Proteínas para formar músculos

Las proteínas son fundamentales en la formación de los músculos, pero ¿sabes lo esencial sobre ellas?


¿Qué son las proteínas?


Moléculas orgánicas de gran tamaño que están formadas por largas cadenas de unos
compuestos químicos denominados aminoácidos.

Éstos pueden combinarse en
cualquier orden y repetirse de cualquier forma. Teniendo en cuenta que una
proteína media
está formada por entre 100 y 200 aminoácidos, el número de posibles
combinaciones resultante es enorme.

En lo que se refiere a las
proteínas
humanas, están formadas por 20 aminoácidos, de los que 8 son esenciales. Nuestro
organismo no puede formar por sí mismo estos últimos, por lo que es necesario
obtenerlas diariamente a través de los alimentos.


¿Cómo funcionan?


Cada
especie animal o vegetal está formada por su propio tipo de
proteínas,
incompatibles con las de otras especies.

Lo que provoca que nuestro organismo no
sea capaz de asimilar directamente las proteínas que obtiene de los alimentos.

Para poder absorberlas y utilizarlas, es necesario que durante la
digestión, y
de la mano de diversos enzimas y jugos gástricos, las descomponga previamente en
sus componentes más sencillos, los aminoácidos.

Una vez hecho esto, dichos
elementos básicos pasan a la sangre y se distribuyen por los tejidos. Es ahí
donde se combinan con otros aminoácidos procedentes de proteínas que se han ido
degradando y forman otras nuevas, de un tipo o de otro según las necesidades del
momento.


¿Para qué sirven?


Sin
ellas, nuestra musculatura no existiría. Sin embargo, ésta es sólo una de las
muchas e importantes tareas que ejercen.

Si tenemos en cuenta que el término
proteína proviene del griego proteios que significa primario, lo más
antiguo, lo primero, podemos hacernos ya una idea de la gran relevancia que
tienen para nuestro organismo.

Se podría decir que sirven para casi todo, pues
están presentes en la mayoría de las funciones vitales del cuerpo: son
necesarias para la formación y reparación de los tejidos.

Además de
los músculos, proporcionan los materiales que constituyen los huesos, glándulas,
órganos internos, así como también la piel, el cabello y las uñas.

La
contracción muscular, la protección inmunológica y la transmisión de los
impulsos nerviosos dependen de ellas. Retrasan el envejecimiento del cuerpo y
también pueden actuar como fuente de energía cuando los carbohidratos y las
grasas escasean.


¿Dónde encontramos proteínas?


Al ser un
elemento constitutivo de toda célula viviente, se encuentran en todos los
tejidos y en casi todos los alimentos.

Lo que varía, eso sí, es su concentración
y su naturaleza. Según ésta, podemos establecer dos grandes fuentes de
proteínas: las de origen animal (carne, pescado, huevos y lácteos) y las de
origen vegetal (cereales, legumbres y frutos secos).


¿Son todas iguales?


No, las
hay de mayor y de menor calidad. Depende de que la proteína contenga o no los
aminoácidos esenciales y en qué proporción.

Basta con que falte un solo
aminoácido para que la calidad baje en picado, puesto que para que tu organismo
pueda formar sus proteínas es preciso que disponga de todos y cada uno de los
componentes esenciales.

Además, el aumento de un aminoácido no compensa la
ausencia de otro. Por este motivo y salvo alguna excepción como la de la soja,
las proteínas animales se consideran de mejor calidad que las de origen vegetal.


Además de la calidad de la proteína, hay que tener en cuenta si ésta puede ser
aprovechada por tu cuerpo. No todas las proteínas que obtenemos a través de los
alimentos se digieren de la misma forma.

Por ejemplo, la soja, a pesar de tener
menor valor biológico que otros alimentos de origen animal, tiene un aporte
proteico neto mayor pues nuestro sistema digestivo asimila mejor sus proteínas.

¿Animales
o vegetales?


En
principio, y exceptuando la soja, el hecho de que las proteínas animales sean de
una mayor calidad que las de origen vegetal puede hacernos decantar por ellas.

Craso error. Recuerda que las primeras suelen ir acompañadas de grasas, en su
mayor parte saturadas, lo que aumenta el riesgo de padecer enfermedades
cardiovasculares.

Frente a ellas, las vegetales contienen menos sustancias
tóxicas, sobrecargan menos el hígado y los riñones, son fáciles de digerir y su
contenido de grasas saturadas y de colesterol es escaso o nulo.

En cualquier
caso, una dieta equilibrada debe incluir ambas. Lo ideal es que dos tercios de
las proteínas que consumimos sean de origen vegetal y la tercera parte, animal.


¿Cuántas necesitamos?


La
cantidad de proteínas que necesita cada uno viene determinada por varios
factores, como la edad, la salud de nuestro intestino y de nuestros riñones,
etc., elementos que, en definitiva, varían el grado de asimilación.

Según la
OMS, un hombre adulto necesita a diario unos 0,8 g por kilo de peso corporal.
Esta cifra es muy inferior a las que se barajaban hace algunos años; de hecho,
en las dos últimas décadas, las cantidades de proteínas recomendadas se han
reducido a la mitad.

Los
deportistas que se someten a un duro programa de entrenamiento necesitan una
mayor cantidad de proteínas que aquéllos que llevan una vida sedentaria.

Sin
embargo, la diferencia entre las necesidades proteicas de ambos no es tan grande
como se acostumbra a creer.

Según diferentes estudios, la cantidad recomendada
para los que practican deportes de resistencia aeróbica se sitúa entre los 1,2 y
1,4 gramos por kilo y día, y aumenta ligeramente para aquéllos que tienen un
gasto energético extremo, como los maratonianos.

Estas
cantidades se cubren con una dieta equilibrada sin tener que recurrir a
suplementos alimenticios. Por lo general, un deportista necesita un mayor número
de calorías, por lo que come más cantidad. Ese aumento es más que suficiente
para aportar las necesidades extra de proteínas.

Carencia
de proteínas


  • Cuando el cuerpo no recibe diariamente las proteínas que necesita, las busca
    en sus propios tejidos, lo que provoca una pérdida de masa muscular.

  • Te
    fatigas antes, física y mentalmente.  

  • El
    sistema inmunológico se resiente y eres más vulnerable a las infecciones.

  • Se
    reduce la capacidad de eliminar productos de desecho, caso de los radicales
    libres, causantes del envejecimiento.

  • Los
    procesos metabólicos se ralentizan.

Exceso de
proteínas

  • El
    exceso de proteínas se quema en las células para producir energía. Pero a
    diferencia de los hidratos de carbono, su combustión es más compleja y
    produce residuos metabólicos, como el amoniaco, que son tóxicos para el
    organismo.


  • Sobrecargas de trabajo al hígado y los riñones, con el riesgo de que
    aparezcan problemas en ambos.

  • Puede
    provocar una descalcificación ósea, que acabe con una osteoporosis.

  • El
    estómago segrega una excesiva cantidad de ácido.

  • Puede
    sufrirse deshidratación debido a una excesiva pérdida de líquidos.


  • Aumenta el calor corporal.

  • El
    organismo sufre un envejecimiento prematuro.

  • Puede
    dar origen a diversas enfermedades del hígado, arterias y articulaciones, y
    a cáncer de colon.

  • El
    aliento deja de ser precisamente fresco y agradable, y adquiere un olor
    similar al del amoniaco.

  • Y, a
    largo plazo, provoca cansancio y decaimiento.


Por Vince
DelMonte, personal trainer y fisicoculturista, les enseña a los hombres y
mujeres como obtener músculos grandes y sexy, sin suplementos ni drogas,
mientras entrenan menos que antes. Es e
l autor de
Culturismo Sin Tonterías que
puedes encontrar en:

http://bit.ly/creamusculorapido