¿Siempre hay que obedecer a un jefe?

¿Hasta qué punto las órdenes de un superior deben ser acatadas sin poder opinar al respecto? ¿Cuáles son las obligaciones que a los empleados les cuesta respetar?


El miedo a
perder el trabajo es una de las razones por las cuales un empleado se
abstiene de dar a conocer su punto de vista sobre diferentes temáticas. “La
tensión que se crea cuando un superior tiene actitudes de
abuso de autoridad
es
mortal para la buena relación y el correcto desempeño de un trabajo.

El distribuir más tareas de las que un individuo puede desarrollar es una
forma de hacer valer la autoridad mal entendida, pero el empleado, no puede
hacer nada más que acatar las órdenes por miedo a la represalia”,
comenta la
psicóloga de trabajo, la española Carmen Arduin.


La falta de estímulo es otro de los aspectos que juega en contra. “Muchos
jefes solamente se rigen por los resultados sin tener en cuenta la complejidad
de las labores exigidas, sin considerar las horas extras empleadas o sin tener
en cuenta los esfuerzos acometidos.

Estas situaciones, reiteradas, hacen que el empleado sienta la necesidad de
rebelarse y de dejar de consentir los agravios ocasionados por su superior.
Pueden pasar dos cosas: el trabajador decide enfrentar a su jefe y comentarle lo
que está ocurriendo o seguir permaneciendo bajo sometimiento.

Si ocurre lo primero, el jefe podrá escuchar y advertir el error y repararlo
desde ese momento en adelante o seguir actuando como siempre
”, comenta la
especialista.

5
secretos de una buena relación jefes-empleados:


1.- Escoger el momento ideal para el dialogo: es importante determinar en qué
momento del día se encuentra de mejor estado de ánimo. Para hablar temas
importantes es preciso que el interlocutor esté bien predispuesto y hacerlo en
el momento indicado, puede marcar la diferencia entre una respuesta positiva y
una negativa.


2.- Mantener una postura amable y de seguridad: la mejor manera de afrontar
estos momentos de tensión es optando por un comportamiento agradable, pero firme
a la vez que transmita mucha fortaleza.


3.- Ofrecer ejemplos prácticos: para que los conceptos expuestos tengan más
ímpetu y veracidad, es imprescindible ofrecer pruebas de lo que se pretende
cambiar. Lo más indicado en estos casos es apuntar todo antes de hablar para
evitar olvidos y confusiones.


4.- Ser razonable: no es bueno dejarse llevar por las emociones ni el furor del
momento. Hay que aguardar a que los sentimientos se apacigüen. La mejor
influencia es sin dudas, la de la razón.


5.- Hacer concesiones. Hay empleados de mucho carácter que no desean que nadie
les dé órdenes. “Lamentablemente en los trabajos hay jerarquías que se deben
respetar.

Hay que poder determinar si se hace un maltrato cuando se imparte un deber,
si los tiempos que se otorgan para que se cumpla esa tarea son inhumanos o si la
carga psicológica es muy intensa.

Estas conductas deben hablarse y deben poder ser revertidas. Exigen un
entendimiento por parte del superior y un cambio de conducta por su parte.

Si las órdenes son impartidas con autoridad, pero dentro de un clima de
amabilidad, se es flexible con la entrega de las tareas y la actitud que se
mantiene es en todo momento la del respeto, no quedará más opción que acatar las
órdenes.

Muchos empleados se sienten incómodos porque son muy independientes y
autónomos. En este caso, habría que analizar muy bien la situación porque quizás
el camino más apropiado no sea el de la relación de dependencia
”, finaliza
diciendo la profesional.

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