Este ejercicio nos enseña a abrir el espacio del corazón para serenarnos y enfrentar sin angustiarnos las diferentes situaciones que se presentan en la vida cotidiana.
Siéntese relajado y recto, con los pies apoyados en el suelo y los ojos cerrados.
Respire profunda y naturalmente, llevando el flujo de aire hasta el fondo de la pelvis y suéltelo con suavidad.
Relájese.
Deje que los pensamientos, las preocupaciones y las tensiones se desvanezcan.
Deje que la respiración abra un espacio en su interior, a la altura del corazón, donde se pueda ver y sentir lo que esta oculto.
Siga respirando en forma suave y profundamente, dejando que la energía penetre hasta ese lugar.
Sienta la conexión entre este lugar interior y todo lo que lo rodea.
Sienta que a su alrededor se plasma un círculo, y que usted puede recurrir y pedir ayuda a todo lo que aparezca en el interior de este círculo.
Imagine una gran puerta que se abre lentamente delante de usted.
Es una vieja puerta que lo invita a cruzar.
Al cruzar el umbral, unos peldaños gastados descienden y le conducen a un mundo en penumbras que hace surgir asociaciones, recuerdos, imágenes y sentimientos similares a los que aparecen en los sueños.
Debajo y alrededor de nosotros sentimos el flujo de la vida que alimenta y da sentido a todas las cosas.
En este espacio imagine un recipiente apoyado en un costado, sin utilizar.
Enderécelo y colóquelo en el centro del espacio creado en su interior.
Sienta como este recipiente se ensancha, se agranda, se modela y ocupa todo el espacio disponible en su interior.
Comience a colocar dentro del recipiente sus preocupaciones, examinándolas una a una antes de depositarlas en el interior del recipiente.
Sienta como su imaginación adquiere poder.
Ahora comience a regresar.
Despídase del circulo.
Todo lo que ha depositado en el recipiente seguirá allí para que usted pueda volver a examinarlo hasta agotar su interpretación y su evaluación.
Suba los escalones en dirección a la puerta.
Atraviese el umbral de la puerta hacia donde usted se encuentra sentado.
Aunque la puerta se cierre detrás de usted, podrá volver cuantas veces quiera.
Abra los ojos lentamente, y observe y reconozca las cosas que le rodean.
Usted ha aprendido a abrir el espacio del corazón.
Podrá recurrir a esta practica cada vez que lo desee o que las circunstancias así lo requieran.
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