Son rumores…
Que Walt Disney está congelado dentro de un aparato, las Ruinas de Machu Pichu fueron construidas por extraterrestres, la canción Aserejé oculta un mensaje satánico, el calendario maya indica que el mundo se acabará en el 2012, que un tipo conquistado por una bella modelo fue llevado a su bulín donde amaneció sin un riñón, o que una primera dama tuvo un affaire con un senador…¿quién se anima a rebatirlo?
¿Qué es un rumor?
Por eso cuando una revista científica afirma que: “El rumor sería más poderoso que los hechos comprobados para determinar la opinión que los seres humanos tenemos de alguien” deberíamos responderle: ¡chocolate por la noticia!
Tal vez los nobles científicos que descubrieron eso no sepan que dos tercios de la programación de la tele se basa en chismes, radio pasillo y noticias construidas.
Es como si el público exigiera: “¡no me cuentes verdades, solo quiero rumores!”. Tal vez, incluso, no exista conversación que no sea más que eso, intercambio de rumores.
Y el rumor ha sido usado hasta para propiciar golpes de Estado, cierre de entidades bancarias, y hacer creer a la gente que se está ganando una guerra.
Rumores de guerra, rumores que matan
Pero…¿por qué prende tan fácil? ¿De dónde nos nace esta disposición para creer? Pensemos.
Una vez fuera del nido sin carencias que nos proporciona la panza de mamá, somos lanzados a este planeta desangelado para estrenar dos sensaciones inevitables: el miedo a al ataque y el miedo a la pérdida.
A partir de allí, en algún punto de los pliegues de nuestro cerebro, siempre estamos “en guardia” en mayor o menor grado.
El canturreo de mamá, los cuentos de la abuela, las leyes que nos persuaden de que el hombre no es el lobo del hombre, la constitución social que armamos para darnos seguridad ontológica, y porqué no, la cultura, proveedora de historias en las que el crimen paga, nos aminoran esas ansiedades básicas.
Claro que a veces la comunicación tranquilizadora no llega y pasa como si en nuestra psique se abrieran grietas, como las de la piel, y todo parásito de rumor se nos mete y nos desequilibra el organismo.
Entonces, si un presidente se interna por un chequeo de rutina, ya cualquiera dice, por hablar, que quizás el primer mandatario tenga una enfermedad grave.
Y la información se propaga a velocidad increíble por una cadena de voceros sin rostro hasta que se produce un clima de pánico generalizado.
Si en otra ciudad, una gran empresa que siempre abona los sueldos el cuarto día hábil del mes, en una oportunidad se demora cuarenta y ocho horas más en hacerlo, ya probablemente alguien instale la suposición de que se viene el recorte de personal, despidos masivos, la quiebra misma.
¿Cómo desactivar un rumor? Quizás la forma, como propuso un Maestro, sea preguntarnos si lo que vamos a repetir es verdad, si es bueno, y si es necesario.
Y si no atraviesa estas tres pruebas, entonces, mejor será dejar la murmuración sepultada en el olvido.
Para saber más, inscríbete gratis en nuestro Curso de Comunicación. Inscríbete ahora haciendo clic aquí.