Del shock inicial de portar un hijo en el vientre nueve meses y tenerlo en los
brazos un buen día, después de tantas semanas; habiéndolo mirado y
preguntándome: y ¿ahora qué hago?; 13 años después, buena agua corrió debajo del
puente.
Un día una se levanta de la cama y ve en su retoña que aún sigue desparramada y
despatarrada en ella, que hay prominencias ahí adonde no las había…Que, donde
antes aparecía subrepticiamente un módico
granito,
hay una explosión de acné en la cara, de la cual ella se percató antes y
procedió quirúrgicamente con cirugía práctica haciéndolos explotar y provocando
verdaderos cráteres.
Y tras la disección hizo una intervención plástica con una buena capa con mis
bases de maquillaje de todas las tonalidades. Con lo cual ejecutó un supuesto
reparador lifting. Que de restaurador no tuvo nada más que una capa gruesa de
pintura al estilo la máscara. Aunque si ella se fue a dormir con todo aquello,
una de dos, o se dio por vencida o el resultado la satisfizo.
Aún no hizo las paces con el chocolate al que señala como culpable inequívoco de
lo que hay en su rostro…Como si fuera demasiado poco todo aquello, una seña
inequívoca e indudable prueba de que nuestro bebé se está convirtiendo en una
señorita.
En una adolescente. La sábana traicionera delata. Ya no hay miguitas de comida
en ellas. Hay un diario íntimo cerrado bajo siete llaves. Y con alarma capaz de
espantar a cualquier intruso, sobre todo y en primera fila a su hermano.
El adolescente es un bicho diferente, no te acerques porque muerde…
El que acarrea a la víctima de la adolescencia, deberá saber que tiene que
cumplimentar una serie de ítems que de hacer caso omiso, sentirá sobre sí, la
mirada propia de la ira, iracunda de los Dioses del Olimpo. El peor silencio que
el de los inocentes, en respuesta algún comentario o miramiento que ellos
llegarían a considerar un oprobio.
Ejemplificando le sugeriría que, en rueda de amigos/as, amigovios, jamás de los
jamases se le ocurra mostrar fotos de su más tierna infancia. Porque solo usted
quedará enternecida. A los ojos de los congéneres de su hija será una vieja
babosa y le dará todo para cargar a su gurisa hasta la eternidad, eterna.
Menos que menos, elija esa foto en que posó como Dios la trajo al mundo, con
traje de Eva. En caso de cometer semejante ofrenda, UD. Tiene dos caminos. Sacar
pasaje a la legión extranjera o huir a terruños más cercanos pero fuera de su
vista hasta que pase el momento, es el más aconsejable.
De lo contrario será incinerada cuál bruja de antaño en la hoguera de las
pasiones de su otrora bebe. Y olvídese que su hija vuelva a poner con sus
amigos/as un pie en la casa de vuelta. Y que hasta que se le pase la ignominia
puede ser que no le baste con esta vida sino hasta la próxima.
En absoluto se ría de un chiste que le hagan a ella, y menos que menos si la
broma en cuestión partió de las fauces de su
hermano menor,
o quedará como la traidora mayor que se confabula con los otros en vez de
aliarse con quien debería.
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Conviviendo
con una hija adolescente