Como señalaran los obispos en Puebla, hubo tres grandes momentos en la historia de la iglesia en América latina:
El primero, cuando los misioneros cuestionaron la alienación y la perversión hacia los aborígenes en la conquista.
Al descubrir que había otras culturas y otras formas de ser hombre y de vivir la fe, allí la iglesia actuó proféticamente y se vigorizó con las nuevas culturas que fueron naciendo.
El segundo momento fue el de la independencia, donde la iglesia apoyó todos los procesos de liberación de los colonialismos que pretendían imponer España y Portugal.
El tercer momento –coincidente con el agotamiento del modelo de regulación económico social del neoliberalismo- es el de la toma de conciencia acerca de la necesidad de inclusión de lo jóvenes desempleados, los indígenas y las minorías sexuales.
Gracias al gran ímpetu que ha dado la teología de la liberación, muchas iglesias cristianan vienen trabajando por la fraternidad universal y un nuevo orden internacional por y desde los más pobres.
Es en este marco que se atiende al cuidado de los embriones y de la vida en sus estados más precarios. Se ve a Dios -sobre todo- en los sin voz y en los cuerpos humillados.
Todo inicio y todo final de la vida debe ser respetado (criterio de santidad de la vida) y toda vida debe ser llevada a su plenitud (criterio de calidad de vida).
La iglesia aceptará la investigación con embriones policlonados inviables, que no pueden llegar a término, o con material genético de descarte, pero no admitirá que se instrumenten embriones viables para fines terapéuticos, cosméticos o eugenésicos.
Lo mismo sucede con relación a los abortos, tanto en países donde se los hace clandestinamente como en los que se los realiza con un margen legal.
Las iglesias se distancian generalmente de los discursos “pro choise” (pro-elección), porque toda vida debe ser respetada y un embrión no es una verruga que se elige conservar o extirpar.
También se distancian de los discursos “pro life”, que defienden sólo la santidad de la vida de los fetos pero no luchan para que los pobres que están en la miseria, vivan con dignidad.
Defender la vida de todos desde los más pobres pasa a ser la opción fundamental de muchos cristianos.
En estos días le preguntaban al padre Blanco de la arquidiócesis de La Plata, si su vida cambió desde que le pidieron la renuncia como director de los institutos de menores tutelados y respondió que, con más o con menos poder político, su vida estaría dedicada siempre a los sin techo y a los niños abandonados.
Desde allí se entiende la posibilidad de que muchos hombres de buena voluntad hagan la experiencia del pleroma y se sientan el cuerpo místico de Cristo. Obviamente todo esto también con profundas ambigüedades de las iglesias con respecto a los poderes políticos y económicos
En muchas ciudades de Occidente, a menudo la religión oficial ha marcado su beligerancia ética con los proyectos de salud reproductiva, afirmando que repartir DIU entre las mujeres -para evitar los embarazos no deseados- implica despreciar vidas humanas y que los DIU imposibilitan la anidación de un óvulo fecundado.
Con experticia biológica se da status de persona incluso a los embriones pre-implantados, exhortando a la sociedad a respetar esas vidas, por ser vidas humanas.
También se analiza con crudeza y radicalidad el derecho que asiste a parejas homosexuales para acceder a un status jurídico que les evite sesgo y discriminación.
Se señala que esto daría paso a la adopción, e implicaría el riesgo de crecer en un ámbito inadecuado para los adoptados.
Algunos grupos vinculados a corrientes “pro vida” llaman asesinos a los que buscan a través de la estrategia de despenalización, disminuir el sufrimiento que siempre traen aparejados los abortos clandestinos (frecuentemente terminan en la muerte), procurando otro orden regulatorio hacia los curandero o médicos que realizan estas prácticas y que rara vez fueron punidos o querellados.
Resulta curioso el modo en que estos grupos proponen como única salida, frente a los embarazos no deseados, la resignación y la abstinencia, y hasta el sufrimiento.
También es curioso que, quienes dicen estar con la vida mas allá de que se aborte clandestinamente o legalmente, no reaccionen con la misma energía frente a la exclusión económica, la injusticia, el desempleo, la tortura, o el terrorismo de estado.
En Argentina y en el mundo es difícil ver un joven con pancartas que al mismo tiempo que defiende los fetos, defienda también el salario justo y critique los abusos de poder en materia de derechos humanos.
Son muy particulares estas teologías subyacentes que intentan excusar a los sacerdotes abusadores, como si el hecho de ser solidarios con los niños pobres permitiera cierta inmoralidad con algunos de ellos.
Pareciera que existe una suerte de doble moral: por una parte, en lo que respecta a cuestiones que involucran la sexualidad, rige una ética exigente y escrupulosa, y en temas relativos al tráfico económico, el abuso de menores y la tortura, se advierte una postura laxa y permisiva.
Es probable que quienes hoy se alejan de la Iglesia no lo hacen a causa de su doctrina sobre los ideales evangélicos de pobreza, amor y humanidad, sino por la sospechosa ambivalencia de exigencias y realidad, por el extrínseco formalismo y moralismo de muchas de sus respuestas.
Al respecto, Reich expresa "quien fue educado en una moralidad compulsiva y una actitud también compulsiva frente al trabajo, intenta destruir la decencia espontánea y la autorregulación natural de las fuerzas vitales."
Toda civilización mecanicista y autoritaria, busca que los individuos pierdan la confianza en sí mismos. Para este autor, la familia y la moral están minadas por la familia y la moralidad compulsivas.
"El acorazamiento del carácter es la base de la soledad, del desamparo, del insaciable deseo de autoridad, del miedo a la responsabilidad, de la angustia mística, de la miseria sexual, de la rebelión belicosa y de una resignación artificial y patológica a las drogas y el alcohol. Ese enajenamiento no tiene un origen biológico y económico, sino social y psicológico."
Profesionalmente, debemos acometer la tarea de reparar el daño causado por el caos sexual y familiar en forma de enfermedades mentales. La función natural de la socialización del hombre es garantizar el trabajo y la realización natural del amor.
La hipocresía moralizadora es el enemigo más peligroso de la moralidad natural. La hipocresía moralizadora no puede combatirse con otro tipo de moralidad compulsiva, sino con el conocimiento de la ley natural de los procesos sexuales. La conducta moral natural presupone la libertad de los procesos sexuales naturales.
Recíprocamente, la moralidad compulsiva y la sexualidad patológica resultan aliadas. En mi opinión, no es hipocresía lo que trasuntan los neo puritanismos actuales, sino núcleos de perversión renuentes.
Se puede ver a algunos cristianos acompañar a los marginados con colectas y bancos para pobres e inescrupulosamente exhibirse sin pudor, aliados con grandes estafadores económicos.
Es cierto que en algunos individuos el grado de compenetración con el mal requiere una virtual conversión, pero en infinidad de casos nos encontramos con personas marcadas por un concepto infantil de Dios, que suma miedo, y esto es utilizado por los ministros de la fe, que lo retroalimentan y usufructúan, porque ellos mismos se educaron en esa concepción.
Encontrar a Dios y servir desde los últimos suele no estar ligado a la intención de obtener ganancias, de probarnos a nosotros mismos, de tener más poder sobre los demás y ser quien haga las normas para sumar control.
La nueva divinidad o humanidad que proponen relatos como el Código da Vinci, está en creer que todos somos Dios por participación, si en el momento presente amamos y acallamos aquel miedo de los que no sienten que pertenecen al Todo.
No pocos pseudo cristianos se sentirían bien si pudieran eliminar a ciertas minorías, llámense judíos, derechistas, izquierdistas, neonatos, homosexuales, militares o guerrilleros.
Existe en la Argentina una teología que ve bienaventurados a sacerotes condenados por crímenes de lesa humanidad y abuso de menores, sin ponderar los actos dolosos en los que estuvieran involucrados estas teologías no ven los delitos ni ninguna enfermedad, aunque ambos hubieran participado en acciones perversas que impiden toda convivencia: torturas y abuso de menores. Solo el Dios de Moloc requería el sacrificio de algunos.
Sigue Reich: "Es más fácil exigir disciplina y reforzarla con la autoridad, que educar a los niños en el trabajo creativo y en el comportamiento natural.
Es más fácil insistir en las manifestaciones de respeto y amor legalmente determinadas, que conquistar la amistad mediante una conducta auténtica y decente.
Es más fácil vender la propia independencia a cambio de una seguridad económica, que llevar una existencia independiente, responsable, y ser el propio dueño.
Es más fácil ordenar a los subordinados – o pacientes – lo que deben hacer, que guiarlos respetando al mismo tiempo su individualidad. Es más fácil representar lo vulgar y lo mediocre y más difícil representar la verdad".
La verdadera democracia y la libertad responsable, pueden ser una ilusión, si prevalece el aniquilamiento de la vida, la educación compulsiva y las instituciones compulsivas.
En Reich, la formación del carácter de manera autoritaria tiene como punto central no el amor parental, sino la familia autoritaria. Su instrumento principal es la supresión de la sexualidad en el infante y en el adolescente.
La negación social externa de la vida conduce a la violencia, así como a perturbaciones psíquicas y somáticas del funcionamiento vital. La represión sexual, la rigidez biológica, la manía moralizadora y el puritanismo no están confinados a ciertas clases o grupos sociales. Existen por doquier. Han sido justificadas por la misma ideología.
No es extraño que en algunos estamentos institucionales religiosos se margine al lider religioso que se responsabiliza de sus afectos más caros, y se soslaye al que comete abusos sexuales.
Esto es síntoma de malestar y perversión. Señalarlo puede ser valiente aunque muchos lo consideren solo un gesto imprudente. Sostiene Neal Walsch: "La gente siempre creerá en un estilo de infierno y en un Dios que los enviará allí, mientras crea que Dios es como algunos hombres despiadados, interesados, que no perdonan y también vengativo. Para esas mentalidades Dios no podría diferenciarse de cierto estilo de gente poderosa."
Cuando lo obligaron a emigrar, Reich señalaba: "Respecto a mi persona y mi obra, pido al lector que considere un hecho sencillo: Los psicoanalistas neuróticos me califican de esquizofrénico, los comunistas fascistas me combaten como trosquista, las personas sexualmente lascivas me han acusado de poseer un burdel, la policía secreta alemana me persiguió como bolchevique, la estadounidense como espía nazi, los charlatanes de la psiquiatra me llamaron charlatán, los futuros salvadores del mundo me calificaron de «nuevos Jesús» o «nuevo Lenin»…
Yo estoy dedicado a una labor que me requiere todo el tiempo y la fortaleza de que dispongo: el trabajo sobre la estructura irracional humana y el estudio para comprender por dónde pasa la mayor energía vital."
En Reich y en nosotros, defender la vida y honrarla pasa en primer lugar por observar con serena vulnerabilidad, cómo podemos estar conectados con “lo más vivo”, para tener el combustible espiritual de los que dicen haber conocido el amor incondicional.