya no podemos dar un paso más.
Sufrimos también a causa de nuestra soledad por tener nuestro corazón cerrado al amor. No sabemos darlo, mucho menos recibirlo (al mismo tiempo nos duelen los hombros y la espalda).
Seguimos sufriendo porque las pastillas no son suficientes para un corazón que frena el amor, que lo tiene por esencia, pero no lo deja salir (se ahoga y se asfixia hasta morir).
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