Los hongos
tibicos, introducidos en el continente americano a través de México por Sor
Teresa de Calcuta, son una combinación de hongos de origen chino que se utiliza
en el continente asiático desde hace más de 20 siglos.
No deben confundirse con la kombucha,
que es una asociación colonial de hongos con características botánicas muy
particulares, que en definitiva confieren al conjunto una actividad bioquímica
que resultó peligrosa en un número creciente de consumidores.
Las propiedades
medicinales de los hongos tíbicos han sido confirmadas por numerosos estudios
científicos en las principales universidades de Oriente y Occidente, y entre
sus beneficios destaca su capacidad de incrementar la actividad inmunológica
del organismo, la posibilidad de prevenir el desarrollo de ciertas patologías
tumorales, la revitalización de tejidos dañados por traumatismos y por
infecciones recurrentes, y su acción tonificante sobre la energía
corporal en casos de stress repetidos.
Estas acciones dependen en mayor grado del tipo de preparación llevada a cabo
para su consumo y de la constancia con que se ingieran esas preparaciones.
Salvo algunos
casos de intolerancia digestiva, no se han reportado efectos colaterales ni
interacciones peligrosas con otras medicaciones habituales.
Algo muy importante a tener en cuenta:
Como prácticamente todos los micetos (hongos) tienen la capacidad natural de
absorber del terreno y en consecuencia almacenar los metales pesados depositados
en él, debemos ser muy cuidadosos y asegurarnos que no se hallan presentes
dichas sustancias en su interior, lo cuál se puede lograr si estamos seguros
que fueron cultivados en medios orgánicos libres de dichas peligrosísimas
sustancias.
Los pocos casos de efectos nocivos derivados de su consumo tuvieron que ver con
dichos elementos.