UNO
He intentado no dejarme seducir por la pintura
La tarea de pintar la realizo con el máximo de gratuidad, es decir no hay condicionamiento comercial de por medio, me entrego a este acto en forma totalmente pura, es como un amor verdadero, no existe interés en recibir nada a cambio. Por cierto que esto se puede hacer cuando se cuenta con otro trabajo que otorgue ingreso o bien con un mecenas generoso.
Cuando me asalta el deseo de pintar lo trato de eludir, trato de no escucharlo, porque sé que demandará un gran tiempo, me dejará presa en sus dulces barrotes dejándome excluida del mundo, es por eso que intento no escuchar su seducción, pero inevitablemente algún detalle me la vuelve a recordar, tal vez he tropezado con otras pinturas antiguas amontonadas en el pasillo de mi casa, o bien las veo en las paredes.
Puede ocurrir también que una fotografía o imagen capture mi atención y no puedo desalojarla porque ha empezado a atraerme y luego paso a imaginar cómo sería llevarla a la tela, cómo sería si emprendo ese camino, con este quiero decir que cada pintura es única, aún cuando sea una réplica que he tomado de un gran maestro.
La inclinación de retratar un paisaje rural, que transmite serenidad, una casa de adobe que en poco tiempo no va a existir, una puerta derruida cuya superficie es enormemente rica en colores y en dificultad de trasladar esa vejez histórica al cartón, tela o madera, un rincón olvidado de una casa, que posee una belleza escondida que nadie ha descubierto, un desnudo que requiere maestría y paciencia no tan sólo en lograr el color piel, sino también en la expresión del rostro, me lleva frecuentemente a ese deseo de pintar.
DOS
La pintura es un objeto único y exclusivo
Generalmente, se espera que el pintor retrate la realidad, tal como se ve, o sea que haga el rol de fotógrafo. Si bien existe una corriente que se llama Realismo, que reproduce cada detalle con una exactitud y precisión asombrosa, sin desconocer la elevada técnica y el marcado talento que se requiere, no es ese el papel que escogen todos los pintores, artistas plásticos o aficionados, como la que escribe este artículo.
Los objetos, los paisajes o las figuras son una interpretación, que ha derivado del proceso de pasarlo por la observación e inclinación emotiva y estética del pintor. Cada artista pictórico escoge el color, la atmósfera que se acerque en mayor medida a su subjetividad o mundo interno, eso no se puede soslayar.
Un mismo objeto o modelo será llevado a la tela de manera distinta por cada ejecutor o artista y es ahí precisamente donde radica la riqueza de cada pintura, y que la va transformando en exclusiva.
Quisiera enfatizar el punto de la exclusividad que nos entrega el pintor que no hace más de una copia, no así lo que vemos en las ventas callejeras, sin poner en desmedro ese tipo de ventas. La repetición excesiva hace morir algo, pasamos a la pintura en serie que a mi por lo menos no me atrae y aunque entrega bellos coloridos no sirve más que como pintura decorativa repetida un sin fin de veces.
En ello sólo existe una búsqueda en vender rápido y en gran cantidad, la obra pasará a ser tan repetida como un modelo de muebles, por ejemplo o un objeto más de los tantos que la industria reproduce en series.
TRES
El ocio sagrado se transforma en pinturas u obras de arte
El trabajo que demanda dedicarse a una actividad artística en un país como el nuestro, en el que hacerlo es pasar por ocioso, inútil o poco práctico (hablo de aquellos que se dedican a crear y no son consagrados ni reconocidos), dado que excepcionalmente se puede subsistir de las obras.
Aún así, sabiendo que están ante un futuro plagado de penalidades y desafíos, no disminuye el afán ni el deseo para los que tienen una vocación clara, aunque ésta haya demorado en manifestarse o hubiese sido acallada por largo tiempo.
En general, la persona que se dedica a una actividad de tipo creativo siempre estará muy ocupada tratando de perfeccionar su técnica y en encontrar un estilo propio y original que le permita distinguirse de los demás artistas pictóricos. Esta labor resulta fácil para algunos y para otros implica y demanda el transcurso de toda una vida. Colocar el sello propio, el matiz singular.
En ese intento de búsqueda de originalidad, han existido artistas de los más afamados que se han puesto en cuclillas y encima de la tela como si fuese una mesa y allí van depositando goteras de pintura en forma azarosa y caótica tras la idea de entregar algo muy esencial y nunca antes realizado.
Otros, se han imbuido del silencio oriental en forma extrema y después de conseguir el nirvana van a la tela a depositar lo que es imposible capturar, pero allí está el intento, la idea estampada que no podemos descifrar y es aparentemente absurda.
Siempre existirá una idea profundamente reflexionada en cada trabajo plástico. Aunque también hay obras más espontáneas que son producto del azar y el impulso emotivo.
Para el observador, lo principal ante cualquier obra es que nos produzca una cierta emoción al contemplarla, una atracción poderosa, un deseo de seguir bajo su influjo para ir haciendo nuevos descubrimientos o extender el momento en que nos transmitió cierto destello de alegría y belleza, que hacen más grande y grata la vida, revelando una magia inusitada e imprevista.
No hay que olvidar que también existen obras cuyo intento es ahondar en el alma humana con toda la complejidad que ello significa y a veces nos sugerirá una variedad inefable de elementos, ya sean absurdos o terroríficos en una gama infinita.
Otras veces, será el deseo de expresar mensajes o denuncias de que algo no está bien en la sociedad de acuerdo a lo que se quiere expresar, como por ejemplo, aquel pintor de Chiloé que pintaba niños sin rostro definido, eran los niños abandonados, que no vemos al pasar.
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