Un
estudio comprueba que el ejercicio físico disminuye los riesgos de mortalidad
en las personas mayores de 60 años en enfermedades
cardiovasculares y
respiratorias, pero sólo bajo un régimen moderado, no siendo así ante un
ritmo vigoroso o nulo.
Desde
hace varios años se señala que la actividad física es una de las estrategias
para la prevención primaria de la hipertensión arterial, las enfermedades
cardiovasculares en general, los problemas respiratorios, la osteoporosis, y
otros trastornos.
También tiene importancia en la prevención secundaria en las
patologías cardiovasculares, ya que mejora el pronóstico del paciente
infartado.
Investigadores
de la División de Epidemiología de la ciudad de Mineápolis (Estados Unidos),
evaluaron la asociación entre la actividad física y la mortalidad (por cualquier causa) en mujeres menopáusicas entre 55 y 69 años
a lo largo de 7 años. El estudio incluyó 40.417 mujeres y el punto final de
evaluación fue la muerte.
Las
variables en las que se clasificó la actividad física fueron las siguientes:
§ Actividad física regular.
§ Actividad física moderada.
§ Actividad física vigorosa.
§ Una vez por mes.
§ Menos de una vez por semana.
§ 2 a 4 veces por semana.
En
resumen, la actividad física puede considerarse, alta media o baja. El marco de
referencia de todos los casos fue el no ejercicio y los resultados en relación
con los grados de actividad de las mujeres que participaron en el estudio.
La
probabilidad de muerte de las mujeres que tenían actividad física regular, fue
significativamente menor que las que no lo realizaban. Lo mismo se observó
aunque con diferentes grados entre las mujeres que realizaban actividad física
moderada.
En
cambio la actividad física vigorosa, no produjo diferencias con el grupo
anterior.
Si
la actividad nula es la referencia, la actividad media o moderada es
significativamente protectora de las causas de muerte, mientras que la actividad
vigorosa tomada globalmente no lo es.
En
cuanto a las causas de muerte, el ejercicio físico ejerció efecto protector
contra enfermedades cardiovasculares y respiratorias, pero no hubo diferencias
en cuanto a cáncer o traumatismos.
En
rigor de estos resultados, es que se deberían promover desde los entes de salud
el ejercicio como recurso terapéutico para conservar la salud, a sabiendas de
que una actividad física moderada frecuente es preferible a la vigorosa.
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