De los sietes
Este
solitario tiene como objetivo superponer sobre los cuatro sietes de la baraja,
en una secuencia descendente, las cartas de cada palo hasta el as (los ochos y
nueves están excluidos desde el principio). Las doce figuras deberán formar un
recuadro exterior rodeando a los montones sobre los sietes.
El
primer paso consiste en formar, con doce cartas extraídas del mazo de una en
una, el susodicho recuadro con cuatro espacios en el interior, destinados a los
cuadros sietes. Estos se colocaran a medida que vayan saliendo.
Por tanto, si en
el recuadro aparece alguno, hay que situarlo en seguida. Asimismo, si hay alguna
otra carta correlativa descendente inmediata, es decir un seis, habrá que hacer
lo mismo respetando por supuesto el palo. Los espacios vacíos del recuadro
exterior se van llenando con cartas nuevas del mazo.
Si
sucede que unas de las cartas extraídas no tiene combinación sobre los
montones de los sietes ni existen huecos en el recuadro, pasar a formar el pozo
de descarte, del que siempre se puede utilizar la carta superior, tanto para las
secuencias como para el recuadro exterior.
El
solitario finaliza con éxito cuando los cuatro montones centrales aparecen
coronados por los cuatro ases y en torno en ellos quedan las doce figuras de la
rebaja enmarcándolos.
Del
reloj
Como
ya indica su mismo nombre, en este solitario los naipes se disponen en forma de
círculo o de esfera de reloj. Sobre él se llevan a cabo todas las
combinaciones y movimientos.
Consta
de diez cartas, colocadas en el mismo orden en que van saliendo del mazo. Sobre
estas diez deben ordenarse las treinta restantes, en montones de cuatro y en una
secuencia correlativa ascendente de igual o distinto palo.
El
proceso es el siguiente: se descubre una primera carta y se coloca sobre la mesa
iniciando el círculo. A continuación se descubre una segunda.
Si
es correlativa ascendente de la primera se sitúa a la derecha y si es
descendente a la izquierda. En caso de que no sea correlativa se deja en el
centro, inaugurando el pozo de descarte, al que irán a parar todas las cartas
que no sean útiles, con la particularidad de que siempre se puede utilizar la
superior, como en casi todos los solitarios en que hay pozo.
El
juego prosigue de este modo, utilizando las cartas que se extraen del mazo para
completar el círculo de diez o para superponerlas sobre las ya existentes hasta
lograr los montones de cuatro en secuencia ascendente. El solitario finaliza con
éxito cuando se ha ordenado la baraja completa por este procedimiento.
En
caso de que se agote el mazo, el pozo pasa a ejercer sus mismas funciones, pero
sin barajarlo, tal cual quedó al formarse a lo largo del juego.
Fuente:
Solitarios, de J. Prat.