Me impresionó notablemente. Ni el mismo Og sabía quien era el autor, ni pretendía que fuera más que una sencilla anécdota.
Contó que en el principio de los tiempos las manos de Dios estaban modelando al hombre. Suavemente, pero con firmeza, amasaban el barro y lo iban formando. Cuando ya estaba casi listo, el hombre aprovechando un descuido, saltó y corrió hasta perderse en el paraíso. Las manos entonces se asustaron.
Y la derecha recriminó a la izquierda ¡Fuiste tu la culpable, porque no lo sujetaste bien! Pero la mano izquierda se defendió ¡Tu lo soltaste demasiado pronto!
Fue entonces cuando intervino el Señor diciendo: “Ninguna de ustedes es la culpable. Fueron las ansias de vivir del hombre las que lo indujeron a ser tan imprudente”.
Pero Señor, replicaron las manos, es que aún no lo habíamos acabado de formar. “Entonces” sentenció, “El hombre se tendrá que acabar de formar a si mismo”.
Y desde entonces, decía Og con tono grave, esa ha sido quizá su mayor responsabilidad. Y en verdad nunca hemos escuchado decir cuando nace un bebé, que nació un médico o un programador de computadoras. Simplemente, nació un bebé.
Después mediante el estudio y la preparación, se convertirá en aquello que lo haga más útil y apreciado. Por eso me sorprende cuando alguien dice que es una nulidad hablando en público, o dirigiendo personal con éxito.
Me sorprende porque hay una idea muy generalizada de que esas son cualidades con que se supone debimos de haber nacido. Debo entonces explicarles que esas son destrezas aprendidas, habilidades que pueden ser desarrolladas. Y que eso puede lograrse entrenándonos.
Ese es el mensaje de la historia de Las Manos de Dios: “El hombre se tendrá que formar a sí mismo”. La persona de quien lo escuché, Og Mandino, murió ya hace años, pero su mensaje sigue siendo válido hoy en día.
LO NEGATIVO: Por desconocimiento o irresponsabilidad, solo desarrollarnos a medias, y vivir así mediocremente a medias.
LO POSITIVO: Comprender la grandeza que hay en nuestro interior, y no conformarnos con nada menos que desarrollarla al máximo. Terminar así la labor de las Manos de Dios.
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