¿Los adultos mayores ya no tienen nada para aportar?

¿No es hora de ir desterrando uno de los mitos más dañinos sobre los mayores, y comenzar a valorar sus aportes como realmente lo merecen?

En realidad los adultos
mayores hacen un sinnúmero de aportes a sus familias, sociedades y economías.

 

La opinión común que
sustenta este mito se centra en la participación de la fuerza laboral, que
disminuye al aumentar la edad por el deterioro de las capacidades funcionales,
aunque visto está que la capacidad funcional no es sinónima de incapacidad
laboral; de hecho las exigencias físicas de muchos trabajos se han mejorado por
los adelantos tecnológicos, así que los adultos mayores pueden seguir siendo
económicamente productivos; más bien, el que haya menos adultos mayores con
trabajos remunerados se debe a desventajas de educación y capacitación.


La creencia de que el adulto
mayor no aporta es porque en la sociedad (civil y familiar) solo cuentan las
ocupaciones remuneradas; sin embargo, hacen aportes importantes con los trabajos
voluntarios dentro y fuera del hogar.

Muchas economías en todo el mundo
dependen en gran medida de esas actividades, aunque las incluyen
poco en la evaluación de las actividades económicas nacionales, por lo que pasa
inadvertida y es infravalorada la aportación.


La valoración de lo
que tienen para ofrecer los adultos mayores implica:
 

  • · Reconocer la
    participación de dichas personas en el desarrollo.

  • · Permitirles
    participar en actividades voluntarias.

  • · Apoyar las
    contribuciones que hacen a la sociedad, y en particular a sus actividades de
    atención.

  • · Fomentar las
    oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida.
     


Trabajos remunerados y no remunerados



Por necesidad financiera,
muchos adultos mayores, más en países en desarrollo, trabajan en producción
agrícola hasta edad muy avanzada, en su mayoría son mujeres, y las actividades
agrícolas, cultivos y la crianza de animales son muy ligadas a las tareas
domésticas.


El trabajo en el sector
informal es difícil de medir, porque no forma parte de la economía de mercado,
por lo que es “invisible”, porque son “labores en pequeña escala con base en el
auto-empleo, con o sin contrato” y por lo general, son mal remuneradas, al
menudeo, como venta callejera de alimentos y los trabajos domésticos.


Muchos adultos mayores se
mantienen a sí mismos y mantienen a otros familiares enfermos, es una actividad
que suele desempeñar la mujer adulta, aunque va en aumento la participación del
hombre; incluso en los países desarrollados, el cuidado de los enfermos crónicos
está a cargo de familiares que proporcionan una atención informal “invisible”
porque no se cuantifica ni se le asigna valor.


En todos los países, los
adultos mayores con aptitudes, se desempeñan como maestros y líderes
comunitarios de carácter voluntario; otro ejemplo es el servicio de ejecutivos
mayores que por su experiencia ofrecen asesorías y adiestramientos gratuitos,
que son apreciados porque se reconoce su aportación, ya que demuestran su
experiencia.

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