La vasta región que hoy forman Maruchas, Ifrán y Yataity Calle en los departamentos de Goya y Lavalle era por aquel lejano tiempo al que voy a referirme el amplio escenario de los festivales anuales casi paganos de San Baltazar, el Santo Negro.
Debo advertir que si bien este
Santo tenía su celebración anualmente en otras partes de la Provincia de Corrientes, siendo famosas algunas de ellas, estas de nuestra campaña tenían una peculiaridad que las distinguía por cuanto se desarrollaban en amplio escenario rural con una pompa primitiva que sólo habiéndoselas visto resultan verosímiles.
En la ciudad de
Corrientes, por ejemplo, el Cambá Cuá tuvo su época de esplendor y de fama justificados, pero ello constituía una manifestaci6n ciudadana de culto al Santo, realizada en un barrio de aquella ciudad que todavía lleva su nombre y cuya influencia se extendía a sus aledaños.
Estas fiestas nuestras tenían similares ceremonias pero se celebraban en la campaña abierta donde entonces vivían numerosas familias de pura sangre paisana sin mezcla con gente extranjera. Los extranjeros de entonces consideraban a estas tierras habitadas por gauchos y no se decidían a pisarlas….
En esta comarca de paisanos puros de sangre había sin embargo un enclave étnico constituido por una familia de negros de origen africano que heredaron de sus amos el apellido y tal vez la custodia del Santo.
Esta familia singular en el ambiente poseía la imagen de San Baltazar en su casa y allí recibía de la gente devota contribuciones en forma de dinero y en especies.
Estas eran las "mandas" famosas. Se trataba de antiguos esclavos libertos de una rama de la familia Perichón que a comienzos del siglo pasado se radicó en Buenos Aires procedente de la isla Mauricio, protectorado francés ubicado al occidente del continente Africano.
Esta familia Perichón contrajo parentesco con caracterizadas familias correntinas.
No es extraño que en aquel ambiente carente de¡ conocimiento, y más aún, de la práctica de la religión Católica, prosperase este tipo de culto, ya que como sabemos, el hombre en cualquier estado social en se encuentre tiene el instinto de la Divinidad. San Baltazar monopolizaba entre esa gente sencilla un culto primitivo y "suis géneris".
Con el transcurso de¡ tiempo el culto y las ceremonias del Santo fueron ampliándose hasta llegar a la procesión y luego al amplio periplo que cumplía con un itinerario bien determinado.
El día 25 de noviembre de cada año, San Baltazar abandonaba su sede para iniciar un recorrido por la comarca que duraba hasta el 25 de diciembre, fecha en que asentaba su trono, en la casa ya prevista del vecino principal del lugar.
Allí se alzaba el altar adornado profusamente con cintas de colores y con velones grandes colorados y celestes. Pero antes de llegar a esa fecha, el Santo recorría durante un mes la comarca pernoctando sucesivamente en casas de vecinos donde en horas de la tarde y parte de la noche se efectuaban ceremonias y a veces un baile de corta duración,
En esas ocasiones recibía las mandas de los promeseros vecinos. Al otro día proseguía la marcha del carretón con techo pajizo en el que estaba armado un pequeño trono, o era llevado en andas por sus fervorosos devotos.
En la parte posterior del carretón se amontonaban las mandas y cuando éstas superaban la capacidad del continente, algún carro auxiliar las transportaba a la residencia del Santo.
La lenta marcha del carretón iba acompañada por numerosos jinetes, y delante del mismo, redoblando su viejo tambor, el indio Santos Escobar, a pie, bailando constantemente y esparciendo en el ambiente los retumbos de su instrumento cuyos ecos se perdían en los esteros y en los tupidos palmares aledaños….
Extraído de su libro “Temas correntinos”, Goya, 1983.