Tabaquismo pasivo
Nunca has fumado un cigarrillo y, sin embargo, debes soportar a diario el humo que emanan tus compañeros de trabajo. Te sientes molesta, agobiada, y tu cerebro, de a ratos, parece latir. Y ellos como si nada. Lo cierto es que ser víctima del humo del tabaco de otros es algo más que una situación injusta; es una agresión severa hacia tu salud.
Las sustancias tóxicas que surgen del humo originado por la combustión del tabaco del cigarrillo, no sólo afectan al fumador activo, sino que también actúan sobre el fumador pasivo, que es aquel que inhala en forma involuntaria.
El humo del cigarrillo tiene dos componentes esenciales: el primero de ellos es el flujo principal, que es el humo que inhala el fumador a través del filtro y que luego exhala. El segundo es el flujo lateral, que es el que surge de la combustión del tabaco y el que inhala el fumador pasivo.
Por su parte, el fumador activo inhala un humo filtrado que detiene entre un 30% y un 40% de los componentes tóxicos del tabaco (que suman alrededor de 4500). En cambio, el fumador pasivo inhala el humo no filtrado más el humo exhalado por el fumador, lo que aumenta el riesgo de padecer las mismas enfermedades que el activo.
Se calcula que actualmente el 40% de los niños vive con al menos uno de los padres que fuma y el 80% de los adultos no fumadores vive con un fumador o está expuesto al humo del tabaco en su lugar de trabajo, lo que aumenta el riesgo de contraer las mismas enfermedades que el fumador activo.
En todo el mundo suman 4.900.000 las vidas que se pierden anualmente a causa de las enfermedades relacionadas a la inhalación involuntaria de tabaco (según informe OMS, Organización Mundial de la Salud). Se calcula que por cada fumador activo hay uno o dos pasivos, que adquieren idéntico riesgo de padecer las mismas enfermedades de los que fuman activamente.
Esta circunstancia constituye un problema serio para la medicina preventiva, porque no sólo hay que canalizar los esfuerzos en la población fumadora activa, sino que se los debe ampliar a todos aquellos que conviven con ella y tienen síntomas generados por el humo del cigarrillo.
Suele pasar, en muchos países, que los costos de la atención médica de las enfermedades derivadas del tabaquismo superan con amplitud el total de la recaudación de los impuestos al tabaco.
¿Qué es el tabaquismo pasivo?
El tabaquismo pasivo es la exposición de personas no fumadoras a los productos de la combustión del tabaco en espacios cerrados, que produce la inhalación de una cantidad de humo que llega a ser la tercera causa de muerte evitable en los países desarrollados, tras el tabaquismo activo y el alcoholismo.
En el humo del cigarrillo hay casi 4500 sustancias diferentes, inhaladas en un 25% por el fumador en la corriente principal, mientras que el 75%, procedente de la combustión pasiva, pasa a la atmósfera en la corriente secundaria o lateral.
Ambas corrientes han mostrado la presencia de elementos perjudiciales para la salud, de modo que la concentración de determinadas sustancias tóxicas puede llegar a ser incluso superior en la corriente lateral. El humo de tabaco ambiental ha resultado ser el factor más importante de exposición al benceno. Se ha calculado que debido a esa causa, hasta 53.000 personas fallecen en EE.UU. cada año y 22.000 en Europa.
Enfermedades causadas por el tabaquismo pasivo y su sintomatología
El tabaquismo pasivo representa un importante problema sanitario durante todas las etapas de la vida. Los cánceres más frecuentes que genera son los de pulmón, laringe, boca, esófago y vejiga. El riesgo de padecer alguno de ellos es 40% mayor que en la población que nunca ha sido expuesta al tabaco y dicho riesgo desaparece entre 10 y 15 años después de haber dejado de estar en contacto con el humo del cigarrillo.
Y esto es sólo la punta del iceberg. Los fumadores pasivos también pueden padecer muchas más enfermedades, sobre todo cardiovasculares y respiratorias, como la coronaria, ateroesclerosis, infarto del miocardio, asma bronquial, y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Esta última, tal como el enfisema pulmonar y la bronquitis obstructiva crónica, se proyecta como la cuarta causa de muerte mundial para el año 2020.
Los síntomas de exposición al tabaco se dividen en dos: agudos y crónicos. Los agudos son la irritación ocular, el lagrimeo, el dolor de garganta, la carraspera, los estornudos y la congestión nasal. Entre los crónicos están la tos, la expectoración, los silbidos en el pecho y la fatiga.
Todos ellos son fácilmente evitables si, entre otras cosas, se ponen en práctica campañas en defensa del aire sin tabaco. Si cada fumador pasivo pudiera iniciar una campaña personal para mantener su propio ambiente libre del humo del tabaco, ayudaría a que el fumador activo adquiriera mayor conciencia para tratar de dejar el hábito.
Entre las enfermedades más frecuentes se destaca el cáncer de pulmón, cuyo incremento de riesgo en personas expuestas de forma involuntaria al humo del tabaco se ha podido constatar en diversos estudios epidemiológicos.
De este modo, en el año 1990 murieron en la Europa 1.146 cónyuges (307 varones y 839 mujeres) como consecuencia de la exposición doméstica al humo de tabaco ambiental. Otros tumores en los que se ha encontrado relación son el carcinoma de células escamosas de cabeza y cuello o de senos maxilares.
En niños y mujeres adultas se ha encontrado una asociación con el riesgo de padecer carcinoma nasofaríngeo y también hay datos epidemiológicos y bioquímicos que sugieren un incremento de riesgo de padecer cáncer de cuello uterino entre las mujeres fumadoras pasivas.
Por el contrario, en la actualidad no se puede afirmar de forma definitiva que las mujeres expuestas en forma pasiva al humo del tabaco tengan un mayor riesgo de padecer cáncer de mama, aunque hay estudios contradictorios en tal sentido. También existe gran incidencia en el padecimiento de enfermedades coronarias y las estadísticas así lo confirman.
Tabaquismo pasivo, infancia y embarazo
Como efectos del tabaquismo pasivo en la infancia, se han descrito diversas enfermedades y alteraciones que se inician ya en el feto, debido a la exposición de la gestante fumadora y se continúa con la exposición involuntaria de niños al tabaquismo de sus progenitores y familiares cercanos.
En el caso de la mujer embarazada fumadora se han descrito una serie de alteraciones en el feto (síndrome de tabaco fetal). De forma resumida, esas alteraciones incluyen: disminución del peso al nacer, alteraciones endocrinas en el bebé, mutaciones del ADN en diferentes tipos celulares con un riesgo elevado de cáncer en los niños (especialmente tumores cerebrales y algunas formas de leucemia y linfoma) y alteraciones en la función pulmonar.
En hijos de madres que fumaron durante el embarazo se ha detectado dificultad para el aprendizaje, disminución del coeficiente intelectual (entre los 3 y 4 años), problemas de comportamiento (a los 8 años y hasta los 12) y, a lo largo de toda su vida, enfermedades cardiovasculares.
Además, la mujer gestante tiene un aumento del riesgo de padecer una serie de patologías del embarazo que ocasionan que la mortalidad perinatal aumente en el 28%.
Otras patologías en la infancia debidas al tabaquismo son: incremento del riesgo de padecer enfermedades respiratorias y asma bronquial después del primer año de vida, menor peso en la infancia, enfermedades otorrinolaringológicas.
Asimismo, el tabaquismo materno puede doblar el riesgo de padecer el síndrome de muerte súbita y constituye, a la vez, una de las causas evitables más importantes. Por último, el tabaquismo pasivo en la infancia se ha relacionado también con una mayor incidencia de cáncer en la edad adulta, de enfermedades infecciosas y otras relacionadas como una mayor tasa de ausentismo escolar.
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