Para una vieja teología, los
niños muertos sin bautizar eran ubicados en limbo. Luego esta tesis acabo en el
“limbo”. Sonaba a respuesta sobreactuada de gente «piadosa», instruida por
teólogos de palacio.
Estos intelectuales
abstraídos del mundo no pensaban en los inocentes que padecían el infierno aquí
en la tierra. Mas acordes con un Dios Padre misericordioso, las nuevas teologías
mas aterrizadas buscan hoy el espacio intermedio entre el cielo y el infierno.
¿Podía llegar
metafóricamente en el Once aquel espacio con menos agobio?. Hambrientos de una
noche de distensión algunos se olvidaron que las cartas del infierno fueron
repartidas de antemano. Empresarios, artista y funcionarios se echaban la culpa
de no privilegiar a los chicos “callejeros”en sus reinos.
En la búsqueda de un
concierto “viaje al cielo” y el infierno estaba aquella guardería “limbo” del
once.
Se trató de salir de aquel
pecado original que ha sido simplemente ser pobre.
El Catecismo actual parece
sugerir que, al final de la vida terrena, no hay soluciones intermedias entre
beatitud y condena. Con los niños de la guardería del Once un empecinado “new
age” dirá: que si fueron Herodes en otras vidas estos chicos ahora pagaron. En
la próxima serán pediatras, maestros o bomberos y así socorrerán a otros niños,
conforme a lo que han aprendido aquí.
Esta suerte de teología a lo
mejor relaja a una señora en la peluquería y ese día no le hará falta ir a clase
de yoga. Pero para los que somos agnósticos de la reencarnación nos seguiremos
preguntando en la oscuridad de aquel limbo.
¿Los chicos
de“callejeros”estaban allí por la virtud de sacrificados padres deseosos de una
noche de consolación desde sus respectivas teologías del cautiverio?
O estaban allí, victimas de
un sistema que no le interesa apaliar tanta precariedad vincular, deterioro
psíquico y descuido.
La muerte como virtud y
pecado, exclusión, “mala leche”, inocencia y pena recuerda la muerte de Jesús.
Algunos decían: “Pobre
muchacho, que mal murió, pero bueno, son tan fanáticos y primitivos estos locos
judíos…” otros decían “¡Qué grande ese joven que dio la vida por los suyos!
cómo no lo iban a matar si en este mundo no sólo se mata a los profetas sino que
incluso a inocentes”.
Para muchos la disco fue una
representación de nuestro capitalismo de “Floricienta” que entretiene con sueños
de hadas y cuando te avivas no te deja salir por la puerta trasera y te quedas
buscando en el incendio si alguien vio la carroza y la calabaza que debió
buscarte a las doce.
Creo que de modo emblemático
algunos vimos la situación de pecado que genera este capitalismo.
La discoteca de la calle 11
de setiembre (día del maestro) se quemó como las torres gemelas, a las “11”, en
el Once, sitio de negocios, hoy más que nunca lugar hambriento de ocio.
Los niños de la “guardería
baño” yo no tengo dudas están con Dimas, el ”buen ladrón” que en el ultimo día
del año se robó el paraíso. Están en Su Reino, en el reino de los que buscan una
liberación total.
Ojalá que en el primer mes
del año también estemos nosotros en ese reino. Se trata de buscar un ocio no
tan negocio pensado por empresarios, artistas y funcionarios que no se una al
publico por el espanto y que estén gustosos de salir del “Cromagñon”.
En el reino de los cielos y
de la tierra no se está por ser bailantero, surrealista o “callejero” sino por
luchar. Eso como dijera Brecht es lo único que en esta tierra nos hace
imprescindibles.