Lo primero y principal para ver si estamos en la buena senda es ver como nuestra pareja reacciona frente a nosotros, ver que tan cómoda se siente en nuestra presencia. Por ejemplo, hay que ver si siente algún prurito en mostrar su desnudez cuando estamos en el mismo lugar que ella.
Si no siente inseguridades y molestias por esto, si se anima y no siente vergüenza por su cuerpo, entonces estamos en el buen camino hacia el orgasmo.
Esta comodidad con nosotros también incluye el poder hablar del tema sexual con total apertura, poder decirnos que es lo que la hace sentir bien y que la molesta, cuales son sus deseos y fantasías, que es lo que deberíamos estar haciendo y con que debemos detenernos. Si se cumple con esto, entonces el orgasmo es una posibilidad que se encuentra muy cercana.
La comodidad con la persona con la que se encuentra es algo muy importante, y no solo para la mujer, sino también para el hombre.
Si constantemente estamos preocupándonos por como nos vemos, por lo que estamos haciendo, por lo que “deberíamos” estar haciendo o si no nos animamos a marcarle a nuestra pareja que algo que esta haciendo nos hace sentir mal; entonces muy difícilmente podremos dejarnos llevar lo suficiente por lo que estamos haciendo como para poder disfrutarlo en su totalidad.
Como decíamos, el cerebro es el punto focal del orgasmo. Y si bien esto es cierto tanto para el hombre como para la mujer, la verdad es que es más marcado en el caso del sexo femenino.
Si logramos que se sienta tan cómoda en nuestra presencia como para cumplir con lo que veníamos diciendo durante los últimos párrafos. Es una necesidad casi física que tiene, de abandonarse a lo que estamos haciendo. Si somos lo suficientemente hábiles como para poder lograr esto, entonces la verdad es que el orgasmo esta muy cerca de nuestra habilidad para conseguirlo.
Necesitaremos de un poco de trabajo físico, por supuesto, ya que con el pensamiento solo no llegaremos al lugar a donde estamos tratando de arribar, pero será mucho más simple, incluso de lo que ella misma piensa que puede ser.
Ahora bien, es probable y hasta seguro que haya parejas en el mundo (y no exactamente pocas) que nunca se han sentado y tenido una larga y fructífera conversación sobre el sexo, que nunca se han tomado el tiempo de explicarse mutuamente que es lo que desean, que es lo que quieren, que fantasías tiene, cuales son las cosas con las que más cómodos se encuentra, que es lo que mayor y menor placer les da, que les gustaría intentar en algún momento y como se sienten en general con respecto a la vida sexual que están llevando.
Si este es nuestro caso, si somos de esas personas cuya comunicación con respecto a lo sexual es, para decirlo de alguna forma suave, limitada (por no decir inexistente) entonces necesitamos hacer algo para cambiar lo que estamos haciendo mal.
Por que si nunca hemos discutido con ella de sexo, entonces estamos fallando en un punto básico para lograr una buena relación sexual. Así que es el tiempo para comenzar a hacerlo, para sentarnos y tratar de abrir rutas que nos permitan discutir el tema.
Puede ser que en un principio no nos sintamos a gusto discutiendo el tema (o aun peor, que sea ella la que no se siente cómoda), pero la comunicación es una de las bases de cualquier pareja sana, así que no hay motivo por el que tengamos que tener miedo a este tópico de conversación.
No se trata de comenzar una discusión ni de contar todos nuestros secretos (que podemos pensar como “perversiones”) sino de tener un intercambio profundo y serio de un montón de cosas que nos hacen ser lo que somos, que son parte de nuestra personalidad y que no podemos (ni queremos) negar. Sueños, fantasías, deseos, estimulación, son todos temas que tenemos que tocar.
Y, finalmente, hay un punto de lo que hablábamos antes que tenemos que tener en cuenta. ¿Cómo se comporta nuestra pareja cuando terminamos de hacer el amor? ¿Parece actuar con seguridad en su desnudez o, contrariamente, se muestra poco y se mueve con lentitud?
Si este es el caso, entonces es muy probable que no se sienta demasiado a gusto con su propio cuerpo y que no quiera mostrarlo demasiado. Esto es totalmente contraproducente con respecto a todo lo que hemos estado diciendo hasta este momento con respecto al cerebro como órgano sexual.
En este último caso, hay que tomarnos el trabajo de hacer que se sienta mejor respecto a sí misma. No se malentienda, no decimos “tomarnos el trabajo” porque sea algo malo o difícil, pero si queremos decir que hay que elogiar todo aquello que encontramos hermoso y atractivo en su cuerpo, hay que repetirlo, remarcárselo, lograr que se de cuenta que hay mucho que nos vuelve locos y que no tiene que sentirse mal por ninguna cosa, que todo lo malo que piensa son solo cosas de su imaginación.
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