Ayer se denominaba San Nicolás. Y mucho antes aparecía con el nombre de
Señor Invierno por los caminos nevados de los
pueblos centroeuropeos. Pero más atrás aún en el tiempo, se celebraba con la
advocación de Saturno entre los romanos y Cronos entre los griegos.
El único Papá Noel de carne y hueso del que tenemos noticia (ya que el que nos
visita actualmente en Navidad es una especie de mago) vivió en el siglo IV de la
era cristiana en los valles de Lycia en el Asia Menor.
Se llamaba Nicolás y fue una de las figuras
más veneradas por los cristianos de Oriente y Occidente durante toda la Edad
Media. Todavía hoy acuden multitudes de fieles a visitar sus reliquias en la
basílica de Bari.
Parece ser que Nicolás de Bari nació en una familia acomodada de comerciantes y
que, de muchacho, estaba indeciso entre seguir las huellas paternas por las
rutas mercantiles del Adriático, o cumplir los deseos de su madre que lo quería
sacerdote como su tío, el obispo de Myra.
La peste solucionó el dilema de
Nicolás: sus padres murieron en ella y el muchacho, conmovido por el desastre,
repartió su herencia entre la muchedumbre asustada y malherida que había
sobrevivido a la catástrofe. Luego se puso en camino hacia Myra a la búsqueda
del tío-obispo.
Y aquí comienza la leyenda:
Mientras tanto, el tío-obispo muere y los sacerdotes de Myra no consiguieron
ponerse de acuerdo en su sucesor. Cansados de votaciones inútiles deciden elegir
al primer cristiano que pusiera los pies en la iglesia. Y así el joven Nicolás
se convirtió en obispo de Myra.
Muchos acontecimientos ocurrieron para convertir a Nicolás en santo patrón de
Grecia y Rusia, regiones como Lorena, ciudades como Friburgo y Moscú; para que
por toda Europa se alzaran centenares de templos en su nombre. Incluso en el
1087 navegantes italianos secuestraron sus restos a los musulmanes y se los
llevaron a Bari para custodiarlos bajo el amparo de una bandera cristiana.
— El primer relato sobre el santo data del siglo IV y apareció en un texto
griego. Narra la historia de tres jóvenes que beben más de la cuenta. El patrón
los asesina para robarles y mete los cuerpos en una cuba de vino. Enterado
Nicolás, corre a la taberna y los devuelve a la vida tras una buena reprimenda.
— Otra historia es la del padre que, por estar hundido en la miseria, decide
prostituir a sus tres hijas. Esa misma noche San Nicolás dejó deslizar por la
chimenea de la casa tres barras de oro como dote para cada una de las muchachas.
En la Roma Antigua se celebraban en invierno las fiestas religiosas en honor a
Saturno, el Cronos de los griegos. A mediados de diciembre había ceremonias
religiosas, fiestas, juegos, las relaciones de autoridad se invertían (las
mujeres sobre los hombres, los hijos a los padres). Al final de las fiestas, los
niños recibían regalos de todo el mundo.
Papá Noel no tenía por entonces un
nombre ni un sexo definido. Los niños italianos, por ejemplo, recibían sus
regalos de una bruja buena llamada Befana. En los bosques vascos quien venía con
regalos era un gigante llamado Olentzero, y también carboneros, duendes,
campesinos de barba blanca, botas altas y gorro de armiño eran los que regalaban
cosas a los niños.
No es extraño que el recuerdo de los milagros de
San Nicolás
entre los fieles
cristianos sustituyera a las figuras paganas portadoras de regalos.
La transformación de San Nicolás en Papá Noel
Debió ocurrir en 1624. Por aquellas fechas, emigrantes holandeses habían fundado
en el continente norteamericano una ciudad, Nueva Holanda, que más tarde se
denominaría Nueva York al pasar a manos inglesas.
Los emigrantes holandeses se
trajeron con ellos a su San Nicolás (Sinterklaas) y de ahí Santa Claus. Con ese
nombre se extendió por todo el continente norteamericano.
Pero quien realmente popularizó la imagen de Papá Noel fue el emigrante
Thomas Nast.
Él se había hecho muy famoso como
caricaturista político. En 1863 se le ocurrió la idea de crear un personaje
especial para sus historietas navideñas en el Harper’s Weekly.
El éxito fue
arrollador y una nueva imagen de Papá Noel, vestido de rojo, con gorro y botas
altas saltó a todas las revistas infantiles y periódicos de su tiempo. Nast
debió basarse en los señores del invierno europeos porque su Papá Noel es
absolutamente pagano, pero poco tenía ya que ver con San Nicolás de Myra y Bari.
En
Europa hubo un proceso paralelo en la creación de la figura de Papá Noel. La
tradición luterana reformista era muy sólida. Lutero había intentado sustituir
al portador de regalos. Si alguien ha de traer regalos, que sea el propio Niño
Jesús. Consiguió su propósito parcialmente.
Por ejemplo, en Alemania la figura
pasó de ser un niño a ser una mujer con túnica blanca y velo largo. En 1847,
también en Alemania aparece un personaje parecido a San Nicolás vestido con una
especie de hábito de monje.
Fue el poeta y pastor protestante Clement C. Moore, quien describía un Papá Noel
robusto y gordezuelo, vestido de rojo de los pies a la cabeza y silbando
alegremente mientras atravesaba las nubes con su trineo tirado por renos y se
hizo conocido en toda Europa en 1823 tras su inicial publicación en el Troy
Sentinel.
San Nicolás se estaba esfumando de la mente de los niños de todo el mundo. Sólo
sobreviviría en Holanda, donde cabalgando en su caballo blanco llega procedente
de España. Para los niños holandeses, enviamos desde España un barco cargado de
regalos con San Nicolás a bordo todos los finales de otoño.