Cada vez que
llega el otoño lo más lindo es observar como caen las hojas de los árboles en
las diferentes plazas y jardines de la ciudad, y cómo la coloración del follaje
se torna rojiza o amarillenta en sus copas.
Entre las
especies que más se destacan en estas coloraciones se encuentra el Liquidambar
styraciflua, que brinda rojos intensos, casi bordó, cuando comienzan los
primeros fríos.
Este árbol es
originario de América del Norte, tiene una corteza vistosa y hojas de color
carmín en otoño, y es muy fácil de cultivar. Es de silueta estrecha y llega a
medir entre 15 y 20 metros de alto. Además de sus flores pequeñas posee frutos
en formas de cabezas con espinas que son bastante atractivas.
Otra especie
que se caracteriza por su color rojizo y que se puede plantar en jardines
pequeños es el Rhus thypina. Alcanza unos 6 metros de alto, sus hojas muestran
un verde oscuro en primavera y rojo púrpura en otoño, antes de caer.
Luego sus ramas descubren un color anaranjado cubiertas de unos pelitos muy
finos. Esta especie resiste las atmósferas contaminadas de las ciudades y pueden
vivir en grandes macetas.
En cuanto a los tonos amarillos una
especie milenaria es el Ginkgo biloba. Este árbol tiene un valor medicinal y es
considerado sagrado por la cultura oriental. Puede alcanzar hasta 30 metros de
altura, sus hojas tiene forma de abanico y son de color dorado.
Al ser una especie de tanta
antigüedad, es poco evolucionada, por lo que sus óvulos son gigantes, con
aspecto de ciruelas amarillas, que llevan consigo las reservas nutritivas del
árbol.
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