Esta
reflexión viene a cuento de lo que me
ocurrió cuando tuve que presentar nuestro sitio En Plenitud en un congreso de
Internet en los Estados Unidos.
Ante las miradas
de reprobación de algunos de los presentes, lo presenté como “el único
sitio en Hispanoamérica para la mediana edad”.
-¿Soberbia?, ¿propaganda
barata?, ¿cómo se me ocurre decir “el único”?.
-Ni soberbia ni
propaganda barata. Es simplemente cierto: no otros hay sitios para la
“mediana edad”.
-¡Mientes,
bellaco! me saltaron muchos al cuello, hay muchos sitios para “más de
50” o “más de 45”.
-Sí, pero ¡¡se
presentan como sitios para la tercera edad!!
Si hacemos una
encuesta rápida sobre esto encontraremos que:
-Los de 60 y más
saben que la tercera edad “les llega pero no les gusta nada”.
-Los de 50 y más
sienten despertar sus instintos asesinos cuando les dicen “eres de la
tercera edad”.
-Los de 40 y más
dicen “¿soy de la tercera edad?” y salen corriendo a buscar un manual
de ayuda al suicida.
¿Por
qué ocurre esto?
¿Se dieron
cuenta que existen categorías bien definidas para la niñez, adolescencia,
juventud y vejez (o tercera edad) pero nada para lo que queda entre la juventud
y la vejez?
Se nos llama
adultos, maduros, mediana edad en el mejor de los casos, pero ninguna de estas
categorías es convincente.
No tenemos
lugar, en suma, ni en el lenguaje.
Somos el jamón
del sándwich entre nuestros hijos y nuestros padres, entre los jóvenes y los
viejos.
Y a la hora de
ponernos en algún lado nos ponen, confirmando nuestras peores fantasías y
temores, del lado de los “viejos”.
¿Qué pueden
esperar entonces quienes sí están en la tercera edad?
Sí a los 40 o
50 ya estamos “viejos”, no es de extrañar el lugar que ocupan los
mayores en nuestra sociedad.
Por eso decía
el “único”: porque no somos viejos aunque sabemos que ya no somos
(tan) jóvenes.
Porque estamos
en el medio y lo asumimos: somos “mediana edad” (si se le ocurre un término
mejor, ¡avísenos!).
Y porque tenemos
muchos navegantes “mayorcitos”, y a ellos les decimos: “¡Bienvenidos,
los invitamos a sumarse a la “mediana edad”!”
¿O no es
mejor rejuvenecer a los mayores que envejecer a los “jóvenes”?